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El polideportivo en donde se llevarían a cabo las preliminares del torneo intercolegial, estaba repleto de jugadores de distintos institutos, al igual que de su respectivo grupo escolar apoyando a su equipo con bocinas y pancartas. Cada equipo de voley calentaba en un sitio distinto del gimnasio, antes de enfrentarse en aquella guerra por el trofeo y el título de campeón. Sin embargo, se podía escuchar un alboroto desde el lugar que cierto equipo aguamarina había escogido para instalarse.

—¡No te atrevas a tocar mis chocolates con tus sucias manos de simio, Goenji!— el cabello negro se sacudió violentamente al darle la espalda al chico castaño. —¡Son especialmente para Oikawa-san y el resto del equipo!

—Dios mío, dime qué mal he hecho yo para que me castigues de esta forma— dijo el susodicho viendo al techo del gimnasio con pesar —¿Es porque me burlé de mi hermano el otro día? ¡Lo siento tanto por eso!... Pero por favor, llévatela de aquí antes de que ella me haga irme contigo antes de tiempo.

—¡¿Qué quieres decir con eso, ah?!

—No soy loro para repetir las cosas, Kinoichi.

—Tenía la esperanza de que al menos hubieras cambiado de animal, pero veo que sigues siendo el mismo simio sin cerebro.

Matsukawa rió mientras estiraba su brazo izquierdo, a su lado estaba Hanamaki siguiéndole las carcajadas, sentado en el suelo y llevando los brazos a las puntas de sus pies.

—Esos dos nunca cambian, ¿no?— preguntó Issei al aire, recibiendo una afirmación de su amigo de pelo rosa.

—¡Fair-chan!— Oikawa saludó a la muchacha una vez volvió del baño. —¿Volviste tan pronto? Pensé llegarías dentro de dos semanas más.

—Yo también.— dijo con una mueca el jugador de primero.

Recién llegada de su corto intercambio en Brasil, Kinoichi Fair volvió a Japón para retomar su vida normal, y sus labores como manager del equipo de voleibol masculino. Los dos meses fuera de su tierra natal se sintieron eternos, aunque en realidad eran nada ahora que por fin estaba de vuelta en su hogar. Todos los jugadores ansiaban el regreso de su manager... Todos, excepto Kiyama. Desde el inicio de clases, cuando ella aún no había hecho su maleta para irse al otro lado del mundo, tenían una guerra jurada que no parecía tener fin. ¿Por qué? Nadie lo sabía, el castaño lograba sacar a relucir esa actitud fuerte de latinoamericana que la joven de sangre mixta poco dejaba ver. Ella pasaba el día repitiendole que era un simio sin cerebro, y él, preso de su sarcasmo y del espíritu de la burla, no podía evitar hacer sonidos de primate solo para enfadarla más a propósito.

Para Kiyama, no había mayor placer que el de hacer enojar al prójimo.

La aclamada "belleza de primer año" del Aoba Johsai tampoco estaba contenta de ver a su proclamado némesis de buenas primeras esa mañana de viernes, aún estaba recuperándose del jet lag, y al mismo tiempo cogiéndole el ritmo otra vez al trajín de ayudar a los chicos del equipo con las toallas, las botellas de agua, los aperitivos y el botiquín de primeros auxilios; sencillamente no estaba de ánimos para lidiar con Goenji y su fastidiosa personalidad tan ácida. En su lugar, prefirió concentrarse en su querido capitán, sus senpais de segundo y tercer año, y sin olvidar a sus otros compañeros de primero, Kindaichi y Kunimi.

𝐇𝐄𝐘 𝐒𝐓𝐔𝐏𝐈𝐃, 𝐈 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐘𝐎𝐔 ›› Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora