Prólogo

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—¡Ethan! —dijo mamá mientras me quitaba los audífonos violentamente.

Alcé la mirada a sus ojos claros. Eran iguales a los míos. Los amaba. La amaba. Había llegado el momento.

—¿Qué pasó mamá? —pregunté esperando haberme equivocado, aunque de todas formas, Emma y yo sabíamos que este momento llegaría tarde o temprano. Si no introducían ellos el tema, lo haríamos nosotros.

Se mordió la marte interna de la mejilla. Estaba nerviosa. Siempre hacía eso cuando no sabía qué decir.

Sí, se dieron cuenta. Soy muy observador.

—Hace rato que estoy llamándote. Esos aparatos que te entras en los oídos no te dejan escuchar lo que pasa a tu alrededor. Puse los ojos en blanco. —Tu papá y yo... Emm —dudó un poco— queremos hablar contigo y con Emma.

Dejé mi expresión intacta. La miré de arriba a abajo y fingí confusión en mi voz.

—¿Se puede saber acerca de qué? —dije mientras me levantaba del sillón blando que quedaba a espaldas de la puerta de mi habitación.

Sonrió tímidamente. Se acercó, me miró a los ojos y me acarició la mejilla.

—Ya verás, hijo. Te espero abajo en 5 minutos. —me tomó por ambos lados de mi rostro, lo llevó hacia abajo, ya que soy bastante alto, y me besó la frente. Un tierno beso de madre. —Te amo. No tardes. —agregó mientras cerraba la puerta.

Definitivamente este era el momento. La conversación sobre la universidad.

Aún tenía ropa de dormir, así que me cambié. Busqué en mi cajón por unos jeans y una camiseta negra. Justo cuando me estaba poniendo los zapatos, tocaron la puerta dos veces. Solo alguien tocaba la puerta dos veces seguidas.

—Entra, Emma —grité.

Entró con una sonrisa nerviosa. Emma era bajita, sus ojos eran igual de claros que los míos y los de mamá. Llevaba puesto un vestido de flores que le llegaba un poco mas arriba de las rodillas, y unas zapatillas, así como su pelo al descuido, como siempre. Era bonita. Era mi gemela. Nos parecíamos bastante. Todo le quedaba bien.

—Buenos días, hermanito —dijo mientras me despeinaba y se sentaba en mi sillón blando.

—Hola Em.

—¿Ya pensaste en cómo le diremos a mamá y papá?

Me rasqué levemente la cabeza.

—Sí. Es mejor decírselo y ya. Simple. No darle muchos rodeos. Queremos irnos a la universidad de Stanford. En California. A miles de kilómetros de aquí. Ya tenemos todo planeado y somos mayores de edad, no pueden impedirlo.

Emma y yo teníamos que ir a la universidad, y teníamos un promedio escolar tan alto que nos estaban ofreciendo becas en varias universidades muy importantes de Miami y del país, pero hay un problema.

No queríamos estudiar aquí en Miami.

Queríamos irnos lejos. Muy lejos. Por una simple razón.

Queríamos, no, anhelábamos, no, NECESITÁBAMOS saber lo que era tener una vida normal. No como los hijos del cantante Prince Royce ni la gran artista Emily Morales, sino como Ethan y Emma Rojas. Por lo menos agradezco a papá tener un apellido común. El hecho de ser hijo de famosos nos había traído problemas a mi y a mis hermanos durante toda nuestra vida. Especialmente a mi.

—Pero Ethan, no es tan fácil, le destrozaremos el corazón a ellos, a Jonathan y a Ellen. Sabes cuanto nos quieren. Especialmente a ti. Ellen te aprecia muchísimo.

La imagen de Ellen llorando pasó por mi mente de manera fugaz. No quería pensar en eso ahora. Ciertamente le iba a afectar. Empujé esa imagen fuera de mis pensamientos de inmediato.

Ellen y Jonathan son nuestros dos hermanos. Ellen es nuestra princesita de 7 años, y Jonny tiene 18. Se sentirá mal porque no le dijimos antes. Ni siquiera lo había pensado.

—Es mejor decirlo y ya. Vamos. Mamá y papá nos están esperando, y es mejor que hables tú. Sabes que tienes robado el corazón de papá.

—Precisamente por eso es tan difícil decirle que los dejaremos. A él y a toda nuestra familia, Et —agregó como si fuese obvio.

Ignoré su comentario y salí de la habitación. Emma me siguió.

Bajamos las escaleras y en la sala estaban nuestros padres, efectivamente. Se sentía la tensión. Papá llevaba un T-Shirt blanco y mamá un pantalón oscuro y una camisa azul. Nos sentamos frente a ellos.

—Hijos, saben que tienen que ir a la universidad. Se que no habían pensado en eso, pero...

—Perdón por interrumpirte papá, pero Emma y yo sí hemos hablado de ello, de hecho, ya tomamos una decisión.

Le mantuve la mirada a mi padre, mientras sentía la de Em quemándome del lado derecho. La sutileza no es lo mío. En algún momento lo fue. Pero ya no lo es. A veces la vida te da golpes tan fuertes que te hacen cambiar y volverte más frío para evitar ser lastimado de nuevo. Pues fui uno más del montón. ¿Para que darle rodeos a las cosas?

—¿Ah sí? —dijo mamá— ¿Qué han pensado? Porque está la University of Miami, que queda cerca de aquí, Florida International University, Nova... Son buenas universidades. —dijo algo nerviosa.

—Mamá, para ya. Nuestra decisión está tomada —dije un poco mas severo de la cuenta.

Escuché a Emma suspirar.

—Lo que Ethan quiso decir, es que... — apretó los dientes y miró hacia arriba—. Iremos a estudiar a Stanford.

Miré a mi madre, esperando por su reacción.

—¿Pero esa universidad no es de internado? ¡Queda bastante lejos!

Inmediatamente miró a mi padre. Pasaron unos segundos bastante largos. Es como si pudiesen comunicarse con la mirada. Miré a Emma. Disimuladamente secó el sudor de sus manos en la falda de su vestido. Me sonrió nerviosamente.

Quien habló fue papá.

—Pensamos que están lo suficientemente grandes como para decidir lo que quieren, así que si lo que quieren es irse, no se lo vamos a impedir.

No fue hasta ese momento que me di cuenta que estaba aguantando la respiración. Expulsé el aire que tenía contenido.

—Gracias —dijimos Emma y yo al unísono.

—¿Cu-cuándo se van? —preguntó mamá reteniendo las lágrimas.

—Mamá, no llores. Los visitaremos cada vez que podamos, y no tenemos que estar juntos para que sepas que te amamos —dije tratando de consolarla— y nos vamos... Este sábado.

Tomando en cuenta que hoy es martes y que ellos no se esperaban nada de esto, fue un poco difícil para ellos.

Papá miró a Emma. Ellos siempre han tenido una relación especial. Tal vez porque ella es la primera hija de papá, y porque ella ama todo de él. Tal vez no hay explicación. Quién sabe.

—Papá ¿Te he dicho que si no fueses mi padre, me casaría contigo? ¡Te amo! —le dijo Emma mientras depositaba besos en toda su cara.

Se limitó a reír y a abrazarla. Luego hizo lo mismo conmigo.

—Los amamos, hijos —dijo mamá.

—Y nosotros a ustedes —dijimos al unísono.

Cada quien retornó a su labor. Mamá a la cocina, papá al estudio, Emma a su habitación y yo a la mía, colocándome mis audífonos para perderme en el mundo de la música otra vez. Sonreí levemente.

No había sido tan difícil como pensaba.

La libertad estaba cerca.

Una Trampa del Destino [TC 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora