5. No es sólo curiosidad

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Potter lo estaba besando y ese beso significaba tanto que Draco apenas sí podía asimilarlo. Significaba el final de los angustiantes anhelos que lo habían tenido dominado y, al mismo tiempo, era también el destello de un futuro lleno de incertidumbre porque Draco sabía que una vez probando la boca de Potter, no podría dar marcha atrás. Ahora no existiría poder humano —ni divino— que lograse impedir que tuviera sexo con él. Tendría que sucumbir ante ese deseo aunque no fuese gay porque era irrefrenable, porque le exigía llegar hasta las últimas consecuencias y porque él no se detendría ante nada hasta conseguirlo. No era ni remotamente parecido a lo que le había sucedido con su anterior encaprichamiento con Ginny. Esto, Merlín lo amparase, esto era un mundo completamente diferente.

Diferente y maravilloso. Los labios de Potter se sentían maravillosos, estaban tan tibios y eran tan suaves que Draco se volvió adicto a ellos enseguida; sabía que siempre querría más. A diferencia de cuando se besuqueaba con Ginny, ahora era su pareja quien llevaba el control, y Draco no podía negar que eso le gustaba. Le gustaba mucho, y cuando la ardiente punta de la lengua de Potter le toqueteó sus propios labios, Draco explotó. Gimió mientras abría la boca y todo su cuerpo se estremeció en oleadas de placer. Pero Potter, contrariamente a lo que Draco hubiera esperado, en vez de profundizar el beso, se separó un poco de él.

—Wingardium leviosa —murmuró Potter a centímetros de su boca.

Draco abrió los ojos lo suficiente para alcanzar a ver que el encantamiento recién convocado por Potter mantenía su varita con el lumos flotando justo junto a su cama, como si se tratara de una lamparita de noche o una antorcha. Un enorme sentimiento de vergüenza se apoderó de Draco al darse cuenta de que Potter planeaba mantener la luz mágica encendida durante todo el tiempo que durara su... Su, ¿qué? ¿Encuentro, experimento, sesión de sexo? Draco se sintió algo descolocado al no saber qué nombre ponerle.

—¿No sería mejor con la luz apag...? —comenzó a preguntar mientras sentía su cuerpo temblar. De miedo y desconcierto, no precisamente de frío.

Sin embargo, Potter no permitió que terminara su desesperado cuestionamiento. Con algo que sólo podía definirse como una tremenda ansiedad, Potter acunó su cara —aprovechando que ya tenía las dos manos libres— y estampó su boca sobre la de Draco. Éste, sorprendido a media palabra, fue prácticamente asaltado por la lengua de Potter, por sus labios, por su saliva y su sabor, el cual se coló de inmediato a través de sus pupilas gustativas y provocó que la cabeza le diera vueltas sin control. Tenía un leve gusto a pasta de dientes; la misma pasta que Draco había usado cuando había estado en el baño. Era delicioso, único, caliente, embriagante. Desquiciante.

Draco volvió a gemir antes de poder evitarlo; un gruñido casi gutural que brotó desde el fondo de su garganta y mandó vibraciones por toda su boca y sus labios; ruido involuntario que pareció ser el indicativo que Potter esperaba para gemir también.

Se besaron así durante minutos completos. Draco perdió la noción del tiempo y lo único que sabía era que cada segundo que pasaba quería más y más y que los besos que había compartido con sus anteriores conquistas femeninas empalidecían, se avergonzaban y se escondían porque Harry Potter era un besador increíble y, joder, si Draco hubiese estado en el lugar del Señor Tenebroso, mejor se habría dedicado a tratar de seducir al Niño-que-vivió en vez de asesinarlo.

El cara de lagartija no sabía de lo que se perdía.

Ni bien habían terminado ambos de mostrar su agrado a base de quejidos y gimoteos sofocados por el beso, Potter llevó sus manos hacia la nuca de Draco y bruscamente entrelazó los dedos en su pelo, inclinó la cabeza hacia un lado para tener más acceso a su boca y sumergió su lengua lo más adentro que pudo llegar. Ante eso, Draco gimió más, completamente perdido en el momento, completamente jodido. Levantó las manos con lentitud y torpeza. Tentativamente. Con ansia y miedo a partes idénticas. Ciegamente las llevó hacia delante y con las puntas de los dedos tocó la piel caliente del torso de Potter, lo que provocó que éste pegara un leve respingo y separara sus labios de los de él; apenas unos cuantos segundos, pero los suficientes para mascullar un "Dios mío, Draco" y luego suspirar algo que sonó como "Sí, así, tócame, por favor" y continuar besándolo.

Bi-Curious (de PerlaNegra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora