Los tibios rayos del sol acariciando mi cara me despertaron.
Bostezando, volví a analizar la habitación. Con la luz, eran visibles las telarañas que colgaban de las esquinas, el polvo que cubría el piso y la ventana. La manta que me había estado abrigando toda la noche lucía muy descuidada, como si hubiera sido lavada mil veces y su color blanco, o al menos que parecía blanco anoche, era amarillento.
Suspiré, y pensé para mis adentros que era mucho mejor que estar durmiendo en una litera chirriante y fría. Me sentí mal de pensarlo.
Aún así, estando en esas condiciones, me sentía segura. Por primera vez, sentí paz, no el nudo en mi estómago cuando sabía que se aproximaban las monjas. La falta de aire y la angustia cuando cometía algo mal. Los temblores cuando sabía cuántos golpes recibiría, cuando veía esa maldita tabla de roble.
Me levanté y me dirigía a la puerta cuando varios toquidos leves me interrumpieron.
-Eh...¿Ya estás despierta?
-Si apenas lo hice.
-¿Puedo abrir la puerta?
-Oh...emm...bueno
Cuando entró, me sentí avergonzada. Me sonrió de nuevo y me di cuenta que tenía una pila de ropa doblada entre sus manos.
Se acerco despacio, como si tuviera miedo de mi reacción.
-Sé que puede parecer incómodo, pero pensé que tal vez quisieras cambiarte la ropa y lavarla...así que te traje algunas mías. Están limpias claro.
Por un momento me paralicé pero a la vez me sentí feliz. Que hubiera pensando en mi y en mi comodidad me hizo sentir tan emocionada que sin pensarlo me acerqué y lo abracé.
Soltó una exclamación y se rio de una manera tan dulce que sentí como las lágrimas brotaron de nuevo.
Me abrazó con ternura y me acercó mucho a él.
Me dirigí a mirarlo cuando tomo mi cara entre sus manos y empezó a acercarme con firmeza, pero con delicadeza a él. Su aliento estaba cerca de mis labios y empecé a sentir miedo.
Fue un beso breve y torpe. Yo no sabía cómo se daba un beso, así que mantuve los labios apretados y cerrados, mientras el los acariciaba.
Me quedé anonadada. No sabía si estaba bien o mal lo que había pasado. Estaba asustada, no porque me diera miedo sino porque no estaba segura de como había que reaccionar cuando sentí sus labios sobre.
-Si quieres puedes bajar a desayunar.
Desapareció por la puerta y seguí congelada. La cara me ardía y las manos me sudaban.
¿Acaso me había dado un beso de cariño?
¿Pero un beso en los labios?
Me reí nerviosamente, y pensé por qué lo habría hecho, si no soy bonita.¿Por qué se fijaría en mí?
Suspiré y con mucho nerviosismo bajé a la cocina.
Ahí estaba él, sentado mientras leía el periódico. Al oír mis pisadas, levantó la vista y sonrió.
¿Por qué siempre sonríes?
-Pensé que bajarías, así que te preparé un pan tostado.
-Gracias...y yo...eh...-empecé a jugar con mis manos. Quería preguntarle, lo que acababa de pasar ahí arriba- por...qué...por qué tu...me...
-¿Por qué te besé? – murmuró mientras se acercaba hacia mí. Estaba parada en el primer escalón, y me disponía a bajar, cuando el se apresuró y me atrapó entre sus brazos -porque eres muy bonita, por eso – su aliento lo sentía en mi cuello y sus manos estaban apretando mucho mi espalda.
El corazón se me quería salir del pecho. Las mejillas me ardían y en el estómago sentía muchas cosquillas.
¿Qué es lo que estoy sintiendo?
-No lo soy- susurré mientras trataba de zafarme de sus brazos. Me sentí mal de que supiera lo nerviosa que estaba.
Me apretó más y me dio otro beso. Intenté empujarlo pero el ni siquiera se inmutó.
-Claro que sí, no te estoy mintiendo- siguió dándome besos y acarició mi espalda. Intenté empujarlo pero tomó mis manos con tanta fuerza que me dio miedo – no te espantes, no voy a hacerte nada malo.
Asentí mientras trataba de no llorar.
Volvió a abrazarme fuerte mientras acariciaba mi cabello.
-Sólo lo hice porque eres hermosa, y porque pensé que querías que lo hiciera- susurró en mi oreja – pero ahora me doy cuenta que no lo habías hecho ¿verdad?
Asentí nuevamente.
-Entonces yo te mostraré como es- su voz era suave y calmada.
Besó mi mejilla y me soltó.
-Vamos a desayunar entonces.
Otra vez esa sonrisa.
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El infierno
Non-FictionAmanda, una niña huérfana de 13 años, huye de un orfanato donde sufre maltrato. Al escapar, encuentra a Samuel, un joven más grande que ella, y que se ofrece a ayudarla llevándola a a su casa. Lo que no sabe, es que lo peor está por venir, y tendrá...