28. Bajo el dragón de plata

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Draco sentía que los nervios se lo comían vivo. Desde que le había dejado a Harry todos los recuerdos y regresó a su casa en Wiltshire, no había parado de caminar en círculos alrededor de su habitación, esperando noticias. Sabía que, en cuanto Harry mirara todo el contenido del pensadero y leyera su carta, le enviaría el documento de la demanda a Hermione. Lo sabía. Tenía que ser así.

O al menos eso era de lo que trataba de convencerse. En realidad, existía un pequeño rincón en su mente que le susurraba despiadado que Harry podía negarse a firmar, que podía no querer comprometerse con él, que igual podría no querer volver a ser su novio a pesar de saber todo lo que había sucedido.

¿Qué tal si Harry ya no lo amaba como Draco a él?

Se detuvo en seco ante ese pensamiento cruel. Estaba a punto de gritar de la desesperación ocasionada por la incertidumbre, cuando, piadosamente, un patronus plateado llegó hasta él después de atravesar la ventana a velocidad de la luz. Abriendo los ojos con felicidad y asombro, porque sabía lo que eso significaba, Draco vio al patronus de Hermione formándose ante él: era una pequeña y bonita nutria, la cual habló con la voz de la chica y le anunció:

—Harry ha mandado el documento. ¡Sí lo firmó! Voy a llevarlo ante el tribunal ahora mismo, espera noticias pronto.

El alivio que bañó a Draco fue tan intenso que el chico no pudo soportarlo: se dejó caer de rodillas sobre la alfombra de su cuarto. La sonriente nutria se desvaneció mientras lo miraba con ternura y él no pudo dejar de sentirse avasalladoramente agradecido con Hermione. Ella y Weasley habían estado tan seguros de que Harry sí firmaría el documento que, incluso, se encontraban en ese preciso momento en las instalaciones del ministerio de magia esperando por él; así de bien decían conocer a su amigo.

—Por favor, hurón, si Harry ha estado obsesionado contigo desde... A ver, recuérdenme: ¿en qué año entramos a Hogwarts? —se había reído Ron Weasley de Draco y de sus temores cuando habían hablado de ese asunto, hacía horas—. Deja de preocuparte, que me das lástima. Harry tendrá un puto orgasmo sólo de imaginarse comprometido contigo, ya lo verás... ugh, ¿por qué acabo de decir semejante cosa? ¡Hermione, aplícame un fregotego en la boca, rápido!

Y en ese momento, en su cuarto, Draco se puso de pie rápidamente, recomponiéndose. Porque si Harry seguía sus instrucciones, seguramente no tardaría en llegar a buscarlo, ¿no? Bueno, probablemente se ducharía primero. Después de todo, Draco lo había pillado vestido como elfo doméstico mientras lavaba las ventanas... Así que volvió a ponerse nervioso mientras hacía planes y llegaba a la conclusión de que quizá lo mejor sería salir de la casa y esperar a Harry afuera, en el jardín de entrada.

No estaba seguro de que la verja encantada de la mansión fuera a permitirle el paso, así que sería mejor que se adelantara para encontrarlo en el exterior.

Salió de su cuarto y, no bien había puesto un pie en el corredor que llevaba a las escaleras, el nada melodioso grito de su progenitor lo hizo respingar en su sitio.

—¡DRACO MALFOY!

Lucius estaba de pie en medio del corredor, justo afuera de su despacho. La madre de Draco estaba unos pasos detrás del hombre, y ambos adultos tenían el ceño fruncido y diferentes grados de furia expresados en su rostro.

Oh cielos, pensó Draco, suspirando resignado. Era evidente que ya se habían enterado de que los padres de Astoria habían deshecho el compromiso.

—¡Draco! —volvió a gritar su padre mientras él y su madre se acercaban hasta el chico—. Acabamos de despedir a los Greengrass hace unos momentos... ¿Estás enterado del asunto que vinieron a tratar? —preguntó con una voz que parecía más un siseo y que auguraba sólo peligro.

Bi-Curious (de PerlaNegra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora