Un nudo

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Izuku sigue siendo un cajero en una enorme tienda departamental. Cada día debe atender durante doce horas a todos los clientes que pagan sus productos. Algunos son muy amables y sonríen de vuelta, otros indiferentes solo pagan y se van, y cuando tiene mala suerte, más de alguno se comporta abusivo. Pero por lo regular no se queja de su trabajo, le da el dinero suficiente para pagar sus cuentas mensuales, comprar sus alimentos y pagar la cuota del nido colectivo en el Bar Minuit, al que lleva asistiendo desde hace medio año ya.

Así, que no, no se queja de su trabajo.

Es solo que a pesar de ir cada mes al bar a pasar sus celos en el nido para omegas, algo falta.

En su último celo, besó tanto hasta que sus labios ardieron, tocó tantas pieles y sintió tantas manos recorrer cada centímetro de su ser, pero aún así, no logro sentirse satisfecho, lo que ha hecho que su vida caiga de nuevo en ese lapsus de tristeza y soledad que se supone el nido colectivo iba a aliviar.

Suspirando y exhausto de un día más, regresó a su departamento. Sin hambre decidió no calentar su cena de tienda de conveniencia. De nuevo se sentó en su sofá bajo la ventana para ver las calles de Tokio, mientras la oscuridad lo llena todo con su manto.

En una semana será su celo nuevamente y está feliz de que ya no sea tan doloroso como antes, pues los mimos y toques de los omegas del bar le hacen sentir más tranquilo. Pero sin dudas, no es eso lo que necesita, lo sabe, pero no ha querido aceptarlo.

<Un nudo, maldición> Lo sabe muy bien.

Su omega está en la mejor edad reproductiva, por lo que hace semanas que las imágenes de cachorros y artículos para ellos le han comenzado a llamar la antención, pero sigue tan solo como siempre. Sabe que hay personas que lo notan, pero su tonta actitud y timidez no le han permitido acercarse a nadie.

Ha visto como lo observa el hijo del dueño de la tienda en la que trabaja, pero sabe que acercarse a la familia Shimura no es una opción. También, se ha topado varias veces con el alfa de la tienda de conviniencia, un rubio muy sonriente, pero que siendo sincero, su abundante musculatura le asusta.

Y quien sabe cuántos más se han fijado en él, pero como buen omega tímido y despistado que es, ni siquiera los ha notado. 

Sus feromonas dulces anuncian que su celo está pronto.

Los días pasan, lo piensa muy bien, tratando de decidir si volverá al bar o si se quedará en casa a jugar con un dildo con nudo tamaño alfa. Esa última opción ha sido su compañera desde que venció el miedo y se animó a entrar a una sex shop a sus veinte años.  Pero, si ya entró a un nido colectivo de solo omegas ¿Sería tan malo aventurarse al nido mixto?

¿Y si ningún alfa se anima a tocarlo?

El pensamiento lo desanima bastante, pero sabe que en medio del celo, ningún alfa se fijaría tanto en su timidez o fealdad para tomarlo, después de todo, ni siquiera él mismo es tan consciente de sus defectos durante su celo. Lo ha comprobado al animarse a hacer cosas con los demás omegas que en sus cinco sentidos moriría de vergüenza y no podría.

Los recuerdos de las horas más conscientes en el nido omega le hacen enrojecer furiosamente.

Piensa en ello cada tarde noche al volver a su hogar. Los días pasan y su celo está a la puerta, por lo que este fue el último día de trabajo, a partir de mañana empezarán sus días de descanso que por acumulación de horas se convirtieron en sus primeras vacaciones de veinte días. Lo cual lo deja con un celo y más de quince días para aburrirse en su hogar.

-Genial- Exclama malhumorado, al parecer a su omega se le ha dado por aullar desesperado por el nudo que exige para ser preñado, lleva al menos dos días sin dormir bien. Los malestares se acumulan.

No hay nada mejor que la ira y la frustración para tomar decisiones que bien pensadas no las tomarías.

Apresurado arregla de nuevo la maleta de siempre. Esta vez incluye las pastillas anticonceptivas que ha estado tomando en los últimos meses, solo por precaución, por si en medio de su celo se le ocurriera que correr al nido mixto sería buena idea. Como hoy.

Es casi media noche, cuando llega a la puerta negra. Su cabello luce desordenado y sus piernas pesan. El calor molesto se acumula bajo su piel y enciende su entrepierna que agobiada en sus pantalones duele más que cualquier otra parte de su cuerpo.

Esta vez no es Shinso quien le toma los datos en la entrada, algo que le habría importado más si su celo no estuviera llegando con tanta fuerza. En su lugar, un beta pelinegro con apariencia más demacrada que la suya lo lleva hasta el pasillo donde el camino se divide en dos.

-Ya conoces el camino, puedes seguir. 

Sin esperar una respuesta, Aizawa, el esposo de la dueña, deja al omega en el lugar y se marcha para por fin dormir un poco. Izuku lo ve caminar con pereza de regreso a la recepción. En su lugar, las ganas de seguir el camino de siempre a la izquierda parecen haber desaparecido, un ligero aroma a mandarina y canela le atrae hacia el pasillo a la derecha. Lo sabe, allí están los alfas y parece que uno acaba de entrar por lo que su aroma, que normalmente ya hubiera sido absorvido por el aire acondicionado, aún se siente en el aire.

Olisquea y sin pensarlo mucho avanza en esa dirección. El cuarto de los lockes está vacío pero los aromas llenan sus pulmones; hay tantos, todos atrayentes. Mandarina y canela, Madera y sándalo, Limón y pimienta, frutos rojos y algunos más que sabe perfectamente que pertenecen a omegas, todos más dulces que los de los alfas, pero en su estado, igual de atrayentes.

Desinhibido se saca cada prenda del cuerpo, apresurado deja todo en un locker donde la prisa le hace escribir mal su nombre.

Sus pasos se vuelven más lentos mientras se acerca a la gran habitación. Allí también hay muchos cojines y colchones. Pero el frenesí de los cuerpos es lo que le hace tragar saliva con fuerza, de su entrada siente como una gran cantidad de resbaladizo lubricante desciende hasta empapar sus rodillas. Está excitado, su cuerpo está caliente y su alivio está allí, gimiendo y moviéndose lascivamente.

Con lo último de sus fuerzas toma uno de los collares para omegas que cuelgan de la pared, tembloroso logra abrocharlo y entra.

Todo se mueve tan rápido que no logra resgistrar cómo llegó hasta el centro, atrapado entre al menos cinco alfas.

Nido ColectivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora