IX

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Como alma que llevaba el diablo uno de los guardias de la ciudad entró en conjunto con uno de la guardia real clamando por la atención de la reina quien en esos momentos acompañaba al menor de sus hijos en su recuperación —Demandamos hablar de inmediato con la reina Rhaenyra, traemos noticias urgentes — un fuerte relámpago azotó el oscuro cielo anunciando la presencia de una torrencial lluvia. La soberana fue notificada de inmediato por una de sus acompañantes, ésta bajo a toda prisa portando aún sus ropajes reales.

—¿Qué ha sucedido que se presentan a estas horas? —cuestionó de inmediato. Tras de ella bajaban su esposo el rey consorte y su primer hijo en conjunto, Aegon III.

—Lamentamos irrumpir su noche alteza, tenemos noticias que no serán de su agrado. El traidor a la corona ha regresado a la ciudad, no solo eso, ha osado mancillar con su presencia el último descanso del príncipe Joffrey. Sin su autorización no podemos adentrarnos al templo, sería un pecado desafiar sus órdenes —ambos hombres solo necesitaban un pequeño asentir para dar la orden.

—¿Qué han dicho? ¿Acaso hablan de...? — calló sus labios con los dedos no deseando confirmar sus sospechas.

—Sí su alteza, Daeron Targaryen. Ahora mismo se ha encerrado en el templo, no sabemos que desgracia estará causando ahí dentro. Pedimos al septón por su atención, pero éste no responde a nuestro llamado, por ello la necesitamos a usted. Solo ordénelo y las puertas caerán —empuñaban las armas con ganas de atravesar el cuerpo de tan infame muchacho, al menos en su pensar.

—¡Ese maldito de nuevo! —exclamó Aegon con profundo pesar e ira —Padre, madre ya demasiado ha sucedido como para permitir que ese traidor se aproveche del paso de mi hermano al otro mundo, autorícenme ir, déjenme comportarme como un guardia del rey lo hubiese hecho, bríndenme el honor de defenderle, aunque sean los últimos momentos de Joffrey en este mundo ¡Traeré su cabeza inmunda y será la mejor moneda para que mi hermano entre a los cielos! ¡El barquero quedará satisfecho! —las lágrimas caían sobre sus mejillas más la voz nunca titubeó. —No importa en cuantas vidas me lo encuentre, en todas le haré pagar con sangre —los ojos violetas del menor enrojecieron, ardían como el fuego mismo.

Rhaenyra estaba demasiado dolida para hablar, fue su marido quien tomó la palabra en su nombre —Entonces ve, y sirve al rey —Daemon accedió.

Con el orgullo de pertenecer a la familia real y deseoso de venganza, cambió sus prendas por una fina armadura, omitió el casco pues deseaba que la última imagen que viese el hijo de Alicent fuese su rostro sonriente mientras enterraba su espada en su corazón. El platinado encabezó la cacería hacia el menor de sus tíos, la lluvia que caía a cántaros no impidió ni retrasó su objetivo; sus botas se hundían en el lodo dificultando no solo su paso ni también el de sus hombres que marchaban junto con él mostrando su respeto y dedicación. El templo no se miraba lejos empero, gracias al clima parecía que tardarían días en llegar.

—Lo quiero con vida— ordenó a sus hombres — yo seré quien tome su último aliento y también seré su recuerdo final —pronunció ante los demás guardias quienes accedieron con una suave reverencia hacia él.

Las personas aún se encontraban arremolinadas en las calles cuchicheando, creando rumores sin sentido, inventando calamidades que no eran ciertas solo para tener la atención del príncipe que se colaba entre ellos. Tanto mujeres como hombres se acercaban desesperados por tocar al de cabellos plateados como si se tratase de un santo, creyendo que sus palabras vacías lograrían un solo gesto suyo. Craso error, en esos momentos no era ya parte de la realeza, era un guardia que debía salvaguardar a su rey así que no le importó tener que empujar, golpear a cuanto obstruyese su camino. Aegon se comportaba como un conquistador haciendo honor al que alguna vez también portó su nombre.

[Romeo x Juliet] {Daeron x Joffrey} HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora