Clases Personales | Spreeckity

03

La casa se veía igual por dentro como por fuera, acogedor era la palabra que la envolvía. Bien dicen que las cosas se parecen a sus dueños, y esta casa gritaba el nombre de Quackity por todos lados.

Spreen no lo conocía lo suficiente personalmente pero ya tenía más de un año de verlo en aquellas reuniones de padres que organizaba cada cierto tiempo como para saber el tipo de persona que era, no es como si antes se hubiera preguntado en qué tipo de hogar viviría el profesor de su hijo pero de haberlo imaginado sería justo como este lugar.

Ahora mismo se encontraba sentado en un cómodo y pequeño sofá rojo mientras Quackity le preparaba un café con la excusa de que primero quería relajarse un poco después de tan larga jornada de trabajo.

La realidad era que el pato no hallaba forma de escapar de esto, el día de ayer se desconoció, es tan simple como que alguien lo insulte en su cara tal y como lo hizo el oso para que algo se encienda en él. Nunca pudo entender la razón de que aquello le sucediera y de hecho ya se le había olvidado, desde que obtuvo su maestría nadie había tenido motivo para insultarlo.

Además se arrepintió toda la noche anterior, pudiendo dormir poco pensando en lo desvergonzado que había sido esta vez al meterse con un casado, aunque había hecho cosas peores en el pasado, eso eran, pasado, el que se supone era hoy en día jamás volvería a hacer una jugada como esas, pero mírenlo aquí, sirviendo un café para él y para su amante que lo espera sentado en su sala.

Esta misma mañana se propuso cortar cualquier relación más allá de la formal con el padre de su alumno pero de cierta manera no pudo evitar sentirse triste ante ese pensamiento. Se sentía mal por el hecho de que se estaba comiendo el mandado de alguien más pero la verdad era que lo que pasó le había gustado bastante. La moral lo abandonó después del transcurso del día y dejándose llevar por la tentación le envío un correo con su dirección a Spreen, invitándolo a coger.

Suspiró con pesadez recordando eso, su mente iba de un lado a otro, era como si tuviera un ángel y un diablo en cada hombro los cuales le aconsejaban por que camino ir. Quackity quería ser una buena persona, se lo prometió a Tilin pero por otro lado sentía una chispa saltando en su corazón la cual llevaba muerta hace tiempo que se le hacía imposible de ignorar. Con la mente confundida se dirigió a la sala no sin antes componer esa sonrisa dulce que lo caracterizaba antes de pasar.

-Toma, con cuidado está caliente -Spreen tomó la taza ofrecida por el otro sintiendo la porcelana calentar sus manos levemente.

Quackity dió un pequeño sorbo a su bebida, sintiendo que estaba muy caliente aún, dejó la taza reposar en la mesita frente a él. Spreen lo imitó.

-Necesitamos hablar -dijo seriamente.

-¿Me vas a cortar? -preguntó el argentino, fingiendo estar asustado.

Quackity rió y negó con la cabeza volviendo a repetir "seriamente".

Spreen asintió, esperando a que el otro continuara con su charla.

-Bien, ehh, para empezar lo de ayer no debió pasar y no creas que me estoy echando para atrás pero tengo mucho miedo sabes, hace tiempo que no hago esto con nadie y no sé además es raro porque eres el papá de uno de mis alumnos y...-sus balbuceos fueron interrumpidos por unos labios los cuales lo comenzaron a besar con necesidad.

Quackity quiso resistirse y alejarse, darse a respetar y decir que lo escuchara, pero una vez que la lengua ajena resbaló traviesamente sobre su labio inferior se olvidó de todo.

Spreen estaba intentando poner atención, en serio, pero mientras más veía como los rosados labios se movían dejó de escuchar las palabras que salían de ellos para concentrarse en lo irresistibles que eran, la gota que colmó el vaso fue cuando vió como el de beanie pasó su lengua por estos, relamiéndose. No supo más de autocontrol y se lanzó directo al contrario atrapando por fin esos labios con los que soñó toda la noche y pensó en el día.