Kagome PASÓ LA BANDEJA llena con comida al brazo izquierdo y abrió la puerta del
estudio. Entró y con un pie volvió a cerrar. Inuyasha se hallaba cerca de los ventanales y
junto a él se sentaba, winston, que alzó el hocico para olfatear el aire cuando el aroma
de la comida flotó por la estancia.
Nunca puedo entrar aquí sin pensar en mi padre —comentó al lo bandeja sobre el
escritorio.
Podríamos haber ido a la cocina —sugirió él acercándose. -
A Winston no le gustaría la actividad que hay allí a esta hora. —Se volvió hacia el
perro—. ¿Estás listo para comer?
El animal la miró con ojos tristes. Ríos de baba colgaban de ambos lado de su boca
para caer al suelo y formar dos pequeños charcos.
Si lo mantenéis esperando mucho más tiempo corremos el peligro de ahogarnos
Kagome dejó en el suelo un cuenco grande lleno con guiso de cordero se lo devoró en
unos segundos y luego la miró pidiendo más. Esto es para nosotros —le dijo a Inuyasha,
alzando una fuente con sandwiches de pepino. Luego bajó la bandeja al suelo y al
instante Winston comenzó a comer la carne asada que contenía. Al terminar, como
postre, se dedicó a roer el hueso que había sobrado.
Este perro come mejor que la mayoría de los pobres de Londres denunció Inuyasha.
En este momento no puedo hacer nada por los pobres de Londres, pero si puedo
alimentar a un perro hambriento.
¿Os apetece un brandy para fortaleceros para su baño? —inquirió
Inuyasha, Sus ojos ambar resplandecían con desafío.
—Me encantaría —ella aceptó el reto.
El sirvió dos copas y le pasó una. Luego alzó la suya en un brindis.
—Por Winston, la última incorporación a nuestro círculo familiar.
— ¿Nuestro círculo familiar? —repitió Kagome.
—Estamos prometidos.
No dijo nada ante su comentario. Alzó la copa y bebió un sorbo del líquido ambarino.
Al momento abrió mucho los ojos a medida que el brandy quemaba un sendero hasta su
estómago, quitándole el aliento y haciéndola toser.
—Bebida excelente —jadeó.
— ¿Queréis un cigarro? —Ofreció Inuyasha con expresión divertida.
-—Creo que pasaré de eso —rió ella.
Una llamada a la puerta atrajo su atención. Terminada la comida, Winston se sentó
erguido con las orejas tiesas y en estado de alerta.
—Adelante —dijo Kagome.
Forbes abrió la puerta y entró con unas toallas y jabón, aunque sin apartar la vista del
monstruoso perro.
—Los criados están en el corredor con una bañera y agua templada.
—Diles que la dejen delante de la chimenea —instruyó Kagome.
ESTÁS LEYENDO
El caballero indecente
RomanceEra un hombre al que ninguna dama se atrevería a amar, pero que ninguna dama apasionada podría rechazar... ¿Cómo podía ese hombre, prácticamente un desconocido, causar un efecto tan profundo en ella? Kagome Higurashi jamás había visto a Inuyasha St...