Capítulo 7

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Amanda

Con el paso de los días, me acostumbré a eso. De una u otra manera tenía que pasarme.

Samuel después de eso me llevó con él. Aunque intenté guiarme nuevamente con los árboles, el bosque era demasiado espeso y todo lucía exactamente igual, así que, solo me aferré a él y caminé, siguiéndolo, como un bote en medio de la oscuridad del mar.

Llegamos a la ciudad. Respiré hondo, pues al pasar tanto tiempo en la silenciosa naturaleza, ahora me abrumaba el ruido incesante de la población. Samuel tomó mi mano, y nuevamente me susurró que no dijera nada de nosotros, que recordara muy bien que tengo que decir si alguien preguntase algo: "somos hermanos".

Nos adentramos en una pequeña farmacia y ahí, él me compró toallas femeninas. Me dijo que me explicaría después cómo usarlas. Pagó rápidamente y mientras aferraba mi mano, me detuve en seco.

-¿Qué pasa?

-¿Por qué...por qué no podemos quedarnos aquí más tiempo?- respiré profundamente, con los nervios sacudiendo cada parte de mí, con el miedo trepando por mi garganta.

-Porque es peligroso chiquita. ¿Comprendes que no podemos estar paseándonos siempre juntos aquí? ¿Qué pensarían de nosotros? -se arrodilló frente a mí y alborotó mi cabello con ternura -¿Acaso quieres volver a ese lugar y que te separen de mí?

Negué con la cabeza, avergonzadamente y me arrojé a sus brazos. Comprendí que todo lo que quería estaba en él. Por fin sentía amor por parte de alguien. No era perfecto, pero me cuidaba y me amaba.

Se rio suavemente y me cargó todo el camino a casa. Me enseñó a usar las toallas y me preparó un té para dormir bien, porque en sus palabras "debía reposar y estar tranquila después de todo este cambio brutal"
Después del baño, fue a arroparme. Entre risas, me envolvió con la cobija y caímos riendo a carcajadas en mi cama. Con ternura, se acercó a mis labios y me besó un largo rato.

Me estrechó entre sus brazos mientras le devolvía el beso. Entre suspiros, me separé de él y lo miré a los ojos.

-¿Por qué está mal que estemos juntos?
Samuel se separo incómodamente mientras se sentaba a la orilla de la cama. Me acerqué a él y abracé su espalda, recargando suavemente mi cabeza en su hombro.

-Mira...es...difícil que...ellos entiendan que nos queremos así -tomó mis manos y las acarició- tu tienes 12, y yo 24. Eres...muy pequeña y yo no. Pero, amo tu inocencia y eres tan tierna...-suspiró mientras reía- Es por eso que...no podemos decirlo ¿sí?

-Sí. Y yo te amo a ti. -lo abracé más fuerte y con delicadeza, tomó mi mano derecha y la besó.

-Ahora a dormir, porque mañana tenemos mucho que hacer.

Me acomodé despacio en la cama y me arropó. Se despidió un tierno beso en la frente y cerró la puerta, dejándome con la luna que asomaba en la ventana.

La contemplé, admirando su belleza platinada y su velo. Sonreí, y le susurré gracias, porque, finalmente tenía un hogar.

El infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora