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La vida de Quackity dió un giro de trescientos grados cuando se enteró que estaba embarazado a sus veinte años, con media carrera por delante lo primero que pensó fue en abortar pero algo en lo más profundo de su consciencia no se lo permitió. Ni siquiera sabía quien era el padre, pero entre sus opciones estaban el nombre de Luzu y Wilbur, ambos compañeros de la universidad con los que tuvo una que otra aventura. Trató de hablar con los dos, por separado claro, para darles el anuncio de que probablemente serían padres, para su mala suerte ambos resultaron ser unos idiotas quienes no dudaron en cortar cualquier comunicación con él, Wilbur incluso se mudó a otro estado para deshacerse de toda responsabilidad, solo de recordarlo generaba una gran rabia en el pato.

Nueve estresantes meses después, dió a luz a un niño, Tilin. Cuando cargó a su bebé y vió su linda carita supo que todo lo malo que le pasó había valido totalmente la pena, las malas miradas de sus compañeros, los chismes a sus espaldas, los vómitos, los dolores de espalda y la incomodidad de no poder hacer casi nada con esa panza de embarazo; absolutamente todo, valió la pena cuando tuvo a su bebé en brazos.

No iba a mentir, conseguirle una niñera cada dos semanas a Tilin era algo bastante molesto, entre las clases y su trabajo de medio tiempo con un sueldo mediocre no le daba el tiempo para cuidar apropiadamente de su pequeño hijo de tan solo dos años, si le preguntarán como es que no perdió la cabeza tratando de criar a ese niño durante ese tiempo no sabría qué responder.

El cansancio era más que notable en sus oscuras y marcadas ojeras, pero aún así llegando de trabajar y encontrando a una niñera enfadada con toda intención de renunciar, no le impedía componer una sonrisa llena de cariño para su pequeño sol. No importaba si tenía que esforzarse el doble, incluso el triple o el cuádruple, para mantener a ese niño, su único rayo de luz en el mundo, definitivamente todo su esfuerzo se sentía valioso cada que era recibido con un fuerte abrazo lleno de emoción.

Las noches ya no eran frías para él y ahora tenía a alguien esperando por recibirlo con ansias en casa, algo que siempre anhelo. A pesar de lo deteriorado de su cuerpo y mente, el simple hecho de saber que ya no estaba solo le daba una inmensa felicidad que viajaba directo a su alma.

Si tan solo Tilin no se hubiera enfermado meses después.

Cada día que pasaba era una daga más en el corazón, Quackity sentía su alma romperse a pedazos cada que escuchaba un lloriqueo de dolor proveniente de su pequeño, no hubo noche que no fuera a visitarlo al hospital, y aunque le dolía enormemente ver su delgado cuerpo rodeado con tubos, se tragó toda la amargura en el fondo de su ser para poder entregarle una sonrisa amorosa a su hijo. No hubo noche que no se desvelara mientras veía a su niño dormir envuelto en aquellas sábanas blancas, temiendo que este ya no despertara más.

Sabía muy bien que no importaba qué tanto rogara, rezara, implorara a dios, los doctores ya le habían dejado claro que no podían hacer nada por Tilin.

Maldijo al cáncer un millón de veces. Y aunque los doctores no tenían la culpa, no pudo evitar maldecirlos también. El día en que recibió aquella noticia llegó a casa con el plan de embriagarse hasta la inconsciencia y así fue, amaneció en una posición incómoda en la bañera, con una terrible jaqueca. Se arrepintió al instante al ver que tenía una llamada perdida del hospital, temiendo lo peor se dirigió rápidamente a este, al final resultó ser una falsa alarma.

No se pudo relajar en ningún momento, a sabiendas de que en cualquier segundo podía recibir una llamada con terribles noticias. Ni siquiera podía concentrarse en sus estudios, así que tuvo que dejarlos de lado un tiempo para dedicarse con totalidad a su niño. Pasó día y noche con él, tratando de no abandonarlo para nada, cantando canciones en su oído y leyendo sus cuentos favoritos, llenándolo de todo el amor que no pudo darle antes debido a su ausencia en casa.

