𝐔𝐧 𝐜𝐚𝐟𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐝𝐨𝐬...

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N/A: Corto inspirado en la canción People Watching de Conan Gray ✨

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Llevaba tres años trabajando en esa pequeña cafetería, prácticamente siendo el único empleado y encargado de la misma.

Su dueña, era una mujer solitaria de edad muy avanzada, así que era comprensible que su presencia en el local fuera prácticamente nula, sin embargo, había confianza, genuino aprecio y cariño mutuo, por lo que nunca predispuso un problema.

En sus inicios, fué difícil encontrar un equilibrio entre las demandas del trabajo y sus estudios universitarios, pero luego de un periodo de tiempo, pudo adaptarse y ahora estaba perfectamente acostumbrado.

En sus momentos de tranquilidad, le gustaba reflexionar sobre las tantas historias contadas en las mesas, inicios y rupturas de relaciones, lágrimas de tristezas y risas burbujeantes rebosaban a lo largo del lugar.

A veces sentía que veía una película interactiva, detrás del cómodo mostrador, le agradaba ser un mero espectador, toda la vida se consideró a sí mismo una persona tranquila y reservada, lo cuál, lo llevaba a tener una escasa vida social después del trabajo...

No era algo que en realidad le molestara, su mejor amigo era su gato Fred, y un buen libro. Sí, él también podía tener gustos considerados hoy en día como cliché, pero estaba demasiado reticente de tener redes sociales para hacerle alarde a ellos.

Prefería prestar atención a su entorno en lugar de a una pantalla, y su trabajo le permitía conocer un poco más sobre los rostros que a veces se volvían habituales de encontrar en las sillas del lugar.

La sutil campanilla de la puerta anunció la entrada de un cliente, así que rápidamente dejó los muffins que había sacado del horno, para disponerse a atender.

Un café negro cargado, bien caliente, tres paquetitos de azúcar, con un muffin de vainilla y miel, de los recién horneados.

Una combinación nada fuera de lo normal, entre los numerosos pedidos de los clientes, en su día a día como empleado en una cafetería situada en pleno centro.

La diferencia radicaba en la persona que ordenaba lo mismo, todos los días, desde hace un mes y medio...

Ojos verdes salvia, ocultos detras de unos anteojos de montura negra, barba incipiente, con el fantasma de sonrisa tímida, que procuraba en su mayor esfuerzo, ocultar bajo ese aire de tipo serio y profesional. No había anillo en su mano izquierda, ni aparentaba ser presuntuoso con respecto a su agraciada apariencia.

Había conocido suficientes oficinistas adictos al café, como para saber que el hombre, también era uno, sin embargo había algo claramente diferente.

Desde el primer día en el que ordenó su café negro, sintió curiosidad, e internamente rogó que volviera para poder conocer su historia, aún si nunca pudiera preguntarle de forma directa.

El oficinista siguió acudiendo al local, rotando sus horarios, a veces más temprano y otras, simplemente llegaba casi al cierre. Sus tiempos eran un poco caóticos, pero sorprendentemente cumplidor con respecto a su presencia diaria.

Ocupando la misma mesa en una esquina, un poco oculta, lejos de las ventanas y los demás. Cada vez que podía, traía su laptop para trabajar desde una mesa, a veces tenía grandes ojeras oscuras bajo sus ojos, probablemente era un poco adicto al trabajo. Normalmente se sentaba cruzado de piernas, y cuando no había muffins, sólo ordenaba su infalible café. Siempre solo, nunca acompañado, no hablaba de sí mismo, y rara vez decía algo, aunque algunas personas interesadas intentaron entablar una conversación con el misterioso oficinista que sólo declinaba con cortesía las invitaciones a charlas informales a su lado.

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