Día 5: Realeza/Dioses (Drabble)

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Leonarda quiere saber como se conocieron sus padres.

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—¿Papa?

—¿Si, mija?

—¿Cómo conociste a dada?

El azabache observó en silencio a su hija unos segundos, una sonrisa se posó en sus labios y se aseguró de arroparla bien antes de sentarse en la orilla de la cama.

—Te voy a contar una historia muy especial mi niña.

Hace muchos años, en un pueblo llamado Karmaland, existía un principe de ojos morados...

— '¡Igual que los tuyos papa!' 'Si mija, igual que los mios'—

El pequeño príncipe soñaba con ser un valiente guerrero para proteger a los pueblos de los malvados que siempre querían atacarlos, pero su padre no estaba de acuerdo 'Un rey tiene que liderar desde su trono, no ir a pelear con espadas' dijo el rey.

— 'Pero tu siempre me dices que puedo hacer lo que yo quiera papa' 'Si mi niña, pero este era un rey malo que no dejaba al príncipe hacer lo que lo hacía feliz'

El pequeño príncipe creció hasta convertirse en un hombre muy sabio y fuerte, pero siempre veía como varios pueblos eran atacados y no poder hacer nada para ayudar lo ponía triste...

'No quiero que este triste papa' 'No te preocupes mija, eso va a cambiar pronto' —

El príncipe le rezaba todas las noches a los dioses por una oportunidad, solo una, para demostrarle a su padre que el podía reinar y ser un guerrero. Pasaron años y años para que su súplica fuera escuchada, pero no fue escuchada por un dios como él esperaba sino que fue escuchada por el hijo de uno de los guerreros. Ambos se hicieron muy buenos amigos en poco tiempo y el menor le enseñó a escondidas como ser un guerrero. Pero el chico no solo le había enseñado como usar una espada, también le habia enseñado que debía luchar por sus sueños si quería conseguirlos, así que eso hizo. Renunció a su puesto como príncipe, dejó a su hermano menor a cargo del reino y escapó con su amigo a una isla lejana donde se dedicaron a proteger a la gente más necesitada. Tiempo despues se enamoraron y decidieron adoptar a una pequeña cría de dragón a la que ahora crían como su hija.

—¡Esa soy yo! —gritó la pequeña emocionada.

—Si Leo, esa eres tu. Nuestro mayor tesoro.

Leo, ya deberías estar dormida —ambos, padre e hija, voltearon al escuchar la voz del menor en la puerta.

—Estaba contándole un cuento para dormir, ¿verdad? —guiñó un ojo a su hija mientras sonreía.

—¡Si! Historia para dormir —rio tapándose con las sabanas hasta la nariz para verlos.

—Si ustedes lo dicen —el rubio suspiró resignado, sabía que nunca podría mostrarse serio cuando trataba de regañarlos por sus horarios de sueño, no mientras su hija siguiera poniendo esos ojitos tiernos.— Vamos mi príncipe —agarró a su esposo de la cintura para dejar un pequeño beso en sus labios, apenas un roce.— Es hora de dormir.

Cada vez que Vegetta veía la pequeña familia que había formado agradecia a los dioses por darle la oportunidad de ser feliz.

Fooligetta WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora