Capítulo 2: Cinderella

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Puedo resistirme a todo menos a la tentación»

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Puedo resistirme a todo menos a la tentación».

OSCAR WILDE


Se termina de abrochar el pantalón y vuelve a mirarme a través del despejo. Rehúye la mirada casi enseguida, como un ratoncito asustado. Sonrío.

Chicos como él dan satisfacción una vez se rompen. He roto algunos y todos siempre vuelven por más. Una vez muerdes la manzana prohibida, la gula y el deseo por otra probada se vuelve demasiado fuerte e incontrolable. Incluso si volver a comerla puede hacerte daño.

¿Qué cara haría si volviera a tocarlo?

Y si en vez de solo tocarlo me lo llevara a la boca, ¿me apartaría o me permitiría seguir?

—¿Es un secuestro?

Despego la espalda de la pared, arqueando una ceja.

—Parece que te gusta hacer las cosas al revés.

Sus ojos antes brillantes ahora parecen muertos, como se ven siempre en la televisión o las revistas de farándula.

—Si vas a matarme para perjudicarlo, te invito a hacerlo rápido y a huir. Se enojará una vez lo descubra y querrá matarte también.

Avanzo con ambas manos tras la espalda.

—Es normal que quiera hacerlo. Mataré a uno de sus hijos.

Una sombra opaca todavía más sus iría azules.

—No te buscará por ese motivo. Si lo fuera, todo sería más sencillo.

"Para mí"

Parece pensar.

A un suspiro de distancia, el menor de los Barkov tiene que inclinar la cabeza para mirarme, lo que resalta la diferencia de tamaños. Pero ambos sabemos quien de los dos saldría perdiendo si se atreve a gritar. Puedo ser pequeña y menuda, pero sé muy bien donde atacar para que mi enemigo no regrese por más. Y alguien como Aramides, tan corriente e inocente en cuanto al tipo de mundo que siempre me ha rodeado, él no es nadie contra mi.

La idea de domar a un niño rico como él me atrae demasiado. No obstante, el pequeño de los Barkov sigue mostrándose sumiso. Sospecho que su actitud no radica del miedo, sino de la costumbre.

¿A cuántos monstruos te has enfrentado?

Pienso, inclinándome y agarrando su cara perfilada en un agarre apretado.

Aramides Barkov es muy bonito. Y tiene un cuerpo sexy. Incita al pecado. Toda su persona me genera una curiosidad oscura y pecaminosa. Y también muy tonta.

Lo miro fijamente.

—¿Cooperarás? —El filo de mi cuchillo roza su muslo. Él se tensa—. ¿O acabaremos con esto incluso antes de empezar?

La muerte seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora