Capítulo 2: Pacto entre hermanos.

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Ethan

Miré el apartamento detenidamente, era espacioso, igual que en las fotografías. Entré en la primera habitación para dejar mis cosas, pero alguien había llegado antes.

Un joven uno o dos años mayor que yo se estaba atando los cordones de sus zapatos deportivos encima de la cama.

Mi compañero de apartamento.

Miré alrededor del aposento. Sus cosas estaban regadas por toda el cuarto, lo que quería decir que ya había elegido este, y tendría que quedarme con el de al lado.

El chico levantó la mirada. Sus ojos eran oscuros, pero no sólo eso, eran... distantes, fríos. Al verme, su expresión no cambió en lo absoluto. Terminó de atarse los cordones y me evaluó de arriba a abajo con la mirada.

Era alto, de espalda ancha, tez blanca y complexión atlética. Su cabello negro estaba totalmente despeinado. Llevaba ropa de hacer ejercicio. Se pasó la mano por el pelo, tratando de peinarlo hacia atrás sin conseguirlo. No dejó de mirarme en ningún momento.

—Tú debes ser de primer año —dijo. Me estremecí al escucharlo. Su voz era tan fría como su mirada—. Este estúpido año pusieron las habitaciones con personas de otro nivel. Es el primero que tengo compañero, y solo porque no tuve otra opción. Si no te metes conmigo puede que yo no lo haga contigo. Tú en tu habitación, yo en la mía, yo con mi vida, tu con la tuya. No tenemos nada en común salvo el mismo apartamento, punto. —Relajó un poco su expresión— Soy Mark. Mark Cooper.

Inclinó su mano adelante para que se la apretara en modo de saludo.

—Ethan. Ethan Rojas —dije lo más casual que pude, mientras le estrechaba la mano que me había ofrecido.

Qué calurosa bienvenida.

—Tienes algo, no sé Edgar, pero puede que en algún momento nos llevamos bien —dijo guiñandome un ojo, luego su expresión se volvió macabra nuevamente— o puede que no...

—Ethan —le corregí secamente, rodando los ojos.

—Sí, como sea, hablamos después, voy al gimnasio a ver si consigo una nueva conquista —dijo mientras trazaba curvas con sus manos en el aire, simulando que tocaba unas anchas caderas.

Este tipo era raro.

Salí del aposento de Mark y me dirigí al mío, era idéntico al suyo, pero con una vista diferente. Caminé hacia la ventana y contemplé la vista. La calle principal de Stanford. Pudo haber sido peor.

Stanford es tan colosal que se puede andar en motocicletas dentro del recinto, y aún así las cosas quedaban algo lejos, para que se vayan haciendo una idea.

Lancé violentamente la maleta sobre la cama, tomé dinero y salí al pasillo principal del edificio. Me dirigí al final de éste, donde había una escalera, bajé rápidamente, ya que mi apartamento estaba en el tercer piso y salí a la calle principal.

Fuera de cada edificio habían unas 10 bicicletas amarradas a un tubo sin seguridad, para que el que la necesitara la tomara, pero la mayoría de universitarios andaban en motocicletas. Como el camino a pie de la recepción a mi edificio fue un poco largo, tomé una de las bicicletas, revisé si las ruedas tenían suficiente aire y al confirmarlo, me subí en ella, para dirigirme directo a recepción. Emma debía estar molesta. Odiaba la impuntualidad.

...

Entré a la recepción, ya no habían tantas personas como cuando Emma y yo llegamos. En el lado derecho había un sillón azul cielo bastante amplio, donde había una chica pelirroja leyendo una revista, a su lado había un chico riéndose mientras escribía rápidamente en la pantalla de su celular, una chica rubia de espaldas hablando con otra chica que, esperen, es Emma.

Una Trampa del Destino [TC 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora