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Spreen estaba curioso. Había visto a Juan con un libro de hechicería y otro encantado que brutalmente llamaron su atención. Nunca los había visto y la necesidad de conseguirlos lo carcomió rápidamente. En un principio pensó en robarlos del hechicero, pero Juan no tuvo mayor porblemas en comunicarle que lo había comprado en la nueva biblioteca de un gringo, según sus palabras.

Su sorpresa fue qué, aquella ahora famosa biblioteca en el reino, no le pertenecía a nadie más que a Karl, su pequeño amigo con rostro inocente y cabellos castaños suavecitos.

¿Cómo poronga un pibe así de... Suave, había conseguido libros de tal magnitud y poder?

Miró la fachada de la biblioteca, no era tan grande como lo imaginó, pero su aura estaba impregnada de algo místico he interesante que lo intrigó a más no poder. El interior era acogedor y hogareño, la sensación lo abrumó un poco porque ni siquiera su propio hogar se sentía de esa forma.

¡Bienvenido a Karl's library! En donde-. Oh, ¡Hola, Spreen!

La gran sonrisa que el chico le dió casi lo hizo sonreír también. Aclaró su garganta con incomodidad y caminó relajadamente hasta el mostrador, mirando todo el entorno mágico de cierta manera.

—¿De dónde sacas todos estos libros, carlos?

El chico colocó una mirada altanera y juguetona en su rostro que lo irritó.

Un mago jamás revela sus secretos, mi gato. —carcajeó con su característica risa contagiosa y alegre.
El hispanohablante dejó descuidadamente su espada en el suelo de la biblioteca y reposó sus codos en el mostrador. Los ojos de Karl viajaron por cada una de sus acciones en silencio y con atención, Spreen casi pudo divisar un ligero cambio de color rojizo en la punta de las orejas contrarias que no entendió del todo.

—¿Ah, sí? Pues chupame las pelotas, mago. Y soy un oso, no un gato.

Karl no entendió del todo eso, pero tampoco pareció importarle mucho, pues la mirada del híbrido lo llevó a voltearse y comenzar a buscar algo en unos cajones tras el mostrador.

lo que tú digas, cerveza. —musitó por lo bajo mientras colocaba sobre el mostrador un pequeño tumulto apilado envuelto cuidadosamente en un papel antiguo pero elegante, un lazo encima. —tengo algo paga ti.

¿Para mí?

yep.

Las manos del híbrido tomaron con curiosidad la pila, usó una de sus garras negras para romper la envoltura y bajo la mirada expectante de Karl, tomó el contenido entre sus largas manos.

Libros.
Pero no cualquier libro encantado, estos libros eran algunos que jamás había visto. ¡Incluso eran mejores y más poderosos de los que Juan, un hechicero, tenía a su poder!

No pudo ocultar su incredulidad pero intentó no dejarlo notar. Después de todo, aún tenía una imagen que mantener.

¿Y bien, te gustó?

No tuvo más remedio que asentir.

Está bien, gracias.

A pesar de su reacción poco cariñosa, Karl pareció satisfecho con ella debido a la sonrisa en su rostro.

¿Porqué me regalaste esto? Debe valer una fortuna.

El de sudadera colorida y uñas pintadas se encogió de hombros, tomando una gran inhalación de aire y restándole importancia.

no lo sé, supongo que me gustas.

Spreen tuvo que tomarse eso como algo amistoso, porque de lo contrario no sabría como reaccionar más allá de tomar su espada en el suelo de la biblioteca y huir de ahí con la primera excusa que llegara hasta su mente.
Carraspeó con su garganta.

—Si regalás toda tu mercancía vas a quebrar, genio. Nos vemos.

bye, oso.

(...)

Spreen tuvo que agradecer el gesto de los libros de alguna forma. No se le ocurrió otra manera más que usando el dinero y el poder a su alcance.
Sin querer ser muy obvio, había dejado un cofre dentro de la casa de Karl (él tenía sus propios métodos poco legales para ingresar a su casa sin consentimiento), con al menos veinte bloques de diamante en su interior. Si aquello no lograba pagar la deuda de los libros, entonces tendría que esmerarse un poco más.

Grande fue su sorpresa cuando frente a su casa había encontrado un ramo de girasoles junto a un cartel que decía;

no era necesario la remuneración, sin embargo lo agradezco, podré mejorar mi biblioteca con eso.

No vuelvas a hacer algo así, por favor.
Gracias, gato gruñón.”

Bueno. Definitivamente los girasoles suenan como algo que Karl escogería.

Peek-A-Boo! »Karl x Spreen« [Mini-Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora