Capítulo 8: Jasper

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Apenas entramos en el departamento, Lana tiró su bolso en la entrada y corrió rápidamente hacia lo que pensé era su habitación. Me quedé de pie en su sala de estar observando todo, ahí estaba el viejo sillón rojo que había visto en su fotografía, pero también un montón de chucherías que no hubieras imaginado que estaban ahí con solo ver una zona de la habitación.

Alrededor del pequeño sillón estaban algunas plantas que había visto antes, pero también había algunos viejos libros en pequeñas pilas en el suelo alrededor. Frente al sillón, en el suelo, una mullida alfombra azul abarcaba casi todo el espacio y en el centro una pequeña mesa que había visto días mejores.

Las paredes se encontraban pálidas, pintadas de blanco, casi vacías, a excepción de una solitaria fotografía colgada en la pared junto a la ventana. Me acerqué para ver mejor y al instante pude reconocer a una pequeña Lana, de alrededor de unos ocho años, junto a los que supuse eran su familia. A su lado había un niño unos años mayor que sostenía una gorra verde sobre la cabeza de Lana mientras fruncía el ceño, y detrás de ellos había una pareja mayor que sonreían mientras se miraban.

Cuando escuche suaves pasos acercarse me aleje de la pared y me voltee para ver a Lana venir por el pasillo vestida con un pijama de gran tamaño azul con puntos, y además había lavado el pesado maquillaje de su rostro.

— ¿Te gustaría tomar un té o algo? – me dijo dudosa cuando me vio de pie en medio de su sala.

— Prefiero el café en realidad.

— Bueno, no se va a poder, porque odio el café y no tengo – me dijo con una mirada de asco mientras pronunciaba la palabra café. – Sin embargo, tengo té para ofrecerte de diferentes variedades.

— Té, supongo que tendrá que ser entonces.

— Genial, ven por aquí – me dijo mientras señalaba la cocina junto a la sala, y sacaba una gran caja de un mueble en la pared para luego comenzar a mostrar una gran variedad de sabores. Me reí por dentro y le dije que quería un té simple nada más, para recibir una mirada sucia de su parte como si me dijera ¿Cómo te atreves?

Me senté en la única silla que estaba frente a la barra mientras la veía preparar las bebidas. Algo de color ya había comenzado a regresar a su rostro.

— Entonces... ¿Cuántos años tienes? – me dijo mientras sostenía su bebida frente a ella unos minutos después.

— Tengo treinta y dos ¿Cuántos creías que tenía?

— Siento decirte esto, pero te ves mayor – me dijo con grandes ojos.

— ¿Eso es algo grosero de decir? – le dije mientras me reía – digamos que paso mucho tiempo al sol.

— ¿Y eso por qué? – me dijo mientras inclinaba la cabeza hacia un lado – hay muy buenos protectores solares a buen precio ¿sabes?, el sol puede producir cáncer – me dijo con los ojos muy abiertos.

— Estuve un tiempo trabajando para el ejército y luego de eso me he dedicado a hacer muebles, me gusta tener espacio para trabajar, así que suelo hacerlo en el patio de la casa, me da mucho el sol por ello, pero no te preocupes, me encuentro excelente de salud. – le dije con un guiño.

Ella se inclinó sobre el mesón y sus ojos brillaban con curiosidad mientras me comenzaba a preguntar sobre mis muebles. Le comencé a contar como mi padre era un aficionado de la carpintería antes de comenzar a trabajar como oficial de policía, y como este mientras crecía me fue enseñando todo lo que sabía sobre trabajar la madera. Le hablé de cómo luego de varios años en el ejército necesitaba calmar mi mente y el hacer muebles era algo que amaba hacer y me permitía perderme en la madera.

Al volver del ejército estuve varios meses perdido, sin saber qué hacer con mi vida, hasta que un fin de semana con mi padre me recordó el amor que tenía por la madera. Era la solución perfecta, hacía algo que me gustaba y me mantenía activo, de ninguna forma podría haberme aventurado en un trabajo de oficina, y mantenerme quieto y encerrado por horas, cuando mencioné esto me miró con una mueca y desvió la mirada.

— Bueno, creo que es buen momento para decir que en realidad no soy una bailarina exótica – me dijo con las mejillas coloradas

— No entiendo – le dije confundido

— En realidad soy una aburrida publicista que trabaja desde casa, digamos que lo que viste hoy era yo intentando ganar algo de dinero extra.

— ¿No lo habías hecho antes de hoy? – le dije un poco aliviado al pensar que no se expuso tantas otras noches a idiotas depravados o a salir sola a altas horas de la noche.

— No, y no creo que pueda volver a hacerlo – me dijo mientras fruncía el ceño.

Era obvio lo incómoda que había estado en el club y también era obvio que tenía serios problemas de dinero si había estado tan desesperada como para trabajar en un club como bailarina. Pero no quería hacerla sentir mal preguntándole sobre ello, así que preferí dejarlo pasar.

— Es algo tarde creo, que es mejor que te dejé descansar – le dije mientras me levantaba y veía la hora en mi muñeca. Eran las dos de la mañana, y en realidad me gustaría quedarme y conversar por horas con ella, pero tenía que hacer lo mejor por ella, y eso era dejarla dormir.

— Oh, está bien – podía ver claramente en su rostro que se encontraba decepcionada, lo que hacía más difícil la idea de tener que dejarla.

Iba a intentar decirle que nos veríamos pronto para nuestra cita en el almuerzo, cuando fuertes ruidos vinieron del pasillo, y una fuerte voz se alzaba a través de las delgadas paredes.

— ¡Abre la puerta puta rata, sé que estás ahí! – Gritó un hombre antes de comenzar a golpear la puerta de Lana.

Vi como Lana cerraba los ojos mientras se quejaba por lo bajo.

— ¿Qué está pasando?

— Solo un tipo, seguro busca a mi vecino de enfrente, pero siempre termina aporreando mi puerta en las noches de lo borracho que está – me dijo mientras saltaba levemente cuando el imbécil comenzó a gritar de nuevo.

— ¡No me iré hasta que me pagues pequeña mierda ¡

Cerré los ojos medio segundo hasta que decidí en esa pequeña fracción de tiempo que no iba a intentar mantenerme calmado, a veces eso simplemente no iba a cambiar las cosas. Y el pensar en un imbécil borracho apareciendo por las noches a golpear la puerta de Lana me ponía furioso. Así que mientras el idiota seguía aporreando la puerta caminé hasta ella y la abrí.

Cuando abrí la puerta siguió gritando, hasta que miró hacia arriba y retrocedió cuando realmente me vio, con la cara roja y abriendo y cerrando la boca.

— Tú... no eres ... Tomas – dijo mientras sostenía una botella en una bolsa de papel cerca de su cuerpo.

— Así es, esta no es su casa y quiero que dejes de venir aquí y pretender que es así – le dije mientras me acercaba a él y lo miraba a los ojos – no quiero que te vuelvas a aparecer por aquí nunca más imbécil de mierda, si solo te veo aquí no querrás escuchar lo que te haré ¿está claro?

— Pero yo necesito mi dinero de la rata – dijo mientras se enojaba

Con mi mano en su cuello lo apreté ligeramente mientras lo empujaba contra el muro con fuerza — A quien sea que buscas, No. Está. Aquí. ¿Estamos claros?

Finalmente entendiendo quien estaba en una posición de desventaja aquí me respondió — Sí, sí, lo entiendo – me dijo mientras intentaba sacar mi mano de su cuello – me iré, solo suéltame.

Lo solté y vi cómo se tropezaba en el pasillo mientras corría hacia las escaleras y finalmente hubo silencio. Me gire hacia el departamento de Lana para verla parada en la puerta, mirándome con grandes ojos y con una expresión que no podía descifrar.

Había visto lo que había hecho y ahora seguramente no me querría cerca.

Amor en Apuros | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora