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Estado de Hidalgo (MEX).





Es curioso como tantas personas en el mundo buscan olvidar de inmediato a personas que simplemente no pueden ser olvidadas . ¿Cómo puedes intentar olvidar abrazos sinceros o besos que trasmitan tanto? ¿Cómo puedes intentar olvidar miradas que albergan miles de sentimientos? ¿Cómo borrar de la mente tantos recuerdos? ¿Qué hacer para evitar que la piel se erice como la primera vez de tan sólo recordar el más ligero roce?¿Cómo puedes convencer a tu corazón que olvide a alguien a quién no quiere olvidar?

Valentina quería odiar con todas sus fuerza a José Miguel Montesinos. Decía odiarlo por no haber sido un buen esposo, por no haber sido un buen padre y lo odiaba por haberla abandonado. Por haberla dejado sola cuando ante los ojos de Dios juró permanecer a su lado para siempre.

Pero por lo que más lo odiaba era porque había conseguido seguir su vida sin ella como si nada hubiera ocurrido. ¿Por qué ella no podía?

No es que no lo hubiera intentado pero se negaba a reprimir su tristeza, ella quería sentir y poder sufrir. Aunque aquello que sintiera la hiciera doblegar sus rodillas.
Ella no quería sentir nada por ningún hombre más porque ella había quedado profundamente enamorada de José Miguel Montesinos. Aquel hombre que tenía una obsesión por comer manzanas, aquel que haría hasta lo imposible para poder demostrarle cuánto la quería.
Ese hombre que había hecho que su amor se asemejara a la más pura de todas las magias.
Ahora ella ya no sentía ni creía en la existencia de esa magia.

Y se había prometido que nunca la volvería a sentir.

Y ella estaba convencida de que lo había olvidado y juraba ante Dios que lo odiaba con todas sus fuerzas. José Miguel para ella era un simple recuerdo muerto.

Sabía que era prácticamente imposible reemplazarlo porque José Miguel la había marcado en alma y cuerpo, lo único que realmente pudo reemplazar fue aquella magia por la pasión más carnal de todas. Y es por eso que ella se encontraba enfrente de aquella puerta en aquel motel solitario de Pachuca.

Bajo el falso nombre de María Manrique se había presentado en aquel lugar. No es tampoco que ella se sintiera emocionada de sobremanera por aquel encuentro.

Hacía demasiados años que ella no se ponía realmente alegre por lo que sucedía a su alrededor. Aquello era simplemente un desfogue mental y por supuesto que también corporal. Su cuerpo se lo exigía.

Lo cierto es que no recordaba muy bien cómo aquel acercamiento entre ella y su compañero sexual se había dado.

Sólo recordaba una tarde lluviosa dentro de su oficina en la procesadora que se había alargado más de lo usual pues estaban debatiendo los puntos de ventas bajos del mes y ahí estaba él, el reciente vicepresidente que había llegado unos cuantos meses atrás.
Una tarde llena de estrés suele llevar a una copa para descansar y esa copa lleva a algunas más hasta terminar en un beso hambriento y desesperado.

Y hay besos que terminan con la primera citación en aquel motel. Un motel que era testigo de algunos encuentros ocasionales con mucho derroche de pasión.

Ese día no era distinto a sus otros encuentros. En aquel momento ella no era Valentina y su acompañante no era Damián.

Simplemente eran dos personas que se entregaban sin miramientos de por medio. Sin problemas. Sin sentimientos. Sin amor.

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