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𝐢 | 𝐁𝐮𝐜𝐤 𝐲 𝐥𝐚 𝐧𝐢ñ𝐞𝐫𝐚.
























—Cuenta; uno, dos... — Mack camina de puntillas alejándose del niño que se encontraba entretenido contando esperando pacientemente a correr y perseguir a su niñera.

—Tres... Cuatro... — La voz torpe del niño hizo que se le hundiera el corazón de ternura a la castaña, pero rápidamente se enfocó en buscar un escondite.

—Eso, sigue contando, ¡no hagas trampa! —Gritó escuchando la risa traviesa del pequeño.

Ya se había escondido en todos los lugares posibles y sus escondites ya estaban siendo repetitivos, si quería entrenar más al pequeño tenía que buscar un lugar más ingenioso.

Pero, ¿en dónde?

Cuando creía que no encontraba el lugar perfecto para esconderse, al darse la vuelta, encontró como la puerta del gabinete de la cocina estaba abierta.

«No creo que pase nada malo si me escondo ahí...»

Sonrió y sin pensarlo más corrió para adentrarse a ese diminuto espacio, era de cuerpo pequeño y, gracias a los años de gimnasia que su madre la hizo hacer durante su niñez, pudo entrar.

Claro, tuvo que flexionar de forma rara sus piernas y poner sus manos detrás de ella, pero, sin dificultad lo logró, cerró la puerta justo cuando el gritó del pequeño niño se escuchó junto a sus pasos corriendo.

—¡Lista o no, haya voy!

Rió torpemente, pero  trato de no hacer ruido en cuanto noto como los traviesos pasos de el niño se acercaban cada vez más a la cocina, curiosa se asomó por la pequeña rendija de luz y noto como el niño estaba dando vueltas en su eje buscando atentamente.

Y no la hubiera encontrado, de no haber sido que al pasar frente al gabinete una respiración llamó su atención. La chica al ver qué se detuvo frente a ella tapó, con dificultad por el reducido espacio, su boca con la palma de su mano sonriendo.

Pero, el pequeño camino alejándose de ahí, por lo que la chica celebró en su mente por qué no la encontró. O eso quería pensar, hasta que...

—¡Te encontré! — Él pequeño abrió la puerta tomándola por completa sorpresa.

—¡Ay, Dios mío! — Se introdujo aún más dentro del gabinete asustada, pero después de ver la cara risueña del niño rió a carcajadas. — ¡Ey! Me encontraste.

—¡Sí! Podía escuchar cómo respirabas... — La castaña rió por las palabras del pequeño rubio y negó haciendo una cara de tristeza.

—Rayos, sabía que debía aguantar la respiración,— El pequeño soltó una risa haciendo que esta volviera a reír con él. — anda mejor ayúdame a salir, me está empezando a dar calor. — Asintió tomándola de la mano que tenía al frente jalando con toda su fuerza.

Pero la castaña no salió, a pesar de que ella misma se empujó tratando de salir, no lo logró, trató de sacar su mano que se encontraba detrás, pero al hacer lo, solo sintió un ardor recorrer su brazo hasta llegar a su cuello, debido a que el reducido espacio la estaba aplastando cuando trataba de moverse.

—¿Por qué no puedes salir? — dijo confundido el niño haciendo que trate de volver a jalar su mano.

—Ah, yo... No sé, ay, ay... — Se quejó por el dolor al intentar de nuevo salir y negó con la cabeza repetidamente. —Oh, no, no, me atoré.

Ante la voz preocupada de su niñera el niño dejó de tratar de sacarla y con cara asustada la miró.

—¿Te atascaste? — preguntó con inocencia.

𝐏𝐨𝐫 𝐮𝐧𝐚 𝐭𝐨𝐫𝐩𝐞𝐳𝐚. | 𝟗𝟏𝟏.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora