8. "Obsesión por las luces."

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De eso trató, de ver cómo me quedaba dormido mientras los tonos de claridad se alzaban por todo el lugar cuando solo me quedaba observar sábanas tendidas sobre el viento. Luego estaba ella, mi mujer, su figura enternecida por los leves movimientos de su cintura que le describían al cien. Se iba, y mientras lo hacía, miraba atrás dejando todo un pasado tirado sobre una cama de blanda cubierta justo como vino al mundo, totalmente desnudo. Al mirar mi pecho de reojo, alcancé a vacilar aquellos músculos rebosantes en fuerza física que compensaba en fuerza mental manteniendo los ojos abiertos que comparo con mantener encendida la llama de una vela en la punta de la lengua.

Al dormir, tenía dos opciones: soñar, o mantenerme despierto mientras dormía, y así realizar aquello que muchos llaman: tener un sueño lúcido. Decidía por la primera, descansar en paz como de pequeño, pero mi cuerpo se supo sostener sobre las olas de la ensoñación permitiéndome visitar por mi cuenta el maravilloso pantano donde los sueños son peces que nadan libres por todo el lugar. Era todo muy hermoso, me alegraba saber que estaba allí con la mente clara en que realmente estaba despierto. Por un momento sonreí, y esa fue dedicada a aquel pez saltarín de azul metileno que no paraba de dar vueltas como si de eso la vida propia se tratase.

Más a lo lejos, encerrados bajo un gran árbol que denotaba puntos en el cielo nocturno con la posición de sus hojas, estaban cautivos los colores más oscuros como el rojo fuego. Todos luchando por escapar entre las ramas y raíces, apagando cualquier esperanza de vida de alguno, iban comiéndose entre ellos y desgarrando a cada compañero pesadilla con tal de ser la piedra preciosa que flota entre tanto lodo. El madero estaba constituído por partes, era madera de ébano, acacia, roble y partes de pino oscuro que se reflejaban en el color de las hojas y el tronco.

Miré a la izquierda y a mi par todo comenzó a girar, con cada vuelta que me daba el Mundo, todo iba desapareciendo entre líneas delgadas como un recuerdo. Pero por un momento quedé casi recostado al suelo viendo estrellas en el cielo; me sostuve de la firme hierba y el mundo se detuvo dejando tantas vueltas en mi cabeza como si nunca hubiesen sucedido. El cielo estaba repleto de ellas, la noche no me hubiese alcanzado para contarlas todas incluyendo los grandes planetas y galaxias tan cercanas que, por loco que parezca, estaban al alcance de mis manos.

Ocurrió lo inesperado cuando cayó la primera, se espantó contra el suelo y luego tintineaba volando de caídas contra el césped despeinado su cabellera; quedó acostada a unos pocos metros de mi posición, y sus hermanas, que danzaban La Sartén en lo más alto, al notar su ausencia bajaron al rescate. La preocupación era notable en su forma de actuar y la desesperación sobresalía en la mirada. Eran todas demasiado iguales para conocerse, pero si alguien las nombró a cada una, entonces debían respetarlo y estarían obligadas a conocerse y llamarse por su nombre. La preponderante, señora de la constelación, daba las instrucciones a seguir a modo de señas.

No bastó más que pestañear para que notasen mi presencia. Vestían de velos azules por una tela casi transparente que raspaba al tacto sonando como lima. Aquella despertó, y con ella la sonrisa de sus hermanas que ahora no hacían más que mirarme fijamente con dotes de ardiente picardía. No se levantaron, llegaron a rastras por el suelo envolviéndose en magistral sex appel mientras los velos simplemente desaparecían con el tiempo. Y sí, llegaron a mí, a verme desnudo, a vacilar la creación de algún señor desaparecido que dejó un mundo al abandono prometiendo regresar cuando más lo necesitasen, a tocar mi cuerpo, a robarme el alma en una orgía de miradas y cercanías que más tarde romperían las barreras de lo imposible. Llegamos a más que unos besos, llegamos a más que unas miradas.

Follé con las estrellas y es lo más cierto, algunas morenas y otras blancas, pero todas bellas. El tiempo alcanzó para ver pasar un cometa de esos que vagan por el espacio y vestido de macho, las sedujo con su largo rabo de luz.

Me abandonaron para brillar en el cielo con otros astros, me abandonaron porque así lo quiso el destino, se fueron sin más porque todo fue un sueño.

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