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Una semana después, Jennie quería tener nuevas clases al instante, pero al ver a su padre no lo creía tanto. Se había besado con su mejor amiga, eso estaba mal, muy mal por donde lo viese. Su padre le miraba con orgullo y cariño, Jennie no tenía cara para decirle la verdad en la vida, por lo que moriría y llevaría a la tumba ese secreto.

— ¿Qué tal tu día, amor? — preguntó su padre, Jennie tomó un sorbo de zumo para ganar un poco de tiempo para decir alguna buena excusa.

— Bien, sali con Rosé y los demás. — Ladeó la cabeza de un lado a otro para luego escuchar el timbre sonar, era ella.

Su padre notó la inmensa sonrisa de Jennie.

— Muy contenta ¿no? — Jennie asintió. — Me parece muy bien. Me gusta verte feliz. — Le sonrió. El mayordomo pasó y ambos se giraron para mirarlo.

— La Sr. Manoban está aqui — presentó.

Jennie agrandó su sonrisa.

— Hágala pasar, por favor — ordenó su padre amablemente.

— Ya estoy aquí — respondió Lisa, ingresando al comedor. A Jennie le brillaron los ojos al verla con su  suéter gris y su pantalón de vestir que tanto le gustaba a la mayor.

Su cabello rubio platino peinado, y su fleco que ni siquiera un mechón rebelde se notaba. Su perfume inundo sus fosas nasales y cuando enseñó los dientes en una perfecta sonrisa, Jennie observó su marcada mandíbula fina, su hermosa piel pálida jugar con sus atractivos ojos cafés que al sonreír se convertían en media lunas. Jennie nunca se fijó en lo atractiva que era Lalisa Manoban. Tal vez por acostumbrarse a verla a diario.

— Buenos días — casi gritó Jennie.

La humillación valió la pena al ver la sonrisa del millón cruzar el rostro de la atrayente mujer de negocios.

— Buenos días, pequeña — Lisa se acercó hasta ella besándole la frente. 

Jennie sostuvo un gemido al sentirse rodeada por ella. Lisa se apartó yendo hasta su padre que se levantó para recibirlo en un amistoso abrazo que le recordó su situación.

La amiga de papi.

Se recordó.

— Buenos días Lisa, hoy veo bien a todos — comentó volviéndose a sentar, extendiendo su brazo señaló la silla contigua a la de Lisa. — Por favor — pidió.

— Buenos días para ti también Sunghoon. El viernes llegué y no te encontré en casa — comentó casualmente. Descansó los codos en la mesa y unió sus finos dedos, sosteniendo allí su mandíbula.

¡Oh dios, ese maldito día!

Pensó Jennie totalmente sonrojada y acalorada.

— ¿Qué sucede Jennie? Te has puesto roja como si fueras a desmayarte. — ¿Estás enferma? ¿Tienes fiebre? — tiró una fila de preguntas, preocupado por su salud. — ¿No deseas refrescarte? Puedes tomar un baño o bien nadar en la piscina — sugirió su padre.

Ella asintió.

— ¡Iré a nadar! — Gimió siendo completamente irracional. Ahora ni siquiera podía ver a Lisa, todo lo que hacía le ponía y no sabía por qué. Jamás le había sucedido esto y no puede entenderlo.

Flotando en el agua, pensaba duramente, su cabeza ya le dolía de tanto hacerlo.

— ¿Jennie? — escuchó que le llamaban. Mirando sobre su hombro, observó a Lisa viéndole desde la orilla. — Hola — saludó llegando a las escaleras, pero sin escalarlas solo flotando.

La amiga de papi | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora