flores amarillas que alumbren mi alegría

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epílogo

Era la decisión más estúpida que Katsuki pudiera haber pedido. Como siempre. Parecía que la inteligencia lo perseguía, pero él era más rápido.

De cualquier forma, se agarraría los huevos y enfrentaría sus problemas. Se negaba rotundamente a echarse para atrás.

Había decidido, en base a consejos mecos que le dejaban en su tablón de Tumblr. (Él tenía seguidores constantes en aquella app. Nadie puede decirle nada, ahí estaban algunos muy buenos amigos. Tal vez eran unos viejos rabo verde de 50 años, pero él les tenía aprecio porque le habían dado atención cuando más la necesitó.)

Regresando, pensó que regalarle flores a un florista iba a ser la Meca de la irreverencia, como dijo Papi Dross, pues él mismo sabía que si hacía eso debía lucirse. No podía entregarle algo mediocre. El pecas se merece sólo lo mejor de lo mejor.

Ahora se arrepentía. Hacer arreglos florales era demasiado pesado para sus manos pendejas. No podía ni poner maldita goma entre los pétalos antes de que la mano le quedará pegajosa sin razón alguna.

«Pero es por Izuku», se recordó. Él leyó que regalar flores amarillas significaba que deseabas pasar tu vida al lado de aquella persona.

Y para Katsuki no había mejor manera de simplificar su deseo de vida junto al pecoso de trencitas. «Rastas». Aprendió.

Pero ahora el problema era el siguiente: ¿Cómo le explica a Izuku que consumió mercancía en otro lugar que no sea el de él? Era claro que el niño no se enojaría ni nada por el estilo. Pero la conciencia de Katsuki pesaría patéticamente.

Las cosas con Ashido seguían igual. Era incómodo. Ella decidió tomarse un tiempo en su amistad, y él respetó aquello completamente. La bola de imbéciles lo sobrellevaba bastante bien, pues tenían fé en que podían superar aquella mala pasada en su vida.

Ahora debía de concentrarse en su quedante Aka su casi novio. Incluso los cachetes se le ponían rosas nomás de pensar en el bonito rostro sonrojado de Izuku al recibir sus flores, pues Izuku debía de saber el significado de ellas, él sabía de todo en cuanto a flores respectaba. Y si no sabía, Katsuki le explicaría de la mejor forma posible.

Por supuesto, Izuku comprendió el significado. Y le pareció precioso que su -ahora, Katsuki apenas vió el visto bueno aprovechó -novio se esforzara tanto para darle su regalito de fin de cortejo. Era tan lindo. Se esforzaba muchísimo.

Si era honesto, no se sentía mal por haberle "bajado" el novio a Mina. Era raro, sí, pero le demostraba que Katsuki no le pondría el cuerno y que, antes que eso, lo cortaría. Era muy pesimista pero así pensaba Izuku, y era un respiro de aire fresco aquella curita para su constante inseguridad.

Aquella tarde, entre los gladiolos rojos de la esquina de su tienda fue su primer beso. Un pico. Izuku tuvo que ponerse de puntas y hacer fuerzas para alcanzar el grueso cuello de Kacchan.

Y Katsuki, como siempre, la cagó. Le agarró el culo y se lo apretó antes de decir: "Ya puedo apretar éstos globitos."

Izuku, por supuesto, se estaba ahogando entre saliva y sonrojos, con la mirada baja y el corazón acelerado. Se rió, después, antes de manotear la mano de Kacchan para darle un apretón a ambas. La suya notándose que era algo más pequeña. "Aún no, calenturiento".

"¿Pero sí habrá? Estoy caliente".

"Cállate, Kacchan".

Katsuki le dió una maldita risa nasal.


Fin.

florista || katsudeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora