Capitulo 2

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En vez de hablar sonrió con timidez le ofreció la mano.
— Vuestra llegada esta noche fue un milagro —reconoció cuando él la aceptó. No sé qué habría hecho sin vuestra ayuda.
— Alabo la lealtad que mostráis por vuestro padre —replicó Inuyasha.
— ¡Kagome!
Tanto Inuyasha como ella giraron hacia aquella voz para ver a Hoyo atravesar el recibidor. Como de mutuo acuerdo, se soltaron las manos.

El Barón asintió en dirección al Marqués y luego se concentré en Kagome.
— Tu comportamiento de esta noche fue imperdonable -comenzó
— ¡Oh Hojo! —exhorté con voz cansada—. Por favor, no entremos en eso ahora y, por
supuesto, no delante del Marqués.
— No puedo contener la lengua hasta la mañana —anunció y se volvió hacia Inuyasha—. Si
nos disculpáis, milord, deseo hablar en privado...
— No tengo ninguna intención de ser grosera con mis invitados —interrumpió Kagome—.
Sea lo que fuere lo que quieras decirme, esperará hasta mañana —tomó a Inuyasha del
antebrazo y lo escoltó hasta las escaleras diciendo—. El salón está por aquí, milord.

Aunque toda la estancia exhibía unos cortinajes negros, el confort y la comodidad
habían sustituido a la formalidad. Sofás y sillas se habían acercado al calor del fuego y
se había diseminado una variedad de mesas para mayor conveniencia de los ocupantes.
En el rincón más alejado de la cámara se veía un pianoforte y un arpa, ambos
instrumentos cubiertos también de negro.
Al entrar, el duque de Kingston se levantó del sofá y cruzó la habitación para saludar
con propiedad a Kagome.

— Takeo y yo éramos buenos amigos —reveló al tomar sus dos manos--. Me duele el
fallecimiento de tu padre.
— Gracias, Excelencia.
—Olvidemos las formalidades, mi querida niña --pidió el Duque acompañándola al sofá
más próximo a la chimenea—. Por favor, llámame tío Bank.
—Oh, pero no podría —protestó ella.
—Claro que puedes —discrepó él con amabilidad—. Kikyo ya ha aceptado hacerlo.
—Muy bien, tío Bank —sonrió ella.
—Eso está mejor.
—No sé qué habríamos hecho si Inuyasha y tú no hubierais llegado cuando lo hicisteis —
manifestó Kagome.
— ¿Inuyasha?
Se ruborizó y miró fugazmente al Marqués, que se hallaba de pie ante la chimenea.
—Inuyasha me ha dado permiso para emplear su nombre de pila.
—Kagome, he de hablar contigo —dijo lord Briggs.
—Tu reprimenda puede esperar hasta mañana —replicó con voz irritada.
— ¿Reprimenda? —repitió el Duque.
—Al parecer Hoyo siente la necesidad de echarme una reprimenda sobre el trato que le
concedí al vicario —explicó.
—El vicario Dingle tiene más pelo que inteligencia —aseguré la tía Tsubaky—. Jamás me
gustó.
—Ni a mí tampoco —convino Kikyo.
Kagome no dijo nada. Aunque Inuyasha St. Aubyn permaneció en silencio, era muy consciente de él. Su presencia oscura e imponente la atraía y le costó evitar mirarlo.

— Como mencioné antes, recibí un mensaje de tu padre en el que me pedía que viniera a
Abingdon tan pronto como me fuera posible. Comentaba que era un asunto importante -
decía el Duque—. Y entonces llegó el mensaje de Tsubaky.
—Me pregunto cuál sería el problema —intervino Kagome manifestando en voz alta sus
pensamientos. Miró al Duque al añadir—. El vicario Dingle me advirtió que las
propiedades de los Savage ahora serán confiscadas por la Corona.
—Las tierras serán subastadas —informó Hoyo—. No debes temer perder la Mansión
Abingdon. Planeo comprarla para ti.
—Las tierras de los Savage no serán subastadas —contradijo Inuyasha hablando por
primera vez desde que entró en el salón.
—Inuyasha es rico, y yo dispongo de amistades en los círculos más exclusivos —explicó el
Duque mirando al Barón—. Unas palabras
Susurradas en un oído real y un soborno suculento le proporcionarán a mi sobrino el
derecho de supervisar las posesiones de los Higurashi hasta que podamos solucionar esta
lamentable situación. Casi puedo garantizar que la muerte de vuestro padre será
decretada como un accidente.

El caballero indecenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora