5. Un paquete de paciencia por Ebay.

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—Es lindo. —Dije mirando como tomaba agua de un vaso de Barbie, de plástico.

—¿El que?

—Tu penthouse. Señorita adinerada. —Alcé las cejas repetidas veces y ella frunció el ceño haciendo una mueca.

—Solo me gusta estar cómoda.

Dejo el vaso en el lavado y camino hasta mi.

Yo supuse que ya debía irme, no sabía cómo actuar ahora.

—Ah...creo que me voy? —En lugar de una afirmación, sonó como una pregunta insegura.

—¿Por qué?

Rasqué mi nuca.

—Mañana trabajo temprano.

—Oh... —Me pareció sentir decepción en su voz y me sentí un tanto mal.

—Supongo que puedo quedarme y me voy temprano, no importa. —Me rendí y ella dió un salto adorable.

—Quiero maquillarte y hacerte el skincare. —Dijo tomando mi mano para llevarme por un pasillo, y luego entrar a suba habitación sin decoración personal, solo era como la habitación de un hotel.

Era tontamente espaciosa, entraría yo y mi familia entera.

—Sigo sin creer que tengas todo esto para ti sola.

—Me divierto mucho estándolo.

Yo no podría, siempre fui muy dependiente de la gente que quería.

Y mi love lenguage era tiempo de calidad, el afecto. Podía verme fría pero la verdad es que no podía vivir sin decirle a la gente que quería, que la quería y viéndolos todos los días.

—Voy a darme una ducha, ¿me esperas? — Asentí y me senté en el borde de su cama, sin saber que hacer mientras.

Miraba todo, buscando algo que me contara más de ella, pero no había demasiado. Me fijé en unos marcos con fotos en la mesita de noche, y me levanté a observarlos, no sin antes mirar a la puerta y escuchar el agua caer para asegurarme que no saldría y me vería espiando.

Es las fotos estaba ella con sus padres, una indie de 18, graduándose de la secundaria, mostrando sus dientes chuecos y achicando sus ojos haciendo qué las pestañas largos los hiciera una línea fina.

En otra estaba aún más pequeña, con un chico idéntico a ella, idéntico solo que con la cara más cuadrada.

—Oh, Elena te iba a decir que podías encender la tele...—Dijo asomándose en la puerta y yo me di vuelta como si no estuviera tocando nada, aterrada la miré y ella frunció el ceño. — ¿Qué estabas haciendo?

—Nada. —Respondí sin pensar, tontamente.

Ella achicó los ojos y con el albornoz cubriendo su cuerpo y el cabello húmedo salió para caminar hasta donde estaba y mirar.

Los cuadros estaban levemente movidos y ella lo notó.

—No toques mis cosas. —Susurró visiblemente molesta, acomodando los marcos sin mirarme.

—Lo siento, fui entrometida. —Me disculpé sinceramente. — Solo quería ver de cerca lo linda que te veías ahí. — Señalé los marcos y ella me miró y miró las fotos, dos veces.

—Mira pero no toques. —Con esa expresión seria volvió a entrar al baño y yo me senté, rendida.

Pasé un brazo por mi rostro y me quedé pensando. Aveces no sabía decifrarla.

Unas veces me trataba como una amiga, otras como la chica que le gusta, otras veces me odiaba, otras veces hasta me ignoraba.

Porque no todo era color de rosa desde que la conozco.

Con el arte hasta los huesos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora