Emma
—Te quiero, Ryan. Y esto me está asustando. No se si está bien. No quiero que me lastimes. —dije mientras caminábamos, acercándonos cada vez más a mi casa. Estaba lloviendo. Era la primera vez que le decía que lo quería.
Me miró de arriba a abajo. Luego miró a otro lado. Tardé unos segundos en descifrar su mirada. Hasta que caí en cuenta.
Lástima. Incomodidad.
Me solté inmediatamente de su agarre. Un calor me subía por la garganta y me quemaba los ojos. Quería llorar. Gritar.
Él no sentía lo mismo que yo. Y era muy tarde.
Ya me estaba lastimando.
—¡Emma! —escuché que gritó mientras desaparecía dentro de la casa, hacia mi habitación.
Entré y estrellé la puerta. Me tiré en la cama. Tomé mi almohada y me la acerqué a la cara para que no se escucharan mis gritos.
Y grité.
Grité por segundos, minutos, horas, realmente no lo sé. ¿En qué me había equivocado? Ryan era perfecto. Era alto. Apuesto. Interesante. Me entendía. Amaba las pinturas de mamá. Ah.
Ahora entiendo todo.
Fui al baño a lavarme la cara, bajé las escaleras, necesitaba hablar con mamá. Me acerqué a la cocina. Ahí estaba. Pero no estaba sola. A que no adivinan quien estaba hablando con ella.
Sí, Ryan.
Confirmé mis sospechas. Ryan no estaba conmigo porque me quería. Estaba conmigo para acercarse a mamá.
Me alejé de la cocina sin que me vieran, y me dirigí corriendo a mi habitación, pero esta vez no fue a llorar. Me senté en el hueco de la ventana a ver la lluvia caer mientras pensaba.
Nada parecido me iba a ocurrir de nuevo. Nunca. Y para que eso fuera así necesito irme lejos. Donde no tuviera que preocuparme por si las personas se acercan a mi por ser hija de dos famosos. Donde pudiera tener una vida normal. Donde sólo fuera Emma Rojas.
Me desperté sobresaltada y sudando. Había soñado con el momento en el que descubrí la realidad de Ryan, otra vez. Hacía más de ocho meses que había pasado y aún no dejaba de pensar en eso. Me seguía doliendo con la misma intensidad. No me perdono el hecho de haber sido tan estúpida. Trataba de empujar dicho pensamiento. Me estaba yendo lejos. Cumpliré el propósito que me tracé hace meses.
Ethan estaba sentado a mi lado, durmiendo. Tiene el sueño muy pesado, el desgraciado. Quedamos en que se quedaría vigilando que no nos pasáramos de parada. La ciudad de California es enorme.
Revisé mi mochila y saqué mi pañuelo. Me sequé el sudor de la cara. Odiaba soñar con cosas así. Lo odiaba.
El resto de la semana pasó volando, por lo que como pudieron darse cuenta, ya era sábado, y estábamos en la ciudad de California, camino a Stanford, una de las mejores universidades de este estado. Mamá nos compró un millón de cosas con la excusa de que nunca sabemos lo que podemos necesitar.
La despedida fue demasiado sentimental para mi gusto, Ellen lloró y pataleó y Jonathan mantuvo una expresión indescifrable. Papá hizo jurar a Ethan que me protegería. Como si fuese necesario... De por sí Ethan era un hermano bastante celoso. Mamá le regaló una pulsera plateada con el símbolo de la clave de sol y un pequeño cuadrado que podría abrirse, donde dentro tenía una foto de nuestra familia, y a mi un collar con el mismo símbolo y el mismo cuadrito, para que nunca "olvidemos quienes somos" y todo eso, sin mencionar el hecho de que nos repitieron unas 37 veces que nos amaban. Sí, las conté.
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Una Trampa del Destino [TC 2]
RomanceEthan y Emma Rojas: dos jóvenes anhelantes de vida normal que se le dificulta por una razón: ser hijos de Prince Royce y Eimy M., un gran cantante y una destacada artista respectivamente. Estos hermanos deciden partir a una universidad del otro lad...