Lalisa Manobal.
Abro los ojos y siento mi cuerpo arder por el calor. Sonrió al recordar la noche de ayer y tomo la mano de Jungkook que se encuentra enredada en mi cintura.
Jungkook y yo nos conocimos a los catorce años en un supermercado donde por accidente le tire unos huevos en la cara luego de que me llamará rubia oxigenada, juro que lo de los huevos fue un completo accidente de igual manera no me arrepiento de nada. Ese día estuve aproximadamente veinte minutos peleando con él mientras los empleados trataban de calmarnos.
A la semana, nuevas personas se mudaron a la casa de al frente por lo que mi mamá hizo un pastel de bienvenida y a las cinco de la tarde se los fuimos a llevar para presentarnos cómo vecinos ejemplares.
Lo que nunca me espere, fue ver al idiota que me había insultado en el supermercado solo porque tome el último paquete de gomitas que quedaba.
Su mamá nos invitó a su casa por la noche a una cena, para socializar más con ellos ya que eran nuevos en el vecindario a lo que mi mamá y mi papá aceptaron encantados y rebosantes de la dicha de haberles caído bien a los nuevos vecinos.
Toda la cena fue incómoda, al menos para Jungkook y para mí que solo nos limitamos a lanzarnos miradas asesinas durante toda la cena, al parecer nuestros padres estaban muy ocupados conversando por lo que no se dieron cuenta.
Sus padres y los míos se hicieron más cercanos por lo que siempre de alguna manera terminabamos viéndonos todos los días cosa que hizo que apesar de las bromas que nos hacíamos y los insultos que algunas veces nos dábamos, nos hiciéramos amigos. Muy buenos amigos, ahora las discusiones habían sido reemplazadas por horas sentados en la azotea de mi casa charlando o por nosotros en su cuarto jugando con su consola mientras comíamos pizza.
Para mí cumpleaños diecisiete ya estaba consciente de que Jungkook, aquel chico odioso, me gustaba, realmente no sabía el por qué me gustaba, pero lamentablemente me atraía como nadie lo había hecho nunca.
Me confesé.
El mismo día de mi cumpleaños, luego de llevarlo conmigo a la azotea de mi casa, nos acostamos a ver las estrellas mientras conversabamos de cosas triviales.
— Jungkook, necesito contarte algo, pero por favor no te rías —volteó a mirarlo y este también lo está haciendo con el ceño fruncido.
— Claro que no me voy a reír.
Suspiro con nerviosismo y aprieto mis manos levantándome quedando sentada frente a él.
— Okay, es ahora o nunca —el me mira expectante y cierro los ojos antes de soltar la bomba— Me gustas Jungkook, me gustas muchísimo, cada vez que te veo los latidos de mi corazón se aceleran y mis manos comienzan a sudar, cuando te miro jugar en tu consola me siento afortunada por ser yo la que esta acompañándote, mi respiración se vuelve errática y soy un manojo de nervios y solo puedo pensar en lo lindo que te ves, aunque seas un completo idio...
No pude seguir ya que sus dulces labios se habían estampado contra los míos de forma suave y calmada.
Sonrió ante el recuerdo. Luego de ese día Jungkook y yo nos empezamos a ver cómo "amigos con derechos" pero no duro mucho ya que a los dos meses me pidió que fuera su novia a lo que acepte dichosa.
Ya tenemos tres años de relación. Ayer fue mi cumpleaños número veinte. Luego de cenar con nuestros padres y comer pastel, me quedé a dormir en su casa.
Quito cuidadosamente su mano de mi cintura tratando de no despertarlo, nos dormimos a las tres de la madrugada y apenas son las siete de la mañana, quiero que descanse un poco más, yo también me encuentro agotada, quiero dormir más pero realmente necesito ir al baño, siento que mi vejiga va a explotar.
Me siento en la cama y agarró un vaso con agua que estaba en la mesita de noche de Jungkook, tomo un sorbo y la dejo ahí para luego pararme de la cama.
Apenas mis pies tocan el suelo y todo mi peso recae en mis piernas estas tiemblan haciendo que caiga sentada de golpe en la cama.
Escucho una risa ronca y dos brazos fuertes rodean mi cintura acostandome otra vez a su lado.
— Hice un buen trabajo ¿no crees, preciosa? —murmura contra mi cuello y pasa sus manos por mi vientre haciendo circulos en él.
— Ya lo creo —pongó los ojos en blanco y sonrió.
— Tu voz no suena muy convencida, déjame hacer un buen trabajo hoy también —se inclina un poco sobre mi cuerpo y empieza a besar mi cuello.
— Jungkook... necesito ir al baño.
— Entonces déjame ayudarte a ir, ya que no te puedes parar tu sola porque las piernas te fallan por lo duro que te folle anoche.
— ¡Jeon Jungkook! —le reprochó y ambos nos miramos fijamente para luego comenzar a reír.
Podría pasar el resto de mi vida así.