Prólogo

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La marea se encontraba pacífica, las olas corrían suaves hacia la arena humedeciéndola y llevándose una parte de la misma. El sol brillaba resplandeciente sobre el rostro de aquellos que corrían y jugaban hundiendo sus pies y sumergiéndose en el agua.

En la noche, la brisa se sentía como una caricia al alma, la fogata en medio de una pequeña y acogedora tienda y dos almas que se encontraban fascinadas la una a la otra, jurándose amor entre caricias, besos y promesas.

Tan solo eran unos niños, estaban confundidos según los transeúntes comentaban, el mayor con 18 y el menor con 16. Nadie podía estar más seguro que ellos mismos del deseo y el amor que sus labios entregaban.

Fue la noche de fin de año, que el padre del mayor lo encontró de la mano junto al chico caminando lentamente sobre la arena, robándole besos inocentes, cuando lo tomó del hombro y empujó al otro chico que cayó al suelo confundido. El padre gritaba, con sus ojos sobresaliendo de las órbitas, con las venas en su cuello latiendo con gran ferocidad y la saliva esparciéndose en el aire. El mayor gruñó sobre sus gritos, empujando al padre, quien lo tomó nuevamente del brazo y le proporciono una abofeteada que corrió su rostro hacia un lado, no dolía tanto como ver al menor llorando sobre sus manos arrodillado en la arena, rogando piedad, explicando que lo amaba. El padre levantó al chico del suelo y lo amenazó con que era una abominación y que su hijo no estaba más que tan solo confundido. El menor miró al mayor con lagrimas en sus ojos y su corazón desplomándose cuando no tuvo respuesta alguna, decidió correr hacia ningún lugar ahogado en su dolor y el sentimiento de no ser correspondido a tal manera. El padre tomó la playera de su hijo por sus hombros y camino a paso apresurado hacia su hogar, llevándolo hasta su habitación en gritos y protestas hasta tirarlo en su cama y cerrar la puerta con llave.

-No crie a un maldito maricón, te quedaras aquí hasta que olvides esta tontería.

Gruñó entre dientes su padre del otro lado de la puerta. Era un hombre corpulento, de semblante firme, ex militar, quien lucho por su país incontables veces y no aceptaba que el amor iba más allá que el hombre y la mujer. Su madre, por otro lado, era más consciente de que habían otras posibilidades, pero no se atrevía a contradecir a su marido, ya que era el hombre que propinaba todo lo necesario para vivir cómodamente.

El mayor rompió en llanto una vez que su rostro cayó rendido sobre la almohada, el recuerdo del menor llorando sobre la arena era algo que jamás olvidaría. Haré lo imposible por estar contigo. Pensó cerrando los ojos apretando sus puños contra el colchón.

Del otro lado de la playa, el menor llego llorando a su casa, cubierto de arena. Su madre preocupada se acercó cuestionando que había sucedido, él sólo quería desaparecer, hacerse a un lado y correr a su habitación para llorar. Su madre acaricio su cabello con suavidad y lo abrazo arrullándolo como si de un niño se tratase.

Subió las escaleras y se encerró en su cuarto encendiendo el agua para ducharse y por fin deshacerse de la noche anterior, quería olvidar lo ocurrido, quería quitarlo de su sistema. Había conocido al mayor hacia un mes, cuando llegaron a sus vacaciones, fue amor a primera vista, apenas sus ojos cruzaron, podía sentir como su estómago se contraía y la respiración le fallaba, era tan hermoso, perfecto a su manera y fue el contrario quien se acercó invitándole un helado. Rápidamente se convirtió en su ritual, ir a la playa, encontrarse en un mismo lugar e ir por un helado. Pronto se le dificultó ver al mayor como solo un amigo, deseaba probar aquellos labios que se movían al hablarle, acariciar su piel y enredar los dedos sobre su cabello.

Se confesaría, claro que lo haría y ese fue el mejor día de su vida, cuando el mayor lo estaba esperando sentado en la arena con rosas rojas en su mano y una carta de amor, confesándole sus sentimientos. ¿Como podrían enamorarse en tan solo unas semanas? Era ridículo, pero estaban ridículamente enamorados y no había forma de romper aquel lazo cuando sus labios por fin se encontraron.

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