Detalles

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María sentía la respiración de Adolfo en su nuca, era calida y serena, también sus ronquidos la adormecían porque no eran fuertes sino más bien como los de un niño, logró quedarse profundamente dormida una hora después de su último cigarrillo.

Apareció en un escenario semidesértico, rodeada de pequeñas chozas hechas de barro, paja y con muebles tan antiguos que le hizo recordar a las primeras civilizaciones del país; caminó hacia afuera de aquel pequeño hogar y miró a hombres y mujeres trabajar a lo lejos en el campo, niños jugando en el la tierra.

- Mamá! - Un pequeño niño de piel canela y ojos verdes se acercó corriendo a María perseguido por otro más grande parecido a él pero de mirada café, cómo los de ella - Dile que me deje en paz

Miró a ese niño sorprendida, no supo que hacer más que sonreírle y observarlo detenidamente; su hermano llegó a lanzarle barro húmedo al menor quien se desprendió del vestido de su madre para salir corriendo nuevamente dentro de la casa y luego afuera.

- Sugey - Escuchó la voz de Adolfo a lo lejos, era él aproximándose a su persona desde un caballo el cual desmontó frente a la choza para arrodillarse ante la mujer y besar sus manos - Lamento haber demorado tanto está vez, nos informan que los invasores son cada vez más y será necesario movernos, prepara a los niños, algo de comida que está noche partiremos, iremos con los Mexicas para resguardarnos

- Ikal...

Pronunció ese nombre y en su mente pasaron varias imágenes como si de "flashbacks" se tratasen, recordó que estaba en 1520 y que un año atrás los españoles invadieron lo que hoy es México llenando de sangre las tierras sagradas. Ikal era la viva imagen de Adolfo pero de tez morena, llevaba ropa indígena y en aquella escena el cabello negro, ondulado y largo hasta los hombros. Se conocieron en su tribu cuando chicos, se enamoraron y por acuerdos familiares se casaron más eso nunca fue obstáculo pues entre ellos había una conexión especial y todos lo sabían. Chipahua, madre de María o Sugey, era una importante mujer en el medio espiritual de aquella época, curandera  que además tenía visiones y heredó tal don a su hija y toda descendencia femenina de su linaje.

Tras ese recuerdo volvió a transportarse dos años después a 1522 cuando los españoles ya habían tomado sus tierras y estaban adoctrinándolos al cristianismo; Sugey estaba rodeada de soldados gachupines y frente a ella Ikal golpeado y moribundo, ellos reían llamándoles "indios" de una forma cruel, miró a su alrededor y los cuerpos de sus hijos yacían inertes en un rincón. La rabia la invadió y en su lengua náhuatl pronunció un poderoso hechizo para condenar sus almas, a lo cual ellos no entendieron pero consideraban un insulto que les hablase en su lengua natal por lo que, sin miramientos, terminaron con la vida de Ikal frente a sus ojos atravesándole una espada en el pecho.

Ella corrió hacia el cuerpo de su amado, gritó y maldijo a los asesinos desesperadamente, todavía respiraba y en su último aliento dijo:
- Te seguiré amando en la siguiente vida, Mayahuel

No tuvo tiempo de reaccionar, aquellos invasores la apartaron de Ikal abruptamente para tomar su cuerpo y después asesinarla fríamente.

En ese momento despertó con el corazón acelerado, la luz solar que anunciaba la mañana era abrumadora para sus ojos en ese momento y al mirar a su lado Adolfo ya no estaba ahí.

- Lo siento, fui a preparar algo de café, espero no te moleste - Dijo él entrando a la habitación con dos tazas humeantes en las manos, dándole una a María quien estaba en shock y no podía articular palabra alguna - Todo bien?

- Solo una pesadilla - Contestó intentando calmarse

Miró a la repisa de en frente de su cama y aquélla veladora colocada a La Muerte estaba negra, quebrada pero aún encendida. Bebió un poco del café de olla y respiró.

- También tuve un sueño extraño - Interrumpió Adolfo el silencio después de cinco minutos - Eras algo así como una india y me mataban los españoles

Eso la dejó estupefacta. Habrían tenido el mismo sueño? Que significaba? En ese momento recordó al chico del Tarot que se había topado días atrás en el centro de la ciudad y pensó en ir a buscarlo después. El nombre de Mayahuel sonaba en su cabeza pero no como el bar donde trabajaba sino en la voz de Adolfo como una despedida. En ese momento sonó el celular del chico que apenas había encendido y con el rabillo del ojo logró leer "Amor" en la pantalla, eso la dejó aún más confundida, no debió acostarse con él sin haberle preguntado eso antes y ahora que pasaría?

Adolfo colgó la llamada sin miramientos y volvió a apagarlo notando en el rostro de la chica a su lado que aún no se vestía las dudas que podían estar surgiendo en su cabeza.

- Eres casado? - Le cuestionó María
- No, pero si estoy con ella desde hace algunos años...

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