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—Llegas tarde —Fit recibió al argentino en la puerta de su casa con los brazos cruzados, claramente molesto.

Ante los ojos de Spreen este era su pan de cada día, no le dió importancia y le pasó por un lado con Ramón siguiéndolo por detrás. Este último abrazó las piernas de su otro papá con felicidad.

Fit sonrió hasta con los ojos, sintiendo mucha ternura por su hijo, lo quería más que a nada en el mundo pero de verdad que le parecía una desgracia que tuviera que compartirlo con el idiota de Spreen quien no se interesa mucho por mantener una buena relación familiar.

Spreen se fue directo a tomar una ducha, se sentía sucio como una rata. Ni siquiera pudo ver a Fit a los ojos, no después de haberle sido infiel. Si bien, su matrimonio desde un inicio fue organizado por sus padres y no había más que interés monetario de por medio, no le daba menos importancia al hecho de que lo acababa de traicionar y eso lo hacía sentir fatal. Nunca lo quiso, ni al principio ni mucho menos ahora pero aún así tenían un hijo, aquel ser que fue creado a partir de su unión. No pudo evitar sentirse peor al recordar el hecho de que gracias a su hijo también había conocido a la persona con la que se metió.

El agua fría caía a chorros sobre su cabeza, intentando refrescar su mente la cual estaba hecha un desastre gracias a la culpa, pero no le sirvió ni un poco. Su cabeza no paraba de pensar en aquel rostro y aquel cuerpo tan tentadores para su persona, sentía un deseo inmenso que era más fuerte que cualquier culpa e irónicamente eso le generaba más malestar. Jamás en su vida se había sentido así, antes de Fit hubo alguien a quien creyó amar pero lo que sentía ahora no se comparaba a lo que sintió por esa persona.

Debe ser solo deseo, pensó.

Si es que el deseo se mete en tus sueños, lleno de lilas, lunares y una bonita sonrisa, entonces sí, era puramente deseo.

Spreen se despertó de golpe, acababa de tener un sueño con el profesor de Ramón, uno muy raro en dónde estaban en medio de un campo rodeados de flores, acostados y compartiendo besos mientras le hallaban forma a las nubes.

En el sueño se la estaba pasando demasiado bien pero una vez recuperó la consciencia lo único que sintió fue terror puro.

—Buenos días, ¿estás bien? —su esposo que acababa de despertar también saludó a su lado un poco preocupado por la expresión asustada en el oso.

—Todo bien, buenos días —respondió como si nada tratando de sonar tranquilo, cosa que funcionó ya que Fit no insistió.

Decidió no pensar más en lo que soñó, con suerte en unos minutos más ya no lo recordaría.

Lamentablemente no fue así; ya pasaban de las dos de la tarde y se encontraba sentado en la recepción de su empresa, con su traje mojado, su oficina se había incendiado debido a una lámpara la cual nadie se había percatado que tenía fallos, los aspersores no tardaron en activarse y apagaron todo el fuego con éxito. Sin embargo para asegurar que no volviera a pasar esto mandó a que checaran cualquier cosa flamable dentro. Unas flores lilas estaban en el centro de una mesa frente de él, no pudo evitar recordar detalladamente su sueño. Frustrado se levantó del elegante sillón y fue a avisar que mejor se tomaría el resto del día. Nadie se opuso ante esto, después de todo era el jefe ahí.

Dijo que iba a tomarse el día pero la verdad es que pensaba adelantar todo el trabajo pendiente que le quedaba en casa, no le gustaba hacer esto ya que tenía que estar concentrado y su casa no era un lugar ideal para. Ya sea porque Fit necesita ayuda con algo o por las interrupciones de su hijo mientras hacía papeleo importante, además de la música infantil sonando a todo volumen en la televisión en la sala eran algo con lo que no podía laburar agusto.

Clases Personales | SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora