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—Hana tienes que dormir temprano —dije acomodando mi camisa—. No hagas desastres, la abuela te cuidara ¿Sí? —mencioné tocando su pálida mejilla.
—Ya deja de preocuparte, la estaré cuidando —mencionó mi madre desde la cocina.
—No te preocupes papá, estaré bien, ve a divertirte con tus amigos —ella siempre me mostraba que estaba bien salir a divertirme pero estaba en mi corazón el querer pasarla con ella, así que no la desatendía.
En ese momento bese la frente de mi pequeña y despidiéndome de mi madre salí con dirección a un bar que quedaba a unos 20 minutos de mi casa.
La verdad, para la semana que había pasado y la entrada a la oficina todo fue muy bien, me di cuenta que nuestra empresa está asociada a un equipo de voleibol que me hace recordar los viejos tiempos.
Además estaba pensando acerca del tema de Kei, sé que es importante y, por suerte, mi madre tenía su número ya que iba de vez en cuando a la casa a preguntar de mi pero ella respeto el acuerdo que había dejado en esa carta, regresando se lo pediría.
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Después de tomar un camión llegué a la entrada del bar donde me esperaba Hinata. Con una gran sonrisa me recibió, sin olvidar el gran abrazo que siempre había entre nosotros dos, entré y pude divisar a Sugawara, Daichi, Asahi, Nishinoya y por último, Kageyama.
Por lo que me había mencionado Shoyo tanto Shizumi como Tanaka no llegaron porque tenían que cuidar a su bebé recién nacido, me recordaba la época de Hana cuando era una pequeña bebé, aunque ellos, no lo saben.
—¡Tadashi! —mencionó Koshi— Tanto tiempo sin vernos, ¿dónde te habías metido? —corrió a abrazarme pero pude notar un bulto en su barriga.
—¡¿Estás embarazado?! —fue lo primero que mencioné.
—¿Es lo único diferente? —ambos reímos y nos separamos.
Por lo que me contaban él y Sawamura, después de estar en noviazgo más de ocho años, decidieron casarse y planear una familia; en cambio, Asahi y Nishinoya no tenían mucho de haber regresado de aventuras por el mundo. La cena era armoniosa hasta que escuché como alguien más entraba a la sala.
—¡Buenas noches! —esa voz la conocía demasiado, era de alguien que no podía olvidar nunca en mi vida.
—¡TSUKISHIMA! —todos tenían una cara de asombro ante su llegada.
—Pensé que no vendrías, siempre estás ocupado —mencionó Kageyama.
Esto no lo tenía planeado, ¿cómo podría mirarle a los ojos? No lo lograría, en lo más mínimo, mire de reojo a Hinata y él tenía una cara de sorpresa.
