Berlín, Alemania. 1970.
—Ya no puedes seguir escapando de esto y lo sabes.— tomó firmemente sus brazos en su espalda. — Después de todo es solo tu culpa que esto suceda. — no le parecía correcto, pero debía hacerlo.
—¡Por favor, no se lleven a mi bebé! ¡Necesita de mi!— gritó desesperado al ver que se llevaban a su cría de tan sólo cuatro años, mientras que el pequeño infante solo lloraba desesperado buscando a su madre.
—Vati!— pronunció entre llanto el confundido niño, no podía entender lo que sucedía, pero entendía que lo estaban separando de su preciada mamá. Su mente era muy joven para comprender la situación, así que solo podía llorar queriendo estar en los brazos de su ser querido.
El ruso se cansaba de escuchar el grito de ambos, así que disparó al aire, silenciando la boca de todos.— ¡Reich, maldito genocida! ¡Si te quitan a tu niño es porque tú no supiste cuidarlo por pensar en toda esta guerra! ¡Tú provocaste todo esto! No puedes llevarte a tu hijo a prisión.— dijo con dureza, sabía que lastimada el corazón del omega, sabía que no era mal padre y que había dado todo por su cachorro, pero no podía permitir que esto siguiera así.
El euroasiático dio un golpe con su arma a la cabeza del nazi, dejándolo inconciente y volviendo a escuchar las súplicas del menor, el cual sería enviado a Estados Unidos en unas semanas. Tomó al alemán en sus brazos, sin notar el poco inflamado estómago que tenía bajo la ropa. Dentro de él un pequeño y nuevo cachorrito crecía en su interior, aferrándose a la vida bajo el cuidado de su progenitor. El de habla alemana despertó jadeando con fuerza, sentía un suelo duro, y se veía casi desnudo, temblaba de frío, casi no sentía el cuerpo.
Levantó la cabeza desorientado, podía ver una especie de celda, y estaba encadenado a una pared.— D-dónde estoy...— habló al aire con confusión, escuchando unos pasos saliendo de la oscuridad.
Pido visualizar a un ruso con el rostro serio, sin piedad en sus ojos. Se acercó lo suficiente al alemán para tomar su mentón con algo de fuerza, aprovechaba su autoridad como alfa para mantener autoridad sobre el omega, ya que sabía que era un caso difícil. La URSS miró detalladamente al menor, hasta llegar a su vientre, ahora lo veía bien.
—Has estado subiendo de peso, ¿eh?— pronunció burlón, con una sonrisa ladina en su rostro.— Te recordaba más delgado la última vez.— levantó la camisa del alemán, cuando su sonrisa se borró al notar la forma que tenía.— ¿Qué le sucede a tu estómago?— tanteó el lugar con sus dedos, y sus ojos se abrieron como plato al notar un pequeño bulto en la parte baja del lugar.
Se notaba al alemán bastante incómodo y perturbado por el tacto, sabía que sería descubierto.— URSS-.— fue callado inmediatamente por el ruso, el cual se levantó mirándolo con un semblante frío, cosa que lo hizo sentir pequeño, muy pequeño. Mentiría si decía que no sentía miedo de que el mayor lo lastimara.
Una patada llegó a su estómago, quitándole el aire y preocupándole bastante el bienestar de su cría. Jadeó fuertemente, y antes de poder pronunciar una palabra otra patada llegó, haciendo que no tardara en sangrar. Con horror el alemán sintió un fuerte dolor en todo su cuerpo, viendo el suelo tintarse de sangre carmesí caliente.
Abrió sus ojos, tenía sus pestaña húmedas y corazón acelerado. Apretó las sabanas y le gritó a su pareja para que despertara, cuando la lámpara fue encendida el alemán se abalanzó sobre el alfa, el cual lo abrazó con fuerza, sabía lo que estaba pasando.
—¿Otra vez ese sueño?— le preguntó mientras acariciaba sus cabellos, sabía lo que el alemán soñaba muchas veces por las noches, en su mente todo se veía peor a como lo recordaba.
El menor de ambos asintió con temor, su cría no estaba muerta, estaba en su cuna junto a la cama matrimonial de ambos, pero su cabeza aún no quería dejarlo descansar en paz.
—Vamos al balcón, ¿si?— habló levantándose y tomando su abrigo, también cubriendo al de cabellos rojos llenos de vueltas.
Ambos salieron, sintiendo el aire frío en sus rostros, el pobre europeo suspiró, dejándolo salir todo, mirando las calles y hogares cubiertos de nieve por ese frío invierno alemán en Berlín, aunque al ojiazul le hubiera gustado que fuera en Venecia, Italia. Pero no importaba, era feliz ahora, con sus dos bebés en casa y un amoroso esposo a su lado ¿qué mejor?, no hay nada que supere la felicidad de tener a tu familia contigo. Felicidad que olvido al ver al ruso tomar un cigarro y encenderlo, recargó sus brazos en la barandilla, viéndolo fijamente “¿Otra vez?” se escuchó al de piel pálida decir en manera de reclamo “Solo es una calada, relájate”, respondió el alfa. Y "una calada" se convirtió en tres cigarros más, que el omega tuvo que aguantar los cuarenta minutos que estuvieron ahí afuera, si bien era que no tenía ganas de discutir a esas horas y menos en un balcón, quería decirle a su marido que ya no quería que fumara, que se hacía daño por tal vicio, pero no lo entendía, así que solo calló todos sus pensamientos y miró el exterior, notando el humo del tabaco opacar un poco su vista al paisaje.
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Si notan un error ortográfico o palabra que no cuadre no duden en avisarme. Hasta el próximo capítulo, mis decadentes.~♡
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Cigarros
Lãng mạn-¿Por qué aún fumas, por quién dejarías de hacerlo? - se acercó al hombre que estaba frente a él, con una mirada de preocupación sarcástica. -Eso no tiene importancia, y no necesito a alguien para dejar de hacerlo. No dejaría de hacerlo por alguien...