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Wilbur ha sido inseguro e indeciso toda su vida, desde que tomó consciencia de sí mismo hasta la actualidad. Sin embargo, hay una cosa en la cual está más que seguro y es el amor que sintió y siente por Quackity. No fue su primer amor, tampoco su primer beso y mucho menos su primera vez, no fue ninguna de esas experiencias pero aún así Quackity lo marcó tanto, demasiado como para enterrarse en lo más profundo de su corazón y mente, no como el primero sino como el último. La última persona que amó y amaría, porque no quería a nadie más, después de él no existían los demás.

Entonces, cuando estuvo en esa etapa en la que cada vez se acercaba a formalizar su relación con el pato, cometió un grave error. La falta de comunicación lo fue, el día en que Quackity llegó con lágrimas en los ojos y le dijo sobre su embarazo lo asustó, pero aún así aceptó mentalmente la responsabilidad, a pesar de que sus padres lo amenazaban con centrarse en sus estudios y terminar su carrera si no quería ser echado a la calle, Wilbur tomó la responsabilidad de lo que sería ser un verdadero padre.

Pero con lo que no contó fue con su madre escuchando la conversación a escondidas. Wilbur sabía bien lo que sus padres pensaban de Quackity, una distracción más a sus estudios, sin embargo, aunque eran un poco pesados al respecto con su relación nunca llegaron a interponerse entre ellos.

Hasta ese día. Su padre colocó el boleto con un golpe seco en la mesa, la taza de su café rebotó por el repentino golpe logrando asustar al desprevenido castaño.

—Te vas a Londres, hoy mismo.

Fueron las palabras de su padre, cortantes y sin posibilidad de contradecirlas.

Wilbur siempre fue un indeciso porque sus padres siempre decidieron las cosas por él, no podía tomar decisiones por sí mismo porque temía al fracaso, a terminar siendo un don nadie.

Amaba a Quackity, pero también se amaba a sí mismo, por lo cual elegía sus estudios para poder ser alguien lo suficientemente bueno.

Intentó comunicarse con Quackity de muchas maneras pero por alguna u otra razón no hubo manera. Creyó que su silencio del día anterior fue malinterpretado por el menor y por un momento temió bastante que fuera esa la razón por la cual sus llamadas no eran contestadas. Pero no fue hasta que recordó el correo de este y comenzó a redactar toda la situación.

No hubo día que no le escribiera.

Pero al no recibir respuesta y pensando que estaba siendo ignorado, esos días se fueron convirtiendo en semanas para luego ser meses. Después de dos años por fin había terminado su carrera y emocionado por ello comenzó a planificar su regreso al pueblo que tanto extrañaba. Lamentablemente su hermana, con quién vivió todo ese tiempo en Londres tuvo un accidente que la dejó en un terrible coma, no estaba casada pero tenía una hija de tres años de la cual tuvo que hacerse cargo.

Meses después, su hermana sufrió un paro respiratorio, falleciendo en la madrugada. Dejando a un deprimido Wilbur por la pérdida, con una niña a su cuidado.

No se rindió y se dedicó a trabajar y ahorrar lo suficiente para regresar junto con Tallulah a su pueblo. Finalmente después de un año y meses más por fin llegaron a donde tanto anhelaba con regresar Wilbur. En cuánto llegó a su antigua casa no perdió el tiempo y comenzó a investigar lo mejor que pudo sobre alguna pista de Quackity, temía que se hubiera ido de ahí, pero su sorpresa fue grande cuando descubrió que era el profesor de su propio kinder. Rápidamente investigó sobre este y no tardó en inscribir a Tallulah, serían dos pájaros de un tiro.

Sin embargo, las cosas no estaban saliendo según lo planeado. O es que él había sido tan tonto como para pensar que Quackity se lanzaría a sus brazos cuando lo viera de nuevo, como en los viejos tiempos. Se encontraba triste y frustrado mientras veía el té frío de su taza con la mirada perdida, pensando en cómo arreglar las cosas. Tallulah se dedicaba a dibujar mariposas a su lado, sin prestarle atención a lo ido que estaba.

De pronto le funcionó el cerebro y la felicidad volvió a su cuerpo. Los correos estaban en su propia cuenta, podían ser leídos por Quackity desde esta. ¿Por qué apenas había pensado en ello?

Con la idea en mente, llevó a la niña hasta el auto y le pidió que se portara bien en lo que regresaba.

Spreen jamás había manejado tan de prisa como ese día, temiendo que algo malo le hubiera sucedido a Quackity, se estacionó horriblemente sin importarle mucho si alguien llegara a quejarse. Corrió hasta el salón de clases y abrió la puerta encontrando a Quackity con una mueca de preocupación en su bonita cara mientras guardaba cosas en cajones.

—¡Spreen! —la expresión preocupada fue reemplazada por esa linda sonrisa que el maestro sólo podía formar para él.

Quackity no tardó en dejarse ir a sus brazos, por un momento estuvo a punto de ir a buscarlo a su empresa para ver si estaba bien, su alegría fue genuina al verlo más que bien ahí parado. Después de apretarlo fuertemente en sus brazos le dió un pequeño golpe en el hombro, con fingida molestia.

—¿Por qué no contestaste mi llamada, oso tonto?

—Lo mismo debería de preguntarte a vos —contrarrestó el argentino, con el mismo tono de reproche.

—Tuve que salir un momento a arreglar un asunto muy estúpido y dejé mi celular en el escritorio, lo siento...

—No te preocupes, lo que importa es que estás bien, ¿cuál fue el asunto ese?

—No quiero hablar de eso, quizá en otro lugar y en otro momento, como en mi casa por ejemplo.

—¿Me está invitando a su casa profe?

—Así es, me parece que hoy usted tiene programada una clase particular conmigo.

—¿Así se le llama a coger ahora?

La risa de Quackity no tardó en salir, terminando por tumbar su papel seductor. Spreen admiró la vista de Quackity riendo por su tonto chiste y no pudo evitar besarlo, agradecía haber llegado a la hora en que los niños ya habían sido recogidos por sus padres. Sino tendría que volverse loco por no poder besar esos labios en este momento.

—¡Quackity!

La puerta fue abierta abruptamente, fue demasiado tarde para tratar de disimular que se estaban besando.

Del otro lado de la puerta, Wilbur los veía con los ojos abiertos, en completo estado de shock.

—Mierda —maldijo Quackity en voz baja, irritado por haber sido descubierto justo por esa persona.

Clases Personales | SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora