Sueños: Vida 1

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Durmiendo profundamente María se transportó "en sueños" a un lugar oscuro, parecía una cueva únicamente iluminada por algunas velas colocadas estratégicamente en las paredes con antorchas. Frente a ella dos imponentes tronos donde dos figuras cadavéricas estaban sentadas, sus cuencas de los ojos no expresaban nada pero sí sus sonrisas un tanto macabras. Uno de ellos usaba una especie de falda o tapa rabos dejando expuesto su esternón completo y en su cabeza un gran penacho de plumas gigantes de varios colores, a su lado la parte femenina con un hermoso vestido de manta blanco y una corona hecha de obsidiana.

De golpe María recordó el asesinato que vivió en manos de la figura demoniaca llamada Tzitzímitl, se vio a sí misma frente a los Dioses de la Muerte con una herida en el vientre, cuya sangre seca cubría parte de su piel azulada. Ella les miraba triste.

- Ehécatl y yo tendríamos un hijo - Explicó llevándose las manos a la herida mortal - ¿Qué pasó con él?

- Aún no tenía alma... no te preocupes - Respondió Mictecacíhuatl 

- ¿Por qué? - Cuestionó María envuelta en llanto - Sólo queríamos amarnos...

- Él vino a buscarte - Dijo Mictlantecuhtli - Apenas tu abuela te arrebató la vida y nos ha pedido un curioso favor 

- ¿Qué cosa?

- Quiere tener una oportunidad contigo, en la Tierra, como humanos...

- ¿Reencarnar? ¿Eso se puede habiendo sido Dioses? - Preguntó curiosa María, trayendo a su mente su existencia como Mayahuel de golpe 

- Hemos llegado a un acuerdo con él - Mictlantecuhtli bajó de su trono, acercándose a la Diosa para verla de frente; su aspecto tétrico no la asustaba, de hecho, le brindaba paz - Ya pactó con nosotros y no hay nada que puedas hacer tú al respecto.

- Pero... - Mayahuel se notó angustiada, sabía que hacer tratos con La Muerte era algo riesgoso cuando no se le cumplía, aunque también una oportunidad - ¿Qué fue lo que...?

- Eso no es asunto tuyo - Se adelantó a responder el Dios - Sólo debes saber que vas a reencarnar y olvidarás todo lo relacionado a tu vida como Diosa. Te daremos dones, serás bruja en tu siguiente vida y las necesarias y nosotros te guiaremos. Confía

- Espera... ¿Qué?

No obtuvo respuesta, el Dios de la muerte colocó su huesudo dedo índice en el centro de su frente dándole un pequeño empujón, lo que la hizo saltar a otro recuerdo, en donde ella ya había estado en un "sueño" anterior, era Sugey y Ehécatl tomaba por nombre "Ikal". La conquista española les había separado siendo aún una familia, eso ya lo sabía, pero había una parte de la historia que anteriormente no había visto. 

Antes de haber sido capturados por los invasores, cuando la pareja estaba escondida en una de las comunidades más seguras, Sugey decidió un día seguir a Ikal en la noche pues tenía un mal presentimiento ante las constantes llegadas de madrugada de su hombre. Cuidadosamente fue tras él en la oscuridad y tras dos horas de camino vio como su marido entraba a una de las casas de los invasores; lo primero que imaginó fue un ataque sorpresa al enemigo, pero al ver de cerca se le rompió el corazón... Ikal estaba besando y tocando a una mujer española, vestida con seda, a quien le quitaba ferozmente el vestido que llevaba puesto. Observó todo, como la hacía su hembra y cuando el esposo de ella llegaba a la casa por el patio trasero, percatándose primero de la presencia de Sugey, quien al ser descubierta fue sometida por aquel soldado, lo que la hizo dar un grito y alertar a quienes estaban dentro de la casa.

Por eso fueron descubiertos, raptados y asesinados. Aquello despertó a María envuelta en sudor, con el corazón acelerado y dolor de cabeza. Miró a lado suyo y Adolfo recién abría los ojos también, quizá despierto por los movimientos bruscos de la chica y por la ventana el sol radiante iluminaba la habitación.

- ¿Estás bien? - Preguntó el ojiverde sentándose en la cama al mismo tiempo que ella 

- No sé - Respondió con franqueza y nauseas - Tuve una pesadilla.

Adolfo sabía a qué se refería, tuvo exactamente el mismo sueño que ella y comprendió que al estar juntos María podría ir recodando poco a poco sus vidas por medio de los sueños, pero no imaginó que también implicaba lo malo, su error pensar en que todo habría sido felicidad, si por alguna razón seguían reencarnando. 

- Calma - La abrazó y besó su frente - Ha sido un mal sueño 

- Sí - Tragó saliva - Pero se sintió tan real... estabas tu ahí, pero no eras tú sino un indio quizá de la época de la conquista y yo era tu mujer, teníamos hijos... pero me engañaste con una mujer y eso hizo que su marido nos asesinara a todos de una forma cruel

- Vaya - No sabía que decir, ¿sería la oportunidad para ayudarla a despertar o sería contraproducente? - Si que tienes imaginación - Se limitó a decir - ¿O a caso ya quieres casarte conmigo y tener hijos? - Intentó bromear

- Si sales con la tontería de ponerme los cachos con otra y que además de eso provoques mi muerte, créeme que preferiría ahorrármelo - Suspiró para recuperar la calma y sonrió sacudiendo la cabeza - Tienes razón, quizá soy demasiado creativa. En realidad es que hace tiempo que sueño cosas raras, me veo a mí misma como una Diosa jajaja, ¿Puedes creerlo? La misma por la cuál el bar donde trabajo lleva ese nombre. ¡Sí que tengo el ego alto hoy en día!... Una Diosa - Sonrió nuevamente - Si apenas puedo con mi vida

Al regio le daba ternura su mujer. Quería contarle todo pero no era buena idea dado a lo que vio en su sueño, podría reaccionar mal y quién sabe qué otras cosas podrían descubrir, pensó que lo más importante era conquistarla primero en su vida actual antes de avanzar en el modo espiritual, así al menos tendría oportunidad de redimirse. 

Se acercó a la pelinegra a besar sus cálidos labios, ella correspondió cerrando sus ojos, aún sin olvidar el sueño pero intentando alejarlo de su mente. 

- ¿Te apetece desayunar algo? - Propuso el hombre - Puedo prepararte algo rico.

- Además de mixólogo... ¿Chef?

- Uy sí, las quesadillas me salen genial 

- Jajaja me parece delicioso y gourmet

- Vale, ya regreso, tu duerme otro rato ¿o quieres venir a la cocina conmigo?

- No, creo que voy a mi casa a ducharme mejor y te veo después, ¿te parece?

- ¿Por qué no tomas un baño aquí? Tenemos tina y podrías relajarte. 

Algo dentro de ella le decía que no, que tenía que alejarse, que su sueño no era sólo eso. Algunos le llaman "Intuición", pero María jamás le hacía caso.

- Esta bien - Accedió - ¿Te duchas conmigo?

- Vale, después del almuerzo. No puedes andar por ahí con el estómago vacío.

En Todas Nuestras VidasWhere stories live. Discover now