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Eran las tres de la tarde cuando el reloj de la pared hizo sonar las campanillas. En el largo pasillo de las oficinas vaticanas, el padre Castiel esperaba sentado, tratando de apaciguar su ansiedad ocupando su mente en contar el número de azulejos de la fuente que estaba sublimemente expuesta en medio del parque.


De repente escuchó pasos en la distancia y saltó para mirar.

Su mentor, el padre Pedro, se acercaba con el resultado de su encuentro con los jefes eclesiásticos.


El padre Castiel Novak respiró hondo y se ajustó la sotana negra que dejaba ver su bien formada silueta varonil.


Castiel deseaba poder leer la expresión en el rostro de su mentor, pero el estoicismo en él impedía todo intento de adivinanza.


El padre Pedro se detuvo frente a Castiel y guardó silencio durante unos segundos. El joven sacerdote levantó las cejas de manera impaciente e interrogativa, pudo ver que el experimentado sacerdote intentó evitar estallar en carcajadas. Castiel ahora estaba más intrigado.

—Padre, por todos los santos del Cielo, ¿me va a decir lo que se dictaminó?— preguntó por fin el joven sacerdote, poniendo los ojos en blanco con exasperación.


—¡Por supuesto, Castiel! ¿Dudas de mi capacidad de convencimiento?— dijo el anciano en tono de burla.


Castiel se enderezó con una cara esperanzada:

—¿Y?


—Dijeron que sí, tienes libertad de acción— reveló el Padre, luego con un dedo amenazante le advirtió: —Pero el Vaticano no responderá por tus errores, eso quiero que lo tengas muy claro.


—¡Sí, por supuesto, muchas gracias!— el joven estaba encantado.


—De nada, y Padre Castiel— lo llamó el sacerdote mayor antes de irse: —espero que pueda encontrar lo que está buscando.


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De vuelta en Estados Unidos, el padre Castiel Novak no quiso perder ni un minuto más. Empacó sus herramientas en una bolsa y su ropa en otra y se dispuso a viajar a Lebanon, Kansas, donde esperaba aprender más sobre sus sospechas.


Castiel pertenecía a la élite exorcista, pero a diferencia de ellos, era el más fuerte de espíritu. Podía realizar varios exorcismos al mismo tiempo. Eso era algo física y espiritualmente imposible para un humano común. Pero el padre Novak sí podía, porque sus pensamientos estaban enfocados solo en eso y no tenía distracciones mundanas.

El tipo era una roca. Enfocado, frío y sin sentimientos. Castiel solía estar desinteresado en lo que otras personas pensaban de él. Incluso de niño, siempre se había sentido como un sapo fuera del pozo. Mientras que todos los de su edad buscaban chicas con las que ligar, él solo se enfocaba en estudiar.

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