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CHANGMIN

Changmin, pelinegro de alta y larga figura, con rasgos faciales suaves y dos hoyuelos que lo identificaban, mantenía el ceño fruncido y su mirada perdida en algún punto de la habitación. Se había perdido casi dos años, tiempo en el que su pueblo padeció de enfermedades y de sin fines de crisis. Un caos. Se arrepentía de haber tomado valentía y descender al infierno en busca de Juyeon.

Cuando despertó de su estado supo la verdad, todo lo que había pasado en el mundo, la guerra, los desastres, el despertar de el ejército, los cristales, la verdad sobre Chanhee y Juyeon.

Juyeon...

El Dios que fue convertido en malvado.

¿Realmente era así?

Por supuesto que no. Nadie está obligado a acabar con la vida de otros. Juyeon, en su sed de venganza o no, eliminó a muchas personas, incluidos a niños, sabía como jugar sucio sin ensuciar sus manos. Por eso es el Dios del inframundo, nunca se le debe creer; Sunwoo lo hizo, creyó en él, o quizás le creyó a alguna vaga promesa que ahora sólo él recordaría. Juyeon es un Dios con mucho poder, no es de Sombra, originalmente lo era, sí, pero ahora ese poder le pertenece a él.

Él no lo pudo detener.

Pero Sunwoo a él sí.

El Dios de la guerra estaba dispuesto a acabar con su vida. ¿Venganza? ¿Rencor? ¿Ira? ¿Cuál era su verdadero objetivo?

Por mucho que lo pensara no lograba encontrar una respuesta, no había nada. Y sabía que algo iba mal en Sunwoo, y el hecho de que saliera de su escondite después de cinco años también le parecía algo extraño.

Aquella vez...

-No lo hago por nadie, así que es mejor que retrocedas- Habló Sunwoo con voz despreocupada. Agitaba al azar una daga que tenía en sus manos.

-No me importa tu objetivo, pero ¿por qué? ¿Por qué traicionarnos?- Preguntó Changmin un poco preocupado y herido por aquella traición.

-¿Traición? Si hablamos de traición ninguno de nosotros puede juzgar. Todos, tarde o temprano nos convertimos en traidores, es cuestión de elegir el lado que te convenga.

- Qué hip...- La frase de Changmin se vio interrumpida por un fuerte dolor en la nuca. Alguien lo había golpeado. En ese momento cerró los ojos.

Contó hasta cinco.

Uno...

El dolor era muy fuerte, no era capaz de moverse.

Dos...

Cae sobre sus rodillas, sin fuerza alguna, sin decir nada.

Tres...

Cuatro...

Sus labios se separaron y pudo respirar.
Abrió los ojos ya lleno de lágrimas, no por el dolor, sino por lo que había causado. Pero ya no había rastro del dolor. Miró a Sunwoo, se veía borroso, lo era, a excepción de una luz un poco opaca que poco a poco se acercó hacia él. Hasta que sintió una punzada en su pecho y aquello que veía borroso ahora era completamente negro.

LA SOMBRA DE LA OSCURIDAD   ͟͟͞͞➳ The BoyzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora