sí, pero le dió lirios a su novia

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Izuku se consideraba a sí mismo como alguien  mentalmente estable, que había salido de un pozo profundo por sí mismo y que, además, logró equilibrar su vida.

Actualmente estaba en medio de su emprendimiento logrando abrir un negocio tan bonito y a su medida como era el de ser florista, a una edad tan temprana, pues sí, había dejado la prepa —jamás se arrepentiría, lo hizo por su madre y lo volvería a hacer—. Y le había ido bastante bien.

Tenía clientes ávidos, constantes, nunca se quedaba sin trabajo y amaba lo que hacía. Tomaba clases de francés —pues el inglés ya lo sabía — y de economía. Seguía viviendo con su mamá, pues ella era su principal prioridad. Su vida era muy buena.

Pero llegó él a moverlo desde las raíces rulosas hasta el empeine de ambos pies.

Cuando llegó, su primer pensamiento fue «cliente difícil» pues la cara del rubio era de un maldito bribón. Pero se equivocó, en realidad era bastante tímido. Y que el mayor no lo escuchara, no quería recibir un golpe, gracias.

Llegó con aparente poca paciencia, sin saber expresar bien qué quería por más opciones que Izuku le diera. Tenía un aura de liderazgo rodeándolo, como si al llegar no pudieras apartar tus ojos de aquel cabello canela, rubio se corrigió, pero algo le decía que la canela era la absoluta definición de aquél casi hombre.

Algo picoso, fuerte, pero delicioso en el punto exacto.

Luego, cuando no hablaba e Izuku empezaba a dudar sobre si era un asaltante, le pidió flores. Le pidió flores para su novia.

Aléjate, se dijo. Ya tiene dueña. Izuku se considera muchas cosas, pero entre ellas no estaba el término de baja novios. Tampoco es que se tuviera tanta confianza como para lograr que un chico heterosexual guapo con una —probable, duda que alguien tan atractivo no saliera con alguien igual de atractiva— novia bonita.

Pero llegó con sus comentarios sarcásticos y sus ojos de fénix,* mirándolo con tanta atención y curiosidad que simplemente su interior se revolvía. Quería tanto coquetear, darle una rosa de su parte y esperar que regresara, pero ya tenía novia.

Era un sentimiento horrible, pero pasajero. Él lo superaría, después de todo es común en su signo enamorarse rápido, igual que los Aries. Incluso sus signos eran compatibles. Qué desperdicio.

Y luego Katsuki continuó yendo, con muchas ganas de regalarle flores bonitas a su novia bonita, e Izuku se sentía morir cada día, pues en todas las ocasiones él le hacía un precioso arreglo al amor de su vida para que se lo regalara a alguien más.

Pero Katsuki escuchaba. Siempre escuchaba. Lo escuchaba quejarse de las abejas que llegaban en un, literal, enjambre, a su tienda, lo escuchaba platicar sobre lo mal vibrosas que eran unas clientas de las lomas, lo escuchaba hablar sobre plantas y con ellas.

Katsuki  se reía de sus bromas tontas y él hacía bromas tontas. Katsuki  le llevaba peluches y dijes que decía le recordaban a él. Dijes de flores, peluches de conejos y de dinosaurios, llaveros de hormigas...

Izuku sabía que Katsuki  no estaba disponible y que, lo único que él podía ofrecerle era una amistad preciosa. Pero Izuku era egoísta. Él quería más. Y se sentía horrible, pues él sabía perfectamente que no debía.

Katsuki  le limpiaba las uñas llenas de tierra húmeda con un palillo de metal cuyo nombre desconocía. Le hablaba sobre la preparatoria a la que iba y sus amigos. Llevaba comida y ambos comían mientras Katsuki  limpiaba y mimaba sus manos con cremitas hidratantes, pues Izuku siempre olvidaba hacer eso, y por consiguiente sus manos casi siempre estaban resecas, con cicatrices y cortes leves.

Y luego Katsuki lo regañaba, porque debía de cuidarse y no tenía que estar poniendo su salud en segunda instancia cuando debía de ser lo primordial.

Con esto, volvíamos al inicio, ya que por más que Izuku deseara no enamorarse, le era imposible con aquel hombre masajeando sus manos con atención mientras su voz —ya totalmente grave— le hablaba en susurros roncos sobre su día con muchas groserías de por medio.

Porque así era él, con sus mal habladas pláticas llenas de criticas a todo aquel que pasara frente a él por la tienda, a todo aquel que llegara y tocara un punto importante en Izuku, como hablarle feo, pues el niño era sensible y Katsuki  siempre estaría ahí para defenderlo de gente estúpida.

Así pues, Izuku no podía evitar que su corazón de pollo se emocionara como un maldito conejo cuando veía a Katsuki  pasar las puertas de entrada de su florería.

Perdón, Mina-chan. Pero me gusta tu hombre.

A veces desearía que Katsuki  cerrara su bocota y dejara de darle halagos.

Tienes muchas pecas, cabrón. Pero esas cuatro de ahí, en cada mejilla, te hacen ver como que más joto, más bonito.”

Sí, eran algo pasivo-agresivos. Pero así era Kacchan. Así le gustaba.

Así se enamoró.

Kacchan logró enamorarlo así, con detalles pequeños y mucha atención. Pues él era un muerto de hambre de ella, y cometió el peor error que un queer como el podría cometer jamás.

Enamorarse de un hombre cis hetero.











hey.  Con ojos de fénix, (pinterest lo explica, go go) pero básicamente es cuando son medios caídos como sleppy eyes (¿)  El término lo saqué de un bl chino bien bonito la vdd.

florista || katsudeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora