Mayahuel ya estaba en sus últimas semanas de embarazo, su panza estaba enorme y los pies hinchados, su rostro lucía radiante y tanto Pathécatl, su madre y su hermano estaban pendientes a cada minuto por si a la niña se le ocurría nacer.
Pathécatl lucía feliz y orgulloso, sin embargo sabía en sus adentros que la Diosa del Maguey no podía olvidar a Quetzalcóatl; cada que estaban juntos podía ver cómo su mirada no tenía el brillo que sólo su rival de amores la hacía proyectar y aunque no podía comparar los besos, sí sentía un dote de compromiso cada que ella se mostraba cariñosa con él.
Pathécatl en realidad se llamaba Antonio, era un Español que había llegado con los primeros conquistadores a las tierras mexicanas hacía muchísimo tiempo atrás y al encontrar a Mayahuel y presentarla a las tribus que aún vivían felices antes de la colonización, ellos le adoptaron como uno de los suyos colocándole dicho nombre por rescatar a la Diosa del Maguey. El pueblo lo glorificó al grado de alcanzar el título de "Señor de los 13 días", aunque su color de piel siempre mostró que no era de raíces aztecas.
Al venir de tierras vikingas, Pathécatl también sabía de magia: usos de las runas, métodos de adivinación y tenía el don médium, ósea podía conectarse fácilmente con "el otro mundo", por ello es que siempre supo dónde encontrar a Mayahuel pues lo que sí era real era su amor incondicional por la Diosa que vio renacer a principios de su existencia. Sin embargo la magia era algo que practicaba herméticamente en una de sus propiedades escondidas en la Selva La Candona; haber estado en el mundo por tantos años le permitió conocer tanto sus raíces mágicas como aquellas que grandes chamanes y brujas de México le enseñaron con el paso del tiempo, por lo que no era de sorprenderse que todas aquellas joyas y regalos a la Diosa eran también parte de un amarre que el enamorado creó para que por primera vez, ella lo eligiera a él, aunque aquello no era correcto y los Dioses de la Muerte, desde sus aposentos, estaban en descontento con todo lo que ocurría en el mundo humano y los pactos que poco a poco se iban rompiendo por terceras personas.
- ¿Qué se te ocurre hacer? - Preguntaba Mictecacihuatl a su esposo Mictlantecihuatl tras echarle un vistazo a la bola de cristal que tenía en frente en sus aposentos del inframundo.
- Pathécatl y yo tenemos un trato. Se le dio la oportunidad de ser inmortal para pelear por el amor de Mayahuel, pero no podía usar magia.
- Tampoco podemos quitarle la vida, sería recompensarlo - Le recordó Micté - No harás lo que estoy pensando... es muy cruel.
- Toda acción tiene consecuencias
- Mictlán...
- Micté...
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A las 11:11 de la mañana Adolfo sintió una punzada en el pecho, justo donde se localiza el corazón y María, a más de 1800 kilómetros de distancia, sintió sus primeras contracciones. Respiró profundo como Tláloc le había enseñado pues pese a las disputas entre Mayahuel y Quetzalcóatl, el Dios de la Lluvia nunca dudó en apoyar a la Diosa en su proceso de maternidad, siempre y cuando guardara el secreto de que la creatura era realmente de su hermano quien en esta vida llevaba el nombre de Adolfo.
Las parteras de la región habían llegado a la hacienda de Pathécatl semanas atrás para preparar el parto en agua que María había solicitado; al despertar su magia y recordar casi todas sus vidas pasadas comenzó a tomar acciones más naturales en su vida personal y se negó rotundamente a ir a un hospital argumentando que no era la forma correcta de dar a luz; sin embargo además de las parteras, su futuro esposo le contrató un grupo de médicos extranjeros que estarían al pendiente de todo el proceso.
- ¿Pat? - María entró caminando al estudio del ojiazul con una mano en el vientre y en la otra una taza de té - Creo que se acerca la hora - Le dijo aún tranquila sorbiendo un poco de la manzanilla infusionada con un toque de miel
- ¿QUÉ? ¿ESTÁS BIEN? - De inmediato se levantó de su silla de oficina, dejó los papeles a la mesa y se dirigió a ella colocando una mano en su vientre, lo cuál lo relajó pues no sintió peligro alguno - ¿Qué haces parada?
- Creo que tuve contracciones y... - Pausó por otra más que le causaba dolor, al tiempo se le rompió la fuente manchando el suelo de madera del estudio - Sí, ya viene.
- Vamos a prepararte - Indicó al tiempo que tomaba de su mano para ir caminando al cuarto donde las chamanas de salud ya estaban preparando todo para iniciar con el parto.
La madre de María y las parteras estaban en el cuarto, todos los caballeros afuera incluidos los doctores. A las 11:33 de la mañana inició la Diosa su labor. Desde afuera del cuarto sólo se escuchaban los gritos y pujidos de la madre primeriza, los ánimos que le daba su madre a continuar y a las parteras también pidiéndole fuerza.
- ¿Puede venir uno de los doctores? - Salió a preguntar la madre de María, con la cara desencajada y los ojos vidriosos
- ¿Qué pasó? - Preguntó Pathécatl sin respuesta alguna, el Dr Sandler entró inmediatamente a la habitación y el silencio volvió a reinar en toda la hacienda, salvo a los animales que hacían naturalmente sus sonidos al exterior.
- NOOOOOOOOOOOOO, LARGO, LARGO TODOS, LARGO DE AQUÍ, DÉJENME EN PAZ - Se escuchó a María gritar, el suave tono de su voz cambió drásticamente a lo que parecía ser alguien cuya cabeza había explotado - NO NO QUIERO, DÉJENME NO - Y el silencio volvió a aparecer.
Tras unos minutos más todos en la habitación salieron menos María y la bebé. Pathécatl estaba más pálido de lo normal, sus ojos desorbitados no dimensionaban qué había pasado y su futura suegra tampoco quiso hablar, tras verlo sólo sonrió como pudo y se disculpó pasando a la cocina donde su otro hijo la esperaba con una taza de café.
- Doctor... ¿Qué pasó?
- Señor, la niña nació sin respirar; en los últimos minutos se enredó el cordón umbilical y aunque las parteras hicieron excelente trabajo y se lo quitaron inmediatamente, no pudimos salvarla. Intenté resucitarla pero ya era tarde. Tuvimos que sedar a su mujer, se encuentra durmiendo pero les recomiendo no dejarla sola. El cuerpo de la niña se lo acaba de llevar una de las muchachas porque es necesario llevarla al servicio médico forense, después podrán darle digna sepultura.
Silencio nuevamente. Pathécatl sacó su cartera y con ella un fajo de billetes con los cuáles le pagó al doctor, su equipo y las parteras, pidiéndoles a todos retirarse, sin embargo las mujeres medicinas pidieron quedarse unos días más sin sueldo para cuidar de la mujer que acababa de perder a su hija. Él accedió y les concedió una habitación a cada una a lado de la de Mayahuel. Lo menos que podía hacer era seguir cuidándola.
Tras una hora de más caos con todos en la casa en silencio, Pathécatl entró a la habitación de la mujer que amaba y la vio dormida con cara de angustia en su cama queen size. Estaba aún con la bata morada con la que entró a dar a luz y la cuna vacía estaba justo en la esquina derecha, esperando a ser estrenada; dicha escena rompió el alma del hombre quien no pudo evitar derramar unas cuántas lágrimas al ver a María sin ánimos de despertar.
- Los pactos se cumplen - Dijo una voz con tono firme y severo. Pathécatl reconoció inmediatamente a Mictlantecuhtli, quien por primera vez en muchos años decidió aparecer en el mundo humano con su forma cadavérica natural.
- No sé de lo que estás hablando - Retó sin mirarlo a los huecos donde debían ir sus ojos - ¿Qué coño les pasa? ¿Por qué su hija?
- Utilizaste magia con propósitos egoístas, para enamorar en esta vida a Mayahuel y sabías perfectamente que la única condición que te pusimos para ser inmortal como los Dioses implicados en esto era no utilizar tu magia con ella
- ¿Y porqué la niña? ¿Por qué ella y no yo?
- La muerte es un regalo - Sentenció Mictecacíhuatl apareciendo a lado de su eterno amor - Nos hemos llevado a... - Pausó - por tu desobediencia, por incumplir tu pacto y porque sabíamos que eso sí te dolería. Lamentablemente Mayahuel ha pagado una vez más los platos rotos de tus acciones.
- ¿Mis acciones? Yo sí he estado para ella vida tras vida y...
- No venimos a discutir. Venimos por el alma de la creatura que ya nos está esperando. Adiós.
Sin más desaparecieron y María suspiró profundamente aún dormida sintiendo quizá un poco de consuelo pero el dolor no desapareció.
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En Todas Nuestras Vidas
RandomHay pactos que quizá nunca debieron realizarse porque cada vez parece más imposible cumplirlos.