Finalmente después de unos días siguiendo con esta nueva rutina, Tilin falleció. Quackity recuerda con exactitud la noche anterior a la tragedia, su hijo le dijo entre pausas largas que lo amaba y le pidió que fuera el mejor maestro, que lo iba a ver desde el cielo todos los días. Quackity no pudo evitar desarmarse ahí mismo ante su hijo, no pudo mantener más esa sonrisa forzada y se rompió en un llanto amargo, pidiendo perdón y repitiendo sin parar que él también lo amaba mucho y que prometía ser una mejor persona para que se sintiera orgulloso de él.

Sin saber, esta había sido su despedida.

Quackity despertó, desconcertado por lo vívido de su sueño, que más que nada fueron un montón de recuerdos. Se talló los ojos y trató de levantarse para encender la luz, pero tropezó en el intento cayendo de rodillas al suelo sintiendo un repentino dolor en las caderas que lo hizo quejarse.

De repente recordó todo lo que había hecho y con quien, se sintió avergonzado. El sueño que tuvo parecía ser una reprimenda de los dioses, recordándole que no estaba cumpliendo con su promesa. Pensó en el pequeño Ramón y no pudo evitar ver a Tilin en él, probablemente tendrían la misma edad, su corazón se encogió imaginando escenarios en donde él sea la causa de arruinar la vida de ese niño. Entre los recuerdos frescos del sueño y su consciencia que no lo dejaba en paz, la tristeza lo invadió.

Se quedó en la misma posición a gatas en la que cayó momentos atrás, no supo cuanto tiempo estuvo así pero sus piernas comenzaron a hormiguear del entumecimiento.

Spreen venía despertando apenas, siendo recibido por una oscuridad inesperada, lo primero que hizo fue buscar con el tacto a sus costados tratando de dar con el cuerpo de su amante sin encontrar nada. No se alarmó, después de tallarse los ojos lo suficiente pudo adaptarse un poco hallando la forma de las siluetas de los muebles en la habitación. Encontró la figura borrosa de Quackity arrodillado en el piso, apoyando su cabeza contra la mesa y se preguntó si estaba despierto, ya que no se movía para nada. Se levantó del sofá sin hacer mucho ruido y se acercó por detrás al pato.

Quackity sintió unos brazos rodearle la cintura e inmediatamente fue levantado en el aire como lo más liviano del mundo. Spreen lo cargaba en brazos como una princesa y no pudo evitar sentir un revoltijo en su estómago, quiso llorar porque el tacto de Spreen se sentía tan bien en él, se sentía como si tuviera que ser así y eso le dolía bastante porque no era correcto, no podía permitirse enamorarse de un hombre que ya le pertenecía a alguien más, alguien que tenía una familia ya hecha, no podía, pero a la vez tampoco pudo controlar su acelerado corazón cuando el argentino se sentó en el sofá sin soltarlo y lo apretó en un cálido abrazo, preguntando si estaba bien o si necesitaba algo con una ternura en su voz que nadie le había mostrado nunca.

—Ojalá te hubiera conocido antes —soltó el pato en un débil murmuro contra su pecho, sinceramente.

Spreen compuso una sonrisa triste que no fue vista por el otro y acarició su cabello suavemente en forma de consuelo.

—Lo mismo digo.

Ambos sabían que ya no había vuelta atrás, el simple capricho de Spreen en no querer permitir que su hijo reprobara se había vuelto demasiado grande ahora. Tanto el profesor como el hombre rico estaban conscientes de que nada iba a salir bien de esto y quizá sea porque lo saben que se sentían profundamente dolidos.

Porque Spreen por fin había sentido algo removerse en su frío corazón.

Porque Quackity por fin sintió la calidez de otra persona después de años de soledad.

Y ninguno pensaba decirlo en voz alta, porque ambos no querían pensar más allá de que se tratara de simple deseo, ya habían caído en cuenta que no era así pero ninguno lo iba a admitir.

Sin querer, sentenciaron mentalmente un pacto, uno donde seguirían viéndose para tener sus clases personales sin sentimientos de por medio.

Clases Personales | SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora