Bi-Curious (de PerlaNegra)

26. De regreso a Grimmauld Place

El elfo de Draco llegó con Harry hasta el sucio y descuidado jardín público que quedaba frente a la casa, lo miró con reprobación un instante y volvió a desaparecerse, dejándolo a solas. Harry se sentía completamente miserable y nada a su alrededor cooperaba para levantarle el ánimo. Como casi siempre, ahí en Grimmauld Place, el clima era un desastre: la mañana estaba oscura y horrible, lloviznaba y hacía bastante frío; y Harry, resoplando con sarcasmo, llegó a la conclusión de que toda aquella penumbra de Londres y de su casa, combinaba perfectamente con su situación actual. Comenzó a mojarse y a temblar de frío, no traía puesto más que sus jeans y una camiseta; había dejado la túnica en casa de Draco y no llevaba nada más encima. Su primer pensamiento fue ejecutar un encantamiento paraguas, pero entonces recordó que no tenía varita y se sintió muchísimo más desgraciado.

Echó un vistazo hacia su casa y notó que la puerta estaba cerrada. Entonces, ¿nadie la había allanado? Con desgana, obligándose a dar cada paso, Harry caminó hasta ella y entró. El interior estaba oscuro y empolvado, pero no había nada fuera de lugar; estaba tal cual la habían dejado el día que salieron huyendo a la casa de Bill y Fleur.

—¿Kreacher? —llamó Harry en voz alta, agudizando el oído. Después de unos momentos, el elfo asomó la cabeza al otro lado del corredor: tenía una olla en la cabeza a modo de casco protector, y Harry, a pesar de todo el dolor que lo abrumaba, no pudo menos que sonreír.

—¿Amo Harry Potter?

—Sí, Kreacher, soy yo. No estés asustado, la casa ya está a salvo. No va a venir nadie a invadirla. Ya no.

Harry caminó hasta Kreacher y le quitó la olla de la cabeza. El elfo hizo una reverencia y luego miró hacia todos lados.

—¿No viene el amo Draco con Harry Potter? —graznó y Harry sintió que el corazón se le estrujaba. Estuvo a punto de ignorar la pregunta, pero entonces recordó que lo último que Kreacher había sabido era que Draco estaba hecho prisionero—. El amo dijo que ésta también era la casa del señorito...

—Sí, Kreacher, eso dije, pero... Mira, Draco está bien, ¿entiendes? Todo ha acabado ya. Él ahora está en su mansión, con sus padres; todo ha vuelto a la normalidad. No... no creo que vuelva a venir aquí, ni siquiera a visitarnos. No es que esté enojado contigo ni nada —se apresuró a añadir al ver que Kreacher ponía cara de susto—. Es simplemente que... No debe. No puede. ¿Entiendes?

Era obvio que Kreacher no entendía y lo único que hizo fue entristecerse y ponerse de mal humor. Fue entonces que Harry decidió ahorrarle la noticia de que su amo Sirius Black había vuelto; seguramente eso lo pondría peor. Harry no tenía idea de cómo funcionaban las herencias mágicas, pero intuía que, ahora que su padrino estaba de nuevo con vida, la casa y Kreacher habían retornado de manera automática a ser de su propiedad.

Ahora ni la casa ni Kreacher eran de él. Por alguna razón, perder al elfo (a quien al principio no había querido como herencia) le pesaba con ganas. Había aprendido a tenerle cariño. Sólo esperaba que Sirius lo tratara bien o tendría que vérselas con él.

Era duro asimilar que ahora no tenía nada.

No tenía casa, no tenía a su elfo gruñón, no tenía varita, no tenía a Draco... mucho menos tenía motivos para continuar adelante con su vida.

Pero tengo a Sirius. Y a Remus. Y a Ron, a Hermione y a todos los demás, pensó sonriendo con tristeza. Y, además, conociendo a su padrino, seguramente éste querría que Harry se quedara a vivir ahí con él, así que, desamparado realmente no se encontraba.

Llegó a la cocina con el alma hecha trizas, dispuesto a encender el fuego de la gran chimenea y a derrumbarse sobre la mesa para ver si se podía quedar dormido ahí mismo y dejar de pensar, cuando, de pronto, una lechuza entró por una ventana, sacándole un buen susto. El ave revoloteó frente a él y dejó caer una misiva antes de salir por donde entró.