[XI] Fortaleciendo vínculos 1/3

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El primer día en la academia, cualquiera estaría muy nervioso, pero eso no encajaba justo ahora con Tōya.

El uniforme le parecía ridículo. Odia las corbatas, la última vez que usó una casi se estrangula.

El timbre sonó dándole a entender que debía entrar al salón, además de que el mismo profesor lo motivó a entrar cuando abrió la puerta.

-Todoroki Tōya. - fue lo único que dijo. Las chicas observaban al estudiante nuevo detalladamente, sus mejillas se encontraban sonrojadas por lo atractivo que era mientras que los chicos lo miraban con el ceño fruncido.

-Siéntate al lado de Shimura-kun - le indicó el profesor.

Tōya se acercó al chico de cabello celeste y se sentó a su derecha. La clase estaba por empezar. Comenzó a sacar los libros y carpetas que iba a utilizar, en medio de eso se le cayó una carpeta azul la cual fue agarrada por una mano que traía dos pulseras negras colgando en la muñeca. Tōya se volteó para encararlo.

-Se te cayó esto, chico nuevo - su voz se le hacía familiar, pero ignoró ese pensamiento para mirar al chico que tenía enfrente con más detenimiento. Sus mechones rubios que se notaba húmedos reposaban en su rostro, empapando la zona. Tōya emitió un sonido en agradecimiento y tomó su carpeta -. Me llamo Takami Keigo, seamos amigos Tōya-kun.

Lo ignoró.

Pasaron las horas y ese chico no lo dejaba en paz. Tocaba su espalda para llamarlo, como éste no cooperaba le comenzó a tirar pequeñas pelotas de papel.

Nada.

Entonces se detuvo.

Cuando la clase terminó, en vez de ir a la cafetería como los demás caminó por los pasillos de la UA en busca de su hermano, la única razón por la que quiso inscribirse en esa academia.

A mitad de las escaleras lo divisó hablando con una chica igual de alta que él y con una coleta que recogía su cabello.

"Mejor no molestarlo" pensó cuando vio una sonrisa en Shoto.

Cuando quiso entrar a la cafetería un ruido resonó dentro de su estómago en cuanto adelante suyo encontró una fila muy larga. La hora del almuerzo iba a terminar antes de que llegara a al menos ver lo que los cocineros servían.

Sabiendo que no podría comer antes de que terminara la hora las náuseas no tardaron en venir.

La próxima vez se traería ese sandwich que vio en la heladera antes de irse, aunque estuviera podrido y lleno de moho.

Sentado solo en una de las mesas, con la cabeza recostada sobre ella, se quedó ahí esperando a que tocara nuevamente la campana.

-Me muero de hambre - musitó con los ojos cerrados.

Una vibración en la mesa lo hizo levantar su cabeza, adelante de él estaba el mismo chico que lo había molestado en la clase anterior con una bandeja que traía dos platos grandes de ramen. Éste separó el conjunto de palillos y se los alcanzó a Tōya.

-Aquí tienes - dijo él dejando el plato más cerca del pelinegro -, la casa invita.

El gesto le pareció innecesario, pero quién se atrevería a quejarse teniendo comida gratis.

-Prefiero el udon - comentó llevándose los fideos a la boca.

-Yo igual, pero lamentablemente no prepararon para hoy - concordó el rubio a la vez que tragaba la comida en su boca.

Comieron en un silencio agradable, ninguno se atrevía a empezar una charla, aparte de que no tenían ganas.

Al poco tiempo la campana sonó justo en el momento en que ambos jóvenes terminaron sus almuerzos. Retiraron las bandejas y juntos caminaron hasta el salón.

¿Santo o pecador?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora