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Monterrey, Nuevo León (Mex).
En la actualidad.

7 años habían pasado desde el momento en el que aquel sucedo había marcado la vida de un joven José Miguel, 7 eran los que habían pasado desde que su vida dio un vuelco cambiándola por completo: Hace 7 años que había perdido a los dos amores de su vida.

Cumplía 6 años y medio de haberse mudado fuera de San Pedro de las Peñas para asentarse en la ciudad. Monterrey fue el sitio perfecto para él: muchas personas, mucho trabajo, muchas nuevas costumbres y sobretodo muchas cosas distintas a su hogar. En Monterrey, José Miguel no tenía a quién rendirle cuentas pues su madre se la pasaba de viaje por todo el país y si mal no recordaba ahora estaba en una obra de caridad para los niños sin hogar de Toluca. Prácticamente vivía sólo a excepción de su mayordomo José Luis quién era como su guardaespaldas pero también un muy fiel amigo.
Era cierto que con las ganancias de sus últimas grandes obras se estaba consagrando como uno de los mejores arquitectos del país; y él pensando que no era su vocación. Vivía en una gran casa situada en una muy buena zona de la cuidad cerca de sus maravillosas obras de arte y pendiente del bullicio del exterior.
La verdad era que esto a veces le molestaba en cantidades enormes, él era un hombre cálido de pueblo criado entre animales y trabajadores, por mucho que intentase aparentar ser un hombre frío de ciudad hay cosas que no pueden cambiar. La verdad es que a veces le daban ganas de volver a su hacienda a perderse entre pensamientos y recuerdos pero él sabía que no podía porque al volver la tendría que ver y si la veía seguramente caería como un bobo rogándole perdón. No, era mejor quedarse donde estaba ahora.

Y ahora se encontraba en su gran biblioteca que usaba como despacho frente a unos planos para la nueva construcción de un nuevo hotel que le traería más prestigio del que realmente necesitaba. A quién quería engañar, él sabía que prestigio era lo que menos necesitaba en su vida, él lo único que necesitaba en el mundo no podía simplemente estar con él.
Fijó su mirada sobre aquellos bocetos sobre papel amarillo y solamente pudo ver reflejadala la cara de ella sobre el papel. Muchas noches le sucedía aquello y eso desencadenaba que pasara en vela toda la noche recordándola, las noches que no lo hacía era porque se encontraba lo suficientemente borracho para al día siguiente no acordarse de nada o porque simplemente había noches en las que pretendía no recordarla mientras pasaba sus noches con algunas mujeres esporádicas con las que se despedía a la mañana siguiente con una nota y un número de teléfono falso sintiéndose el más miserable de todos los hombres sabiendo que aún después de haber compartido la cama con ellas, en ninguna de aquellas mujeres encontraba la paz cuando las miraba pues en esos tantos ojos jamás volvió a encontrar todas las estrellas de la constelación reflejadas que él hacía 7 años había visto por última vez.

Ninguna era capaz de trasmitirle ni la mitad de lo que lo hacía aquella sonrisa que se había esfumado hacía tanto por haber perdido a su otro amor, el amor más incondicional que jamás había sentido y el que era capaz de arrollarlo noches enteras haciéndolo llorar como si de un niño pequeño se tratara. Aquel amor que simplemente ya no vivía. Por eso odiaba también recordarla, porque le recordaba que su hija estaba muerta.

Pero aquella noche le apetecía vivir de recuerdos por lo que tomó de aquel bloc de dibujo aquella hoja que contenía el boceto y lo arrancó con rabia, tomó su lápiz y con sumo cuidado comenzó a dibujar aquellos ojos que alguna vez le habían hecho el más feliz de todos los hombres y que ahora vivían en su memoria martirizándolo como si el hecho de recordarala fuera su propio castigo. Mientras se dedicaba a plasmar los dos luceros de su ex esposa, millones de recuerdos golpearon su cabeza y de entre todos estos se concentró en uno en particular.

  El primero y más especial no fue ni más ni menos cuando la conoció y pudo ver sus ojos miel por primera vez.
Esa vez que se sintió como un niño viendo el mayor tesoro que jamás alguien se imaginó, la vez que se obligó a calmar a su corazón porque sentía que se iba a salir del pecho. La vez que experimentó el amor a primera vista.

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