Jennie no sabía qué pensar del drástico cambio que había experimentado su estado de ánimo en los últimos veinte minutos. Antes de que llegara Lisa, estaba asustada, por el extraño giro que había tomado el caso del asesino del parque Golden Gate, por la declaración de Irene de que Lisa podía ser la informadora anónima, por la posibilidad de que una vez más se hubiera enamorado de alguien que podía engañarla tan fácilmente. Pero más que tener miedo, Jennie estaba decidida. Se había jurado a sí misma que preguntaría directamente a Lisa por la llamada anónima, al diablo con las consecuencias. Si Lisa no había hecho la llamada, en el peor de los casos Jennie se sentiría avergonzada por haber dado crédito a las sospechas de Irene. Pero si Lisa era la informadora, Jennie necesitaba saberlo. No sólo porque Lisa podía tener información útil sin saberlo, sino también por la propia tranquilidad de Jennie.
Si Lisa había descubierto aquel cadáver, había estado guardando un secreto bastante grande. Y era necesario sacarlo a la luz si su relación tenía alguna esperanza de sobrevivir. Después de Irene, Jennie no podía soportar más mentiras. Simplemente no podía. Estaba dispuesta a conceder a Lisa el beneficio de la duda de que había ocultado la verdad por una buena razón. Lo que no podía hacer era mirar hacia otro lado.
Pero todo ese miedo y determinación habían desaparecido entre los abrazos de Lisa en el sofá. El simple contacto de las manos de Lisa, y luego sus suaves besos, habían ahuyentado toda emoción negativa de Jennie, dejándola llena de un deseo casi paralizante. Lo único que Jennie sentía ahora era un impulso feroz de conectar con Lisa al nivel más primitivo.
No podía encontrar ninguna razón lógica para sus emociones salvajemente impredecibles, pero ya no le importaba. Quería confiar en Lisa, tenía que confiar en Lisa, porque, simple y sencillamente, Lisa la hacía feliz. Más que feliz. Lisa lo era todo para ella, por inexplicable que fuera.
Ahora Jennie estaba decidida a otra cosa. Decidida a restablecer su relación, a demostrarse a sí misma que confiaba plenamente en Lisa. Y la mejor forma de hacerlo era en la cama. Antes de Lisa, Jennie nunca había confiado en su sexualidad. Nunca había confiado en nadie lo suficiente como para dejarse llevar y entregar su mente y su cuerpo por completo. Pero Lisa lo hacía fácil.
Eso tenía que significar algo. ¿No?
Jennie llevó de la mano a Lisa a su dormitorio, con una nerviosa expectativa revoloteando en su vientre. Sólo llevaban dos semanas juntas y ya habían tenido mucho sexo. Sexo apasionado, sexo cariñoso, sexo risueño, incluso un poco de sexo duro. Esta noche sería algo diferente. Algo especial. Cuando hicieran el amor esta noche, sería para demostrar algo sobre esta relación, sobre la confianza que Jennie tenía en Lisa y sobre la capacidad de Jennie para entregarse plenamente a otra persona.
No podía soportar la idea de que Irene la hubiera roto para siempre, que el miedo y la desconfianza que aquella relación introdujo en su vida pudieran colarse en este asunto con Lisa y destruirlo. Lisa nunca había dado a Jennie ninguna razón para no confiar en sus intenciones. Fuera lo que fuese que hubiera ocurrido aquel día en el parque Golden Gate, quienquiera que hubiera hecho aquella llamada anónima, Jennie creía en Lisa. Confiaba en que sus sentimientos eran reales. Al llevarse ahora mismo a Lisa a la cama, estaba poniendo en práctica esa confianza.
Jennie empezó a desvestirse en cuanto entró en su dormitorio, se quitó la camisa por la cabeza y se desabrochó los vaqueros. Lisa se detuvo justo en el umbral de la puerta y la observó con ojos ausentes. Jennie redujo la velocidad cuando se dio cuenta de que tenía un público que la apreciaba, y caminó hacia atrás hasta que sus muslos tocaron el colchón. Se llevó la mano a la espalda y se desabrochó el sujetador con seductora ligereza. El deseo que inundó el rostro de Lisa cuando desnudó su cuerpo dejó atónita a Jennie. Nunca nadie la había hecho sentir tan hermosa. La evidente admiración de Lisa le dio valor para realizar un juguetón striptease, algo tan fuera de su zona de confort que hasta ahora ni siquiera se lo había planteado.
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Feroz┃JENLISA
FantasyLo único que asusta más a la cambiaformas Lalisa Manoban que la luna llena es la idea de enamorarse. Lalisa ha vivido toda su vida con un terrible secreto: no sólo puede adoptar la forma de cualquier animal a voluntad, sino que una vez al mes la lun...