16. Solemn judgment

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28 de octubre, 2032 [unas horas más tarde]
Caitlyn.

Todos se agruparon para regresar al castillo, ya había pasado medianoche, pero el tiempo se había congelado para ella. Caleb estaba vivo, herido y con fiebre, pero su corazón seguía latiendo. Mientras su padre conducía por un oscuro sendero, ella sostuvo la mano de Caleb entre las suyas, al tiempo que dejaba un beso casto en su mejilla. Llevaba los vendajes sangrientos alrededor de toda la cabeza, y por encima de su oreja izquierda. Al tacto podía notar que tenía fiebre, puede que, por el clima, la sangre que había perdido, o, en el peor de los casos, debido a una infección. Le rogó a su padre de que los llevara al hospital, pero al ser parte de una investigación policial sería más prudente llevarlo al castillo, donde había doctores y enfermeras de sobra para darle los cuidados que necesitaba.

Eldridge se alzaba frente a ellos, entre las nubes oscuras y la fría reja con las enredaderas secas. A Caleb se le humedecieron los ojos, como a las vacas que iban camino al matadero. Estaba asustado, hasta su padre se había percatado de que algo no iba bien.

Hicieron llamar al director, con este volvieron la vicedirectora y los Thorpe, que se hospedaron el castillo por la situación de su hijo. El rostro de Caleb palideció, ni siquiera podía mirar a su familia a los ojos, por la vergüenza. Adam los recibió con regocijo, estrechó a su hermano entre sus brazos, ignorando el olor a sangre coagulada de sus vendajes, y el mal olor que desprendía su cuerpo, por los días que había estado sin ducharse. A él le bastaba con tener a su hermano de vuelta, vivo. Qué más daba su olor.

Su padre llevó a Andy "El Grande" hasta el director, estaba esposado y arrodillado. Al alzar su rostro para enfrentar al director, sus miradas danzaron como las espadas, se batieron en duelo, ninguno de los dos se dejó intimidar. Andy era un hombre casi primitivo, su barba medía casi medio metro, y él estaba dos metros por encima de todos los que se encontraban en la habitación. Tenía los brazos y la espalda poblada de vello rizado y oscuro, similar al que tenía en la cara. Caitlyn había olido la muerte en varias ocasiones, y Andy usaba la fragancia de varias bestias muertas como colonia.

El director se dirigió a él con tono imperial.

—¿Qué hace esta bestia en mi salón? —exigió saber al inspector—. Tiene prohibida la entrada al castillo.

—Encontramos al muchacho dentro de su propiedad —dijo el padre de Caitlyn.

—Si ha sido el responsable de este desafortunado incidente, llevároslo a comisaría. Nos estarías haciendo un favor.

—Al contrario —intervino Caitlyn, el director dirigió hacia ella su puntiaguda nariz—, fue él quien curó sus heridas y le dio de comer todo este tiempo.

—¿Qué dices, niña? —la cuestionó, hacía un gesto horroroso con los ojos diabólicos.

—El críoh llezgó a mi chozah por el río, señorría —a duras penas se le podía entender algo de lo que decía, pero lo suficiente para probar su inocencia—, intenté regrezarlo al caztillo, pero no queería volverr.

—¿Cómo sabemos que nos dices la verdad, bestia?

—Preguntarle al crío, aye.

—Caleb —esta vez fue Amelia la que se le acercó. Vestía ropa de dormir, y su rostro tenía un maquillaje muy leve, casi brillaba. Se arrodilló para ponerse a su altura, alzó su rostro por el mentón—. ¿Quién te ha hecho esto? Dímelo.

Adam y Amelia mostraban mayor preocupación por los acontecimientos que los mismos padres de Caleb, que habían viajado desde los Estados Unidos para buscarlo, pero que ahora guardaban silencio en el fondo de la habitación, como si fueran cuadros, y no padres. Caleb sudaba por los nervios, había que recordarle constantemente que no se durmiera, o lo haría.

Killing van Thorpe. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora