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San Pedro de las Peñas, Hidalgo (MEX).


La soledad a veces perturba y atormenta haciéndote reflexionar más de lo necesario sobre cuestiones que voluntariamente no queremos recordar o por lo menos intentamos sacar de nuestras mentes. Eso es lo que ocurría aquella tarde en aquella inmensa hacienda.

Valentina Villalba se encontraba en su despacho perdida en su mente, pocas horas atrás se había marchado Iluminada de la hacienda y poco a poco sentía cómo el vacío del que pretendía que era su hogar la asfixiaba como si con la marcha de Iluminada todo el oxígeno hubiera desaparecido también. Lo cierto era que aunque a veces se comportara altanera con Iluminada, la apreciaba demasiado. Ella era su única compañía tras la muerte de Benita, tras la muerte de Ivanna, tras el abandono de aquel hogar por parte de su tía y de don Ernesto. Ella era la única que estuvo tras la muerte de Cecilia y fue la única que estuvo tras la partida de su ex esposo.

Si lo pensaba bien realmente Iluminada era la única alegría en aquella casa pues Valentina sabía que se había convertido en una amargada pero era obvio; cómo iba a poder ser feliz si la única vez que se había sentido realmente feliz y viva , le habían arrebatado todo tan rápidamente que no pudo disfrutarlo lo suficiente.

Y la pregunta que rondaba su mente cada vez que se disponía a debatir consigo misma era la misma.

¿Por qué a mí?

No sabía qué tipo de karma estaba pagando, tal vez era de otra vida esta culpa y ella debía pagarlo o quizás es que ella debió haber ofendido a Dios. No podía asimilar que aquellas desgracias le ocurrieran a ella.

Había perdido a sus padres siendo apenas una niña, creció a la sombra de su prima Ivanna y del profundo favoritismo que su tía ejercía por Ivanna. Cuando creyó que por fin sería feliz con un hombre aparentemente bueno la vida le jugaba una mala pasada y la dejaban plantada en el altar obligándola a huir a una vida que le traía malos recuerdos. Allí se había enterado quién había sido aquel hombre quién no contento con jugar con ella, aprovecharse de ella y mentirle le había sido infiel con su propia prima. Tampoco supo qué tan mala suerte tuvo para que todo el pueblo la odiara y no la entendiera haciéndola sentir miserable, no sabía por qué un tipo tan ruin y asqueroso como Rosendo se había obsesionado con ella y cómo este terminó haciéndola sufrir tanto. Por si no tuviera poco, se enamoró de alguien quién era objeto de perdición de su prima; no entendía por qué la vida hizo que se tuviera que enamorar de José Miguel y por qué este era tan malditamente perfecto. Jamás entendería por qué la vida le quitó a su mejor amiga: Por qué su nana tuvo que morir. Si ella estuviera viva quizás y sólo quizás ella no se encontraría en ese pozo sin fondo. Tampoco podía concebir la idea de la muerte de su prima por pura demencia sin llegar a sentirse tan culpable. ¿Sería ese su karma?

Y lo no podía caber en su cabeza, o más bien no quería hacerlo, era por qué la vida se empeñó en quitarle a su hija. Cecilia no tuvo la culpa de sus errores o de los errores que cometió José Miguel, ella era un alma pura y cada vez que recordaba los ojitos de su pequeña una parte de su corazón se rompía en otro pequeño pedacito.

De nuevo se encontraba ante la vida de rodillas y con un corazón desecho en sus manos rogándole a Dios o a quién fuera que ayudara a que su corazón dejara de sangrar. Ella solamente quería de nuevo su familia. ¿Acaso era mucho pedir?

Extrañaba volver a sonreír, no quería llorar más todas las noches hasta que sus ojos se cerrasen de tanto hacerlo. Extrañaba reír, sentir y amar. Añoraba a su nana agarrándola de la mano dándole consejos, buscaba desesperada una señal que le dijera que todo era pasajero y efímero pero la sincera verdad ella solamente sentía que poco a poco su vida se iba apagando. Extrañaba tanto tantas cosas y a tantas personas.
Solamente podía vivir con ellas en su mente por medio de recuerdos y buscarlas en el fondo de su corazón regocijándose por encontrar esos momentos intactos dentro de su rota alma. ¿Pero cómo podía no hacerlo? ¿Cómo no iba a extrañar a su familia? ¿Cómo no iba a extrañar a su hija? ¿Cómo podía no extrañar los besos, abrazos y toques de su José Miguel?

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