17.- Consecuencias

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26 de octubre
Casa de los Quinn, Barrio residencial Nido de Alcatraz,
Ciudad Puerto.

El silbido de la tetera hizo a Roan volver a bajar a toda prisa las escaleras, aún con el chaleco del uniforme a medio poner, y el cuello de la camisa haciéndole cosquillas en las orejas.

En el primer piso su padre ya casi estaba listo para partir, aunque intentaba masticar la mitad de una tostada de una sola vez mientras estaba al teléfono, y metía a su maletín un montón de documentos que había desperdigado por la sala durante las vacaciones. Meredith, aún con el cabello hecho maraña, ayudaba a Viorica a vestirse; y comer cucharada a cucharada el tazón de leche con avena que tanto odiaba. La pequeña estaba tan distraída con la televisión, que únicamente despegaba sus ojos avellana de la pantalla para echarle ojeadas a su inquieto padre.

─Vale, los presupuestos... digo, los protocolos. Por supuesto, señor González ─dijo el señor Quinn, entrando en la cocina.

Roan en ese momento ya vertía el agua hervida sobre su taza y la de Meredith, pero se detuvo ante la de su padre, que le hizo una señal significativa. Evidentemente estaba tan atrasado ese primer día que tendría que tomar café llegando a la escuela. De pronto algo incomprensible que dijo el señor González hizo palidecer al profesor, que salió a grandes zancadas rumbo a la escalera.

El moreno continuó preparando el desayuno y almuerzo para él y sus hermanas, y para cuando terminaba de hacerlo, casi diez minutos después, el señor Quinn ya había bajado con el cabello más peinado, y sin el teléfono en la oreja.

─¿Estás lista, Viorica? ─preguntó en dirección a la sala, y ambas niñas respondieron afirmativamente. Luego se giró a la cocina─. ¿Todo bien, Ro?

El chico asintió, ligeramente incómodo por el modo en que se habían tratado los últimos días, y el adulto pareció compartir el sentimiento, pues le agradeció haberse encargado de todo sin siquiera mirarlo a los ojos. Acto seguido, salió para poner en marcha el auto.

Entre Meredith y Roan pusieron la pequeña loncherita de Little Puppy's en la mochila de Viorica, y la subieron al asiento del copiloto junto al señor Quinn, que pasaría a dejarla a su primaria. Luego de despedir a ambos, los hermanos se quedaron solos con una repentina paz en el hogar, y suspiraron.

Roan volvió a subir a su habitación para buscar la mochila, ponerse los zapatos, y terminar de acomodarse el resto del uniforme. Todo esto tardó un poco más en el tiempo que dedicó a revisar el teléfono, y para cuando bajó, vio que Meredith ya se había atado el cabello correctamente, y llevado su desayuno a la sala.

─Mira, encontraron unas sospechosas ─dijo la chica cuando vio llegar a su hermano, señalando el televisor al que ya le había cambiado de canal.

En la pantalla estaban las noticias, y mostraban cómo había quedado el acceso sur de la Plaza de la Juventud luego de la explosión, con un titular en rojo que rezaba "Habría dos identificaciones perdidas". Después de toda una semana repitiendo incansablemente la noticia de lo ocurrido, poco le impresionaba a Roan el lugar donde tan cerca había estado, pero sí le causó un retorcijón en el estómago ver cómo la imagen cambiaba a los locales de Hamburguesas Jamm, y mostraba a un par de trabajadoras con sus uniformes y gafetes.

─Pronto encontrarán a los culpables ─afirmó Medi, despreocupada─. La policía ha dado con demasiadas coincidencias. Seguramente muchas más de las que salen en las noticias... y en cuanto lo hagan nuestros padres no tendrán excusas para seguirte regañando.

Roan se limitó a mirarla, desganado. La última semana de vacaciones que había transcurrido desde el Gran Festival, y el fin de semana en que los había visitado la señora Mai, había sido por lejos la más frustrante y aburrida que podía recordar desde el divorcio de sus padres.

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