Desayunando junto a Conan, lo veía mirando su teléfono continuamente hasta que se detuvo de seguir comiendo y fue directa al preguntar que sucedía. Él intentando evitarla le dijo que nada y se levantó de la mesa marchándose.
Jena sabía que algo ocultaba desde el momento en que se levantó esa mañana después de dos semanas sin contactarse con nadie y él preguntó si se sentía mejor mientras ella contestaba que sí.
Para no seguir con esa duda, se levantó de la mesa buscándolo en su despacho, pero antes de abrir la puerta completamente escuchó a Daniel hablando con él y decidió espiar un poco. Enterándose de que se había quedado sin dinero y estaba casi en la bancarrota.
Jena se sentía culpable al escuchar que empezaron los problemas desde que compró aquel lugar donde la llevó. Abriendo la puerta se paró frente a él ignorando a Daniel, ya que no se dirigían la palabra desde ese día que hablaron.
—¿Estas en la bancarrota? Señor Wang, pudo decírmelo. Yo podría haber ayudado.
—Esta bien. No es necesario, pero confiscaran el lugar y mis autos serán arrebatados. Lo lamento—Evita verla a los ojos agachando la cabeza.
—Que tonterías. Yo puedo encontrar un lugar bueno donde quedarnos y trabajaré mientras usted sigue esforzándose por mejorar en su compañía—dice Jena golpeando su pecho decidida.
Conan y Daniel se miran de reojo cuando él se levanta a abrazarla. Después de unos días encontraron un departamento que Jena podía pagar a duras penas mientras trabajaba día y noche.
Esforzándose al máximo, cada día Conan se sentía peor por lo que la hacía pasar. Quería terminar con eso y decirle a Daniel que se equivoco y ella lo quería por como era. Aunque sabía que era mentira en gran parte, lo mucho que se esforzaba no era por que lo amará, sino por ese aprecio y sentido de que le debía algo por el tiempo que la ayudo.
Recordando que ella tiro su teléfono esa misma mañana hace dos semanas y él lo sacó del bote de basura. Observó durante ese tiempo todos los mensajes y llamadas que le llegaron. Desde su amiga que pedía que volviera para explicarle, hasta un número desconocido que le decía cuanto la amaba y se arrepentía.
Él solo era quien la ayudaba a evitar sus problema, pero no se los podía resolver. Esa noche, Jena regreso temprano al departamento y viendo la comida que preparó Conan le sonrió diciéndole que le había quedado hermoso, pero él no mostraba una sonrisa y en unos segundos Daniel entró por la puerta.
—¿Ah? ¿Qué sucede, Conan? ¿Y qué hace aquí, señor Xu?—Se detiene a sentarse y se queda parada detrás de la silla de la mesa.
—Debes saber algo, Jena—Conan voltea a ver a Daniel para que le diga.
—El señor jamás perdió su fortuna, solo queríamos ponerla a prueba para saber si realmente lo quería a él y no a su dinero. Como paso la prueba, me gustaría disculparme por desconfiar de usted—Daniel inclina su cabeza un poco mostrando respeto y Jena aprieta la recargadera de la silla que sostiene.
—¡Lo dices en serio! ¡Creí que tú no me ibas a mentir! Carajo. Esto me pasa por intentar creer que las promesas aún existen—Se aleja tomando su cabeza intentando analizar la situación.
—Jena. Solo quería saber si me querías. Todo este tiempo no podía aceptarlo porque veía ese maldito teléfono tuyo que recibe esas cosas tan lindas de un número. Volvamos a nuestra casa—se acerca intentando tocarla, pero ella lo aleja molesta.
—¡No me toques! ¡Mira mis manos! Llevo peleando por ayudarte mientras tu actuabas. Eres repugnante. Largo de aquí. No quiero volver a verlos y si se atreven a buscarme o hacerme algo seria capaz de yo misma matarlos...—Jena camina a la puerta del departamento abriendolo con fuerza señalando que se vayan.
—Rompí mi promesa...—Conan aprieta su puño sacando el viejo teléfono de Jena y poniéndolo sobre la mesa mientras se marcha y Daniel con él.
Cerrando la puerta de golpe, Jena se sentía alterada de la furia que sentía. Girando a ver su viejo teléfono se acerco tomándolo y encendiendo para ver la pantalla de bloqueo. Conan tenía razón. Tantas llamadas y mensajes. No pudo evitar desbloquearlo y leer cada uno de ellos mientras se sentaba en el sofá.
《Cora: Jena. Él perdió la memoria hace tiempo》
《Desconocido: Nunca quise abandonarlos, regresa y no culpes a Cora por mi error》
Jena sentía que lo que evito durante dos semanas volvía, pero ahora ya no pensó en huir. Si quería aclarar lo que tanto decían los mensajes de Cora, tenía que regresar a enfrentarla cara a cara.
Poniéndose de pie para ir a buscar una mochila y guardar algunas de sus cosas, su teléfono comenzó a sonar con un número desconocido y Jena no pensó ni un segundo para contestar creyendo que era Damián.
—Aidan; Hola, hermana.
—Jena: ¿Aidan? Creí que...
—Aidan: Damián me buscó. Tener contactos en la policía es ventajoso a veces—se escucha una burla—Te llame durante tanto tiempo que pensé que romperias tu promesa de jamás abandonarme.
—Jena: Sabes que nunca lo haría. ¿Y qué tanto sabes de Damián?
—Aidan: Yo lo perdoné. Y creo que tú deberías escucharlo, pero no te pido que lo perdones también, solo sabes ambos lados de la historia.
—Jena: Eres mi hermanito, por supuesto que lo haré.
Siguieron hablando un rato más hasta que Jena se quedó dormida olvidando esa noche ir a casa de Cora. La mañana siguiente, Conan se quedó toda la noche en un bar bebiendo y sin importar cuanto Daniel le suplicara que dejase de beber, él lo silenciaba y ordenó que no lo estuviera molestando.
Daniel sabía que era su culpa que Jena lo dejara así. Su jefe era un desastre y se dio cuenta qie la única persona que podría ayudarlo era su hermana. Llamándola varias veces su teléfono lo enviaba a buzón directamente. Recordó que iba en un vuelo a otro lugar junto con su hijo.
Conan ebrio le arrebató la llave del auto a Daniel y aunque él intento detenerlo, lo empujó haciéndolo caer. Subió a su auto y sin pensarlo lo encendió para comenzar a conducir. No veía por donde iba por lo borrosa que era su visión gracias a la lluvia y el alcohol que en exceso bebió que terminó chocando. Hay finales para algunos que terminan antes de tiempo. Conan en una ambulancia peleando por su vida mientras repite el nombre de su madre hasta que pierde la consciencia.
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El Anhelo Fallido Del CEO
RomanceUn CEO y una chica de clase media, una clásica historia, ¿o tal vez no? Un consejo, no confíes en la autora...