Discreto

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La vida, con sus interminables vueltas, podía resultar un tanto bromista con esos giros inesperados, pensó con cierta ironía.

¿Alguna vez te dijeron que aparentabas ser de una forma, aunque en realidad fueras completamente diferente?

Que fuiste subestimado, incluso si no fuera con la intención de ofender, por aquellos más cercanos a tí.

Stiles solía lidiar con eso a diario, pero sabía que en aquel error garrafal de no tomarlo en serio, sería inversamente proporcional a los escenarios en los que sabía que tendría mayor ventaja que cualquier otro ser sobre natural.

Él. Un humano simple, indefenso, hiperactivo, sarcástico y flaco, cuya mayoría de edad estaba a un par de meses de su llegada.

Se relamió sus propios labios en forma de arco, con la sonrisa traviesa de un depredador disfrazado de presa, su nariz respingona respirando el denso olor a sexo en el diminuto espacio compartido, con el fuego ardiente en su mirada café, enmarcados por tupidas pestañas, cuya forma le daban la apariencia de una tierna cierva, propio de una película de Disney.

El sudor recorriendo el lateral de su rostro, mientras su cabello desordenado se movía al son de un ritmo impuesto por el entusiasmo de su pelvis y virilidad, desapareciendo una y otra vez dentro del cálido agujero que lo recibía con un sonido igual de lascivo.

El calor del aliento jadeante de la persona que le rogaba al humano entre sollozos quebrados, que fuera más profundo y siguiera estimulando aquel punto dulce de placer dentro del túnel aterciopelado de su interior.

Oh, sí, Stiles era todo menos lo que aparentaba ser.

Se rió con voz ronca y baja, de aquella petición tan desesperada, dedicándose a morder con sus dientes romos el filo de la mandíbula ajena cubierta de barba incipiente, mientras lo penetraba más profundo, con movimientos circulares, sensuales de caderas, y hundía sus dedos en el trasero firme de su amante, dejando marcas que sabía que pronto desaparecerían, pero que internamente tendría el deleite personal de haberlas dejado de todas formas.

Stiles no era lo que aparentaba ser, su verdadera personalidad, era algo que rara vez salía a la superficie, pero que brillaba en los momentos cruciales.

Dónde la gran mayoría, cometía el error de ver a un simple adolescente desgarbado, imprudente y ridículamente suicida.

Había una mente increíblemente ágil, un protector, absurdamente leal pero cauteloso, una valentía imperiosa, y un tipo de liderazgo nato, que, aún siendo humano, denotaba la gran seguridad que representaba su sola presencia ante las peores circunstancias.

Firme, cómo un ancla.

Cuando ese lado suyo brillaba, Stiles era lo que podrían considerar un dom...

Pero tal vez había una sola persona que conocía de forma íntima, aquel brillo fogoso en los ojos de este humano tan dedicado en darle el tercer orgasmo de la noche, dentro del baño de una vieja gasolinera por la salida de Beacon Hills.

Un gemido alto emergió, cuando la polla del castaño, empujó su próstata desde un nuevo ángulo, buscó a tientas su propia liberación intentando tocándose a sí mismo, pero Stiles se lo impidió, sujetándole la muñeca y colocándola por encima de su cabeza, mientras seguía follandolo sin piedad contra los fríos azulejos del diminuto baño de la estación de servicio.

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