"Caja músical" «2»

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"Tomó la mano del varón que amaba, admirando sus orbes azules tan bellas como el mar, se sentía muy enamorado de él, lo suficiente como para hacer todo por el menor, al menos eso decía.

Ambas almas envenenadas de la más cruda muerte estaban recostados sintiendo un millón de rosas crecer alrededor de sus corazones de una sola raíz, bellas flores carmesí con delgadas espinas más filosas que las de un cactus, incustradas en sus sentimientos y deseos más pasionales, como si un bello libro de amor fuera escrito por el romance y lujuria. Cada mirada cruzada encendía en ellos un fuego en su pecho, una sensación tan nueva y vieja a la vez, para los dos amantes era como escuchar a los gorriones cantar bajo la bella lluvia.

Si el amor tuviera precio ambos darían su vida para darse un último abrazo, un último "Te amo", un último beso, el más dulce y hermoso de todos, en el cual todos tendrían envidia del enamoramiento que ellos tienen, un amor delicado y rudo a la vez. Sus cuerpos desnudos se tocaban, pero de la forma más sutil y suave, para mantener sus corazones tranquilos y seguros, llenado sus mentes de besos y cuerpo de lavanda, lo único que podían hacer era amarse y demostrarlo, ellos eran los únicos que existían, era su pequeño mundo, el mejor de todos, donde nadie tocaría su puerta a arruinar esos momentos, donde los autos no hacían ruido, donde ambos eran lo más importante.

¿Qué piensas ante la palabra amor? El alemán decía que era un sentimiento, donde puedes depender de alguien de una manera en la que darías la vida por ella. El ruso decía que era algo absurdo, sin sentido y ridículo, siendo que tal vez él era el más enamorado de los dos. Creían uno en el otro, no habían celos, no habían peleas, todo era perfecto y único, un amor sincero y perfecto, no era necesario tener que escapar, ese es el lugar seguro de ambos, su acogedora casa y su familia, tal vez no estaba completa, pero esa era su familia, y la amarían hasta el final. Hasta que la muerte... Los separe."

Reich, deja de escribir cosas tan tristes de nosotros.— rió el ruso.

—No puedo evitarlo mi cielo, se siente tan hermoso hablar de nuestro amor.— miró a su alfa con una sonrisa.

Pues que amor tan triste tenemos.— robó un beso de los rubicundos labios de su omega.

El de perlados ojos azul cielo suspiró enamorado, levantándose para abrazarlo por el cuello y mirarlo fijamente con su rostro más dulce, cosa que el ruso amaba de él.

Creo que tú y yo tenemos algo pendiente.- habló con delicadeza, sintiendo las manos del otro sujetando su cintura. Me debes un poco de ti hoy...~.— rió con picardía, liberándose de su agarre y encendiendo la caja músical.

Tomó las manos del mayor, para segundos después soltarlas y abrazarlo por el pecho, escuchando sus latidos junto con la bella música resonando en sus oídos.

You are my sunshine.

¿Estás recreando la escena de lo que escribiste?— preguntó burlista el ruso, sin despegar sus manos de su cintura.

Tal vez así sea, pero no importa ahora. Disfruta de este momento.— sus ojos sonrieron con dulzura y sus manos florecieron de amor, llenando de sentimientos hechos pétalos el rostro de su amado esposo.

Y danzaron juntos hasta el anochecer, sin prestarles atención a sus cansados pies y el aroma del romanticismo en la sala. Ambas almas jóvenes siendo rodeados por todas esas perfectas estrellas que también llenaban sus ojos.

Me encanta bailar contigo.— habló el ruso recostandose en el césped de aquél bello lugar.

Cuando seamos mayores, nos cansaremos y cerraremos nuestro matrimonio con una noche igual a esta, lo prometo.— tomó la mano de su enamorado, ambos niños inexpertos en el amor, pero dando sus corazónes por intentarlo.— ¿Qué es eso?— preguntó notando un papelito enroscado en la boca del mayor.

Un cigarro.— escupió humo.— ¿Quieres probarlo—  le ofreció con una sonrisa el poco usado objeto dañino para los pulmones.Anda, no seas tímido.— se burló el eslavo carcajeando un poco al ver cómo el futuro imperio miraba de manera repulsiva el cigarrillo.

Papi dice que es malo, que puede provocar un serio cáncer y pérdida de los dientes.— su rostro cambió a uno de preocupación al ver la cajetilla casi vacía.¡Soviet!— pronunció dando un manotazo para quitarle en cigarro de la mano.— ¡Deja eso, te haces daño! ¡Dime que no lo volverás a hacer!

El joven preadolescente sonrió y lo abrazó suavemente.— Lo prometo.— ambas palabras fueron juradas esa noche, ojalá ambas hubieran sido cumplidas como se dijeron.

Sóviet, para.— reclamó bastante molesto el pelirrojo de orbes azules.- El bebé está comiendo, apaga eso.- ordenó cansado de esa actitud del hombre frente a él.

Acabo de encenderlo.— se levantó y se fue al patio para no desperdiciar la sustancia.

El alemán suspiró, continuando con la tarea de darle la papilla a su hijito que reía y balbuceaba haciendo su esfuerzo por comer.

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