Capítulo 3

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Joss

Una canción de Michael Bublé suena en el altavoz de mi estudio mientras el cuerpo de Carol salta sobre mi hombría con destreza. Estoy sentado en el sofá, es la segunda vez que la empalo y no puedo negar que su coño se siente de maravilla.

La escucho gemir una y otra vez mientras salta, pero me desespero, así que clavo los dedos en su cintura y empujo la pelvis hacia arriba clavándosela toda. Gruño como un animal sintiéndome satisfecho cuando chilla mi nombre, lo que me da pie para profundizar y darle rapidez a mis movimientos. Me llevo uno de sus pezones a la boca, lo chupo y lo mordisqueo con ansias. Parezco una bestia sedienta y sigo sin creerme que llevaba tanto tiempo sin follar.

De pronto, una extraña sensación me golpea la nuca y, como si fuera un imán, mis ojos se mueven a la figura que está parada en la puerta. Sami nos observa con el labio inferior atrapado entre sus dientes. Está sudada y me es imposible apartar la vista de ella, pero tampoco puedo detener los movimientos de mi pelvis. Parece que está en shock y no puede moverse. Clavo mis ojos en los suyos esperando encontrar una montaña de timidez y vergüenza, pero me sorprendo cuando veo en ellos algo que no he visto jamás en nadie y aunque lo intento, no logro descifrar lo que es.

Carol sigue saltando sobre mi erección y yo sigo empujando dentro de ella. Soy consciente de que debería parar porque una niña nos está mirando y no es correcto, pero joder, no puedo porque aunque no quisiera reconocerlo, lo que veo en sus ojos me excita. La veo tragar grueso, lamerse los labios y luego irse sin más. No sé qué mierda estoy haciendo, pero sigo en mi trabajo. Echo la cabeza hacia atrás y acelero el ritmo hasta que escucho mi nombre en los labios de la pelirroja cuando se corre casi al mismo tiempo en que me dejo ir.

***

Veo a Carol vestirse con paciencia. Yo termino de hacerlo metiendo la cabeza y los brazos por mi camiseta. Sami abarca mis pensamientos. Sé que tengo que ir a verla, no debió presenciar lo que vio, pero tampoco debió entrar a mi estudio cuando fue lo primero que le dije. Además, ¿no se suponía que vendría más tarde?

—¿Me acompañas a la salida, cariño? —pregunta la pelirroja colgándose su bolso.

—No. Ya conoces el camino.

Me mira mal porque nunca he sido tan descortés con una mujer que me acabo de follar, pero ahora mismo lo que menos me importa es lo que piense. Sale resoplando y no le presto mayor atención.

Dejo que se vaya y me sirvo un whisky. Caigo sentado en el sofá y miro a mi alrededor buscando la respuesta a mi pregunta. ¿Qué carajos hago con Sami? Respiro hondo y el leve olor a pintura fresca se cuela por mis fosas nasales. Mi estudio es enorme y es el lugar en el que me siento más cómodo. Sin embargo, me doy cuenta de que tendré que ponerle llaves si no quiero a esa chica revoloteando por aquí y metiéndose donde no le importa.

Me armo de valor sin tener ni puta idea de qué mierda decirle y me encamino a su habitación. Antes de entrar toco y escucho un leve «adelante». Giro el pomo y me la encuentro sentada en un buró frente al tocador, envuelta en una toalla blanca y con el pelo húmedo que le cae mucho más abajo de los hombros, al parecer acaba de salir de la ducha, y se está frotando el brazo izquierdo con los dedos de la mano contraria untados de una crema que se me filtra por todos mis sentidos revelando el olor a coco. Quiero dejar de mirar la sensualidad con la que se acaricia la piel y no entiendo por qué carajos eso me para los pelos.

—¿Necesitas algo, tío? —Levanta la mirada y sonríe.

No tengo idea de por qué, pero veo algo perverso en su sonrisa y esa sensación me recorre la espina dorsal.

—Quería hablar contigo un momento, pero puedo esperar a que te vistas. —Me doy media vuelta para irme, pero me detengo cuando la escucho hablar.

—No es necesario —su voz es demasiado calmada—. Te escucho.

ÉXTASIS (Terminada) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora