Prologo

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Era un hombre al que ninguna dama se atrevería a amar, pero que ninguna dama
apasionada
podría rechazar...
...
Ella era la dama perfecta
¿Cómo podía ese hombre, prácticamente un desconocido, causar un efecto tan
profundo en ella? Kagome Higurashi jamás había visto a Inuyasha Taisho, pero cuando
sus ojos se encontraron, sintió como si lo conociera de toda la vida. Inuyasha, marqués de
Stonehurst, era su salvador. Ayudó a Kagome a hacer sonar la campana por su amado
padre y luego le prometió descubrir la verdad sobre su prematura muerte. Pero durante
la lectura del testamento Kagome se enteró de que desde la infancia la habían prometido
a Inuyasha. Y él había ido a recoger a su novia.

...

La retó a ser una mujer
Negándose a ser el trofeo de hombre alguno, Kagome lo desafió a liberarla de sus votos
si ella era capaz de encontrar un pretendiente más adecuado entre la nobleza londinense.
Pero a pesar de lo mucho que lo intentó, no pudo resistir la sutil seducción del
misterioso aristócrata que protegía sus secretos tanto como su propio corazón y cuya
mirada le atravesaba el alma. Y nada podría haber preparado a Inuyasha para Kagome,
cuyas inocentes pasiones ardían con el mismo fuego exquisito y raro de su cabello
negro azabache...
Un caballero indecente
Abrió la tapa de la caja. Dentro se veía un broche de diamantes con forma de rana
engarzado en platino y oro, con ojos de esmeraldas. Kagome quedó aturdida... El
lujo de comprar gemas invaluables como esa solo estaba al alcance de la realeza.
—No podría aceptar... —Lo miró.
—Podéis y lo haréis. —Extrajo el broche de la caja y se acercó para ponérselo en el
corpiño del vestido.
Al aproximarse para ponerle el broche su contacto y su limpio aroma masculino
invadieron sus sentidos. Lo sintió con todas las fibras de su ser y temió que pudiera
oír el latido frenético de su corazón.
Él bajó la cabeza para reclamar sus labios en un beso lento y arrebatador mientras
sus brazos le rodeaban la cintura y la pegaba a los duros y planos músculos de su
torso. Ella sintió sus labios cálidos, firmes y boca y, cuando esta se abrió, la introdujo para saborear la dulzura
que había más allá de los labios.
exigentes. Él movió la lengua por la
abertura de su Abrumada por el contacto íntimo y la increíble sensación de la caricia en el
interior de la boca, Kagome tembló con pasión y se rindió a ese beso consumidor.
Resultaba tan agradable, tan natural y excitante estar en sus brazos.
Mareada aún por el devastador beso, Kagome sentía todo el cuerpo acalorado. ¡
Santa Cicuta ! ¿Cómo podía un sencillo beso surtir ese efecto en ella?

El caballero indecenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora