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La pequeña salió corriendo de la casa Vargas, sus tíos y su primo corrían detrás de ella.
Evidentemente un niño era más ágil y rápido debido a su energía y vitalidad digna de la juventud.

La pequeña lloraba mientras sus piernas se movían.
Woodsboro era un pueblo grande, con un gran espacio entre las casas, sus piernas dolieron después de pasar dos residencias. Calló de incada, raspando sus piernas contra la tierra y el cesped, se abrazó a su misma y no contuvo sus ruidosos sollozos.

Amaba a sus tíos, pero no soportaba la idea de no poder volver a abrazar a mamá y a papá. No cabía en su mente que de un momento verlos bailar y reir con ella sólo bastaba con pestañear y verlos frente a ella, de cabeza en el auto. Su madre con el pecho abierto por el gran y pesado metal atravezando su cuerpo y su padre con el rostro destrozado gracias al volante y los vidrios del auto.

Los doctores dijeron que era bueno salir de Dakota y cambiar de aires. Pero para los niños una vivencia de esa índole a su edad eran traumas de por vida.

“Mamá...” gritaba entre lágrimas y mocos. Trataba de secar su cara con su ahora sucio vestido “Papá...” gimoteó después de volver a gritar y hacer que las hierbas del bosque gritaran con ella.

Estaba tan absorta en su dolor que no pudo escuchar las pisadas hacercandose a ella “¿Estás bien? ¿Te perdiste?” preguntó una inocente, dulce y cálida voz.

La niña alzo su húmedo rostro mirando el dueño de la voz. Era un niño, de hermosos ojos oscuros que brillaban de amor e inocencia. Con un cabello precioso azabache que se meneaba a la par del viento.

En ese momento la niña sintió ser salvada por un ángel. Su corazón se agitó con dureza, la sangre subía a su rostro e impactada abrió la boca. No sabía hablar inglés, por lo menos no perfectamente aún. Miró a su alrededor, sí que estaba perdida. Asintió suavemente volviendo a limpiar su rostro con su falda, ahora ya estaba llena de moco y agua salada.

“¿Cómo te llamas?” se acercó el niño hasta quedar frente a ella y se colocó a su altura “Soy William, pero todos me dicen Billy” esa sonrisa que le entregó después de presentarse le reconfortó y su hipo disminuyó poco a poco “¿Te duele algo?”

La niña asintió y cambió su postura. Se sentó con las piernas frente a ellas y subió su falda, dejando ver los raspones de sus rodillas, llenos de sangre y tierra “doler mucho...” dijo ella, no sabía como conjugar sus oraciones, por lo tanto sólo dijo un verbo y un adjetivo.

El niño ladeó su cabeza y miró sus rodillas, frunció su boca y se acercó a ellas. Sus pequeños labios soplaron sus heridas por un momento.

Cuando la niña terminó de llorar y estuvo preparada para caminar, fue guiada a la casa del niño, donde fue atendida por su mamá. Afortunadamente, la familia Vargas en la búsqueda de la pequeña Lilith buscó a los Loomis, logrando encontrarla.

Ahí fue que nació su amistad con Billy Loomis.
 


 
 

 
 
 

[2]

“Buenos días familia” dijo alegremente una chica de mediana estatura, morena clara, cabello negro mediano y ondulado con un short hasta su cintura, una blusa de cuello largo sin mangas, una camisa grande de cuadros y sus preciadas botas negras tipo militar. Estaba entrando a la cocina para sentarse en la mesa y tomar un par de uvas para comerlas.

The Witch | ScreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